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Huella de Carbono

  • La huella de carbono del transporte por carretera: Hacia un futuro más limpio

     

     

     4 - 6 minutos

    Puede que la pandemia haya frenado temporalmente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), pero ni siquiera una crisis mundial puede anular el impacto del transporte, especialmente la huella de carbono del transporte por carretera.

    En 2020, los cierres se materializaron en una disminución global media del 8% de las emisiones de GEI durante el primer semestre del año, en comparación con 2019.

    Como muestra esta infografía de dynaCERT, el transporte por carretera sigue siendo un importante contribuyente de GEI en medio del boom del comercio electrónico y el aumento del comercio internacional. Pero las soluciones innovadoras pueden ayudar.

    Los GEI y el impacto del transporte por carretera

    Entre 2005 y 2012, las emisiones mundiales de GEI se estancaron, pero han aumentado cada año desde entonces.

    No se espera que este crecimiento disminuya en los próximos años. Entre 2019 y 2050, se prevé que la cantidad de CO2 atmosférico casi se duplique, pasando de 4,5 a 8,2 gigatoneladas.

    El dióxido de carbono no es la única sustancia emitida por el transporte por carretera que es perjudicial para el medio ambiente:

    Los vehículos por carretera han sido los principales responsables de las emisiones de GEI y de CN durante décadas, especialmente los vehículos pesados y los vehículos con motor diésel, como los que se utilizan para el transporte de larga distancia.

    A continuación, se incluye una instantánea de la huella de carbono global del transporte por camión, empezando por las emisiones globales de las carreteras:

    Impacto en la industria: La logística y las compras no dan señales de pararse

    El comercio electrónico se ha convertido en una de las actividades online más populares. Como resultado, nos hemos vuelto más dependientes del transporte por camión -de larga distancia y de última distancia- para la entrega de nuestros bienes, tanto personales como comerciales.

    Se prevé que esta tendencia continúe:

    • En 2040, se calcula que el 95% de las compras se realizarán a través del comercio electrónico.
    • Para 2022, se prevé que los ingresos del comercio electrónico se dupliquen, pasando de 3,53 billones de dólares en 2019 a 6,54 billones de dólares
    • La logística es ya una industria de 6,5 billones de dólares, de los cuales el transporte por carretera representa el 43%

    Si se combina con el comercio internacional, el impacto en el transporte de larga distancia y del último kilómetro-y en las emisiones de CO2- se hace más pronunciado cada año, y ha representado el aumento del 80% de las emisiones de GEI en todo el mundo desde 1970 hasta 2010.

    Aunque el transporte del último kilómetro se apoya cada vez más en los vehículos eléctricos, el transporte por carretera de larga distancia sigue dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles que emiten GEI como el CO2.

    Por ello, se prevé que la contribución del transporte de mercancías por carretera a las emisiones de CO2 aumente hasta el 56% en 2050.

    El mercado del carbono: Reducir las emisiones y mejorar los resultados

    En 1997, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas elaboró una propuesta de créditos de carbono -el Protocolo de Kioto- para reducir las emisiones mundiales de carbono. Desde entonces, ha guiado las políticas, lo que ha dado lugar a una proliferación de estrategias ecológicas que mitigan el riesgo climático y mejoran las operaciones empresariales.

    Las empresas pueden aprovechar esta oportunidad con un enfoque múltiple e integrado que dé lugar a una forma de aprovechar el mercado del carbono patentada, al tiempo que se mejoran las operaciones y los resultados:

    Los beneficios de las soluciones integradas van desde la mejora de la seguridad y la capacidad de retención de los conductores hasta que se optimizan las rutas, el ahorro de combustible y la acumulación de créditos de carbono.

    Soluciones para vehículos pesados: Impulsando un futuro más limpio

    El impacto a largo plazo del auge del comercio electrónico en las emisiones de CO2 aún está por ver. Pero aparece en el horizonte con gran rapidez.

