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El pulso del volcán

Desde que el pasado 19 de septiembre cumbre vieja entró en erupción, la gestión de la emergencia humana convive con una oportunidad única para la investigación volcanológica.


 El 19 de septiembre de 2021 nacía un nuevo volcán en La Palma. La isla canaria llevaba días temblando y la posibilidad de una erupción tenía en alerta a la comunidad científica desde, al menos, el año 2017. A las 20:34 de la noche, cinco horas después de que la Tierra se abriese por Cumbre Vieja, la lava empezó a arrasar las primeras casas del barrio de El Paraíso, en El Paso. A los dos meses de entrar en erupción, el volcán de Cumbre Vieja había emitido 10 millones de metros cúbicos de cenizas. Su acumulación causó derrumbes en infraestructuras y supuso un peligro para la población. El IGME puso en marcha la Operación Cenicienta, en la que pidió a la población que colabora en una monitorización exhaustiva de las cenizas.
Tras 50 años de inactividad, la palma protagonizó un nuevo episodio volcánico. El volcán de cumbre vieja aún no tiene nombre, pero sí un lugar para la ciencia, que ha convertido la isla canaria en un laboratorio vivo desde el que observar el latido de la Tierra. Era el 19 de septiembre de 2021, en torno a las 15:10 de la tarde, hora canaria. El movimiento de magma que auguraban todas las señales desde hacía una semana acababa de abrir una fisura por
la que salir a la superficie en la zona conocida como Cabeza de Vaca, en la dorsal de Cumbre Vieja, en el sudoeste de la isla. Las entidades responsables de la vigilancia volcánica veían cumplirse su predicción con bastante aproximación tanto en tiempo como en espacio tras cuatro años de observación intensiva. Era una erupción anunciada y esperada. En los días previos los científicos habían detectado lo que se denomina un «enjambre sísmico», una convergencia de seísmos cada vez a menor profundidad hasta llegar a los dos kilómetros de la superficie, y una deformación gradual del terreno, un abombamiento que justo antes de la erupción y en la estación de medición más cercana llegó a ser de algo más de 20 centímetros.
Alta sismicidad a poca profundidad, deformación del terreno y emisión de gases son los parámetros indicativos de que en el interior de la Tierra el magma pugna por romper la corteza.  

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Fuente:  Por Emma Lira