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transición energética

  • Cómo gestionar la transición energética para que no acabe con la biodiversidad

    Pico Correcillas o Polvoredo, en la Cordillera Cantábrica (León). Se observan zonas susceptibles de ser afectadas por la ubicación de proyectos de producción de energía. Rodrigo Castaño de Luis, Author provided

    Vivimos en un siglo caracterizado por cambios globales que están estrechamente vinculados entre sí: la emergencia climática, el pico del petróleo, la crisis de biodiversidad, el abuso de fertilizantes, herbicidas e insecticidas y el desmesurado crecimiento poblacional, entre otros.

    Además, todos estos fenómenos están relacionados con nuestro planeta y sus habitantes, con el lugar y los seres con quienes compartimos tiempo y espacio. Y todos se nos presentan como retos importantes. Amenazan directamente nuestro bienestar y, en muchos casos, también nuestras vidas.

    Afortunadamente, comenzamos a reaccionar. Tanto Europa como España están emprendiendo acciones para frenar algunos de estos cambios. Principalmente, los que involucran al calentamiento global (mediante la descarbonización energética) y a la crisis de biodiversidad (empleando las sucesivas estrategias de la UE sobre biodiversidad).

    Puesto que ambos procesos están íntimamente interconectados, cualquier posible solución pasa por abordarlos de manera sincrónica, conjunta y equilibrada. Desde luego, la resolución de uno de ellos no puede, en ningún caso, suponer efectos negativos para el otro.

    Sin embargo, el proceso actual de transición energética parece totalmente ajeno a esta última afirmación. Se observa un tsunami de proyectos de energías renovables, en muchas ocasiones con dimensiones desorbitadas, que superan los objetivos propuestos por las Estrategias del Plan Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC).

    Estos proyectos se localizan sobre y cerca de áreas de alto valor ambiental y, en ningún caso, contemplan los impactos, ni locales ni sinérgicos, sobre el medio ambiente y la biodiversidad.

    Lo que subyace es más de lo mismo. Más de lo que nos ha traído a esta situación de crisis que ahora tenemos que afrontar: megaempresas que venden su producto como “energía limpia”, pero cuyos objetivos son los beneficios económicos rápidos. En muchas ocasiones, buscan recibir subvenciones destinadas a la protección medioambiental, pero con resultados que no solo no ayudan a conservar el medio ambiente, sino que implican una importante degradación del mismo.

    Grupos de trabajo especializados

    Un buen número de iniciativas están haciendo frente a esta situación. Están promovidas por estamentos sociales muy diversos: población local directamente perjudicada por los proyectos, incluyendo a empresas que desarrollan actividades económicas en las zonas afectadas, colectivos conservacionistas preocupados por el deterioro medioambiental y también técnicos e investigadores en diversas disciplinas relacionadas con el patrimonio natural.

    En esta última categoría entra MEDINAT, un grupo de trabajo abierto formado por especialistas en diferentes aspectos del medio natural y centrado en el ámbito de la Cordillera Cantábrica. Sus principales objetivos son los siguientes:

    • Documentar diversas afecciones al medio natural relacionadas con proyectos de producción energética industrial.
    • Poner a disposición pública los informes que se generan, así como la normativa relacionada.
    • Prestar apoyo a diversos colectivos en el trabajo de alegaciones.

    De cara al futuro, MEDINAT tiene como objetivo analizar posibles escenarios para que la transición energética tenga un efecto favorable para el medio ambiente.

    ¿Cómo diseñar los proyectos?

    La pregunta clave es qué aspectos habría que tener en cuenta para que la transición energética se haga de forma beneficiosa para la conservación de la biodiversidad.

    Es importante comprender que existe una serie de factores que degradan la biodiversidad. Su desarrollo solo es posible si permitimos la existencia de territorios naturalizados, donde la intervención humana no afecte a los delicados ciclos y cascadas tróficas que la sustentan.

    Con esta problemática en mente, indicamos algunos aspectos que habría que considerar:

    1. Zonificación adecuada.Implica una planificación previa y vinculante realizada por técnicos y especialistas que determinen las zonas más adecuadas para la instalación de las energías renovables y sus redes de evacuación. Deberían evitar zonas de alto valor ambiental y paisajístico y ubicarse preferentemente en suelo industrial o en lugares como tejados, superficies urbanas o carreteras.
    2. Dimensiones adecuadas.Puesto que los macroproyectos tienen un mayor impacto, es necesario llevar a cabo esta transición mediante actuaciones de pequeño tamaño, descentralizadas y, siempre que sea posible, vinculadas al autoconsumo local. Es necesario promover la creación de proyectos diferentes a los que han funcionado hasta ahora, como pueden ser las comunidades y cooperativas energéticas locales.
    3. Investigación y desarrollo de nuevas tecnologías por parte de las empresas promotoras de grandes proyectos en energías renovables.Urge la creación de prototipos de aerogeneradores y placas solares que generen un menor impacto ambiental y que puedan ser más polivalentes en cuanto a sus lugares de instalación. Existen ya alternativas, pero necesitan un empuje para mejorar su eficiencia y para ser implementadas a una escala real.
    4. Preferencia por las empresas con actuaciones a largo plazo que favorezcan la salud medioambiental y la conservación.Estas son complementarias a la creación y distribución de energía procedente de fuentes renovables y se ejecutan en los territorios donde se implantan. Al mismo tiempo, rechazo sistemático a aquellas empresas que promuevan actuaciones poco éticas o directamente contrarias al medio ambiente (como la fragmentación de proyectos o la localización de los mismos en zonas de alta sensibilidad ambiental, entre otras).
    5. Estudios de impacto ambiental analizados por especialistas.La Administración debe exigir que no sean un mero trámite administrativo y que, tanto estos como las alegaciones a los mismos, sean analizados por técnicos expertos en cada disciplina. Los estudios de impacto han de ser estrictos, eficientes e independientes. Deben representar la realidad mediante un trabajo previamente documentado y comprobado en campo, y siempre realizado teniendo en cuenta la estacionalidad de muchos seres vivos.

    ¿De quién es la responsabilidad?

    Es la Administración, y no las grandes empresas, quien, mediante una planificación previa y ordenada, debe establecer el cuándo, el cómo y el dónde de los proyectos de generación de energía renovable.

    Los problemas complejos que involucran múltiples factores no pueden ser resueltos solucionando solo uno de ellos. En este contexto, MEDINAT es solo una pieza de un enorme puzle que crece por momentos, ya que el número de colectivos y personas sensibilizados con este problema aumenta de forma continua.

    El trabajo que todas estas personas están realizando y compartiendo de forma altruista está permitiendo matizar la visión romántica y poco realista de lo que significa utilizar espacios con alto valor ambiental para establecer infraestructuras de energías renovables.

    Pero nos queda el desafío más importante: aprender formas nuevas de vivir, de relacionarnos entre nosotros y con el medio ambiente y de impedir la inercia de las empresas y las Administraciones que aún trabajan con formas y objetivos del siglo XX.

    Fuente: The Conversation: Autoras: Estrella Alfaro Saiz y Esperanza Fernández

  • Para que las energías renovables contribuyan al desarrollo rural deben involucrar a los vecinos

    Shutterstock / rtbilder

     

    Recientemente, además de las amenazas de la pandemia mundial y de la crisis de desabastecimiento, se han sumado la de la posible escasez de combustibles, el aumento del precio de la luz y un posible apagón a gran escala. Sólo imaginarnos un posible apagón eléctrico generalizado nos hace temblar, ya que prácticamente todo lo que usamos requiere de la energía eléctrica.

    Las cifras en España muestran que en el último año ha habido un cierto flujo de población hacia los pueblos y un descenso de población en las ciudades. Sin embargo, los datos a escala global muestran que la población está aumentando exponencialmente en los entornos urbanos, lo que implica un cambio no solo en el medio ambiente sino también en los recursos disponibles.

    De la misma manera, a pesar de que la demografía en Europa y Norteamérica está estancada, la población mundial crece de forma sostenida. En este contexto, además, es necesario