    Cuando se levante el lastre de la pandemia, es probable que nos encontremos con algo más que una economía transformada. Es probable que una red de transporte mundial en evolución -apoyada en la innovación tecnológica y en nuevas políticas como las previstas por el gobierno estadounidense de Biden- permita más oportunidades en el mercado del carbono y allane el camino hacia un futuro más verde.

    Fuente:

     

     

     

     

     

     

     

     

     

  • La posible vuelta al carbón en sustitución del gas para producir energía eléctrica en España

    4 - 6 minutos

    La vuelta al carbón en España en el corto plazo no es viable, ya que muchas de las antiguas centrales térmicas han sido desmanteladas. En el largo plazo, el futuro de la producción eléctrica pasa por las tecnologías renovables, no solo por sus implicaciones medioambientales, sino por la independencia energética con respecto a terceros países. En el corto plazo, resulta imprescindible seguir utilizando tecnologías convencionales.

    English version

    Voladura controlada de la chimenea de la central térmica de La Robla (León), de 200 metros de altura y 4.500 toneladas de cemento, el 28/07/2022. EFE/J.Casares

    Debido a las consecuencias internacionales que está teniendo el actual conflicto en Ucrania, el encarecimiento del gas natural en los mercados internacionales o incluso la potencial indisponibilidad de gas procedente de Rusia en el muy corto plazo, algunos estados europeos se están planteando incrementar la producción de energía eléctrica a partir de carbón. Países como Alemania, cuya dependencia del gas ruso es crítica, aprobó el pasado 13 de julio la reactivación de centrales de carbón, lo que deja en stand-by su compromiso de eliminar este combustible de su mixde producción eléctrico en 2030. 

    En España, la reducción de la generación de electricidad a partir de carbón se ha venido produciendo paulatinamente desde el año 2010, habiendo pasado de disponer de 21 centrales de carbón en aquella fecha a tan solo cinco en la actualidad: la de mayor tamaño en As Pontes, en La Coruña, con 1.468 MW de potencia (40 % de la potencia instalada disponible para la producción de electricidad con carbón en nuestro país a día de hoy); Aboño(que también utiliza gases procedentes de la industria siderúrgica como combustible) y Soto de Ribera, en Asturias; Los Barrios, en Cádiz; y la central térmica de Es Murterar, en la isla de Mallorca. Ello ha supuesto una reducción de la potencia instalada en un 70 %, pasando de una producción anual de 70 TWh/año hace diez años a tan solo 5 TWh/año en la actualidad.  

    Los motivos que llevaron a eliminar el carbón del mixde producción eléctrica y a sustituirlo por el gas natural fueron, principalmente, dos: el medioambiental y el económico

    Según el último informe anual de Red Eléctrica de España, la potencia instalada en centrales de carbón supone un 3 % de la capacidad total instalada en el sistema eléctrico nacional, lo que en 2021 significó algo menos del 2 % de la producción de energía eléctrica a partir de este combustible.  

    Los motivos que llevaron a eliminar el carbón del mixde producción eléctrica y a sustituirlo por el gas natural fueron, principalmente, dos: el medioambiental y el económico. Desde el punto de vista medioambiental, producir electricidad con carbón conlleva unas emisiones de 0,95 toneladas por kWh frente a las 0,37 toneladas por kWh del gas. Esto implica que, por cada kWh eléctrico producido con carbón, las emisiones son 2,5 veces más altas que si se utilizara gas para producir esa misma cantidad de energía eléctrica. Por lo tanto, parece evidente que, desde esta perspectiva, el gas natural como combustible le ganaría la partida al carbón.  

    Las emisiones de CO2 tienen también consecuencias desde el punto de vista económico más favorables para el gas, ya que la producción con carbón comporta un mayor coste de los derechos de emisiones en el mercado europeo, que en los últimos cuatro años ha visto multiplicado su precio por 9, pasando de los 10 € por tonelada a finales de 2017 a los casi 90 € por tonelada actuales.  

    El gas natural en el mercado internacional TTF, que es el de referencia para los consumidores europeos, ha multiplicado por 5 su precio en el último año

    Sin embargo, todo ha cambiado en los últimos meses ya que el gas natural en el mercado internacional TTF, que es el de referencia para los consumidores europeos, ha multiplicado por 5 su precio en el último año, lo que ha supuesto un grave inconveniente para quienes habían apostado por este combustible como una manera casi exclusiva de cubrir sus necesidades energéticas a un bajo coste.   

    La vuelta al carbón en España en el corto plazo no es viable, ya que muchas de las antiguas centrales térmicas han sido desmanteladas o destruidas. El último ejemplo se produjo el 13 de mayo de 2022, cuando fueron demolidas las tres torres de refrigeración de la antigua central térmica de Andorra, en Teruel. Pese a ello, si los precios del gas se mantienen en niveles como los actuales, habrá que plantearse prolongar la vida útil de las centrales en operación. Parece evidente que, en el largo plazo, el futuro de la producción eléctrica pasa por las tecnologías renovables, no solo por sus implicaciones medioambientales, sino por la independencia energética con respecto a terceros países.  

    La generación de electricidad con tecnologías renovables, como eólica y solar, sigue teniendo inconvenientes como su imprevisibilidad, variabilidad a corto plazo y escasa capacidad de adaptarse a la demanda

    Salvo que se decida utilizar tecnologías como el fracking, España no dispone de reservas naturales de gas o petróleo para cubrir sus necesidades energéticas, lo que supone tener que importar estos recursos de terceros países como Argelia, Nigeria o Qatar. En este sentido, incrementar la producción de electricidad a partir de fuentes de energía renovable supondría una reducción de nuestra dependencia exterior y daría lugar, por tanto, un sistema energético más fiable.  

    No obstante, la generación de electricidad con tecnologías renovables, como eólica y solar, sigue teniendo inconvenientes significativos como su imprevisibilidad, variabilidad a corto plazo y escasa capacidad de adaptarse a la demanda. Desgraciadamente, la tecnología actual no permite almacenar electricidad en grandes cantidades de forma barata, lo que conlleva la necesidad de producir en tiempo real la cantidad de energía eléctrica que demandan los consumidores. Por lo tanto, para ser fiable y robusto, un sistema eléctrico con generación totalmente renovable requeriría de un desarrollo paralelo de sistemas de almacenamiento de energía o regulación que, en la actualidad, no están maduros. Por esta razón, en el corto plazo, resulta imprescindible seguir utilizando tecnologías convencionales si queremos garantizar la cobertura de nuestras necesidades energéticas a unos precios asequibles.  

    Si el precio del gas continúa creciendo, habrá que asumir la necesidad en el corto y medio plazo de mantener en operación las centrales nucleares y las centrales térmicas que utilicen otros combustibles

    Es necesario seguir incrementando el número de infraestructuras para producir electricidad a partir de fuentes renovables, así como fomentar medidas de eficiencia energética y gestión para reducir el consumo energético que resulte prescindible (medidas estructurales como mejorar aislamientos térmicos en edificios para reducir pérdidas, o buenas prácticas como ajustar las temperaturas de los equipos de climatización a valores eficientes o cerrar puertas y ventanas de recintos climatizados). Pero si el precio del gas continúa creciendo como lo ha hecho en el último año, habrá que asumir la necesidad en el corto y medio plazo de mantener en operación, si no incrementar, la capacidad de producción con otras tecnologías, como son las centrales nucleares y las centrales térmicas que utilicen otros combustibles. 

    Fuente: Manuel Alcázar Ortegaes profesor titular en el departamento de Ingeniería Eléctrica e investigador en el Instituto de Ingeniería Energética de la Universitat Politècnica de València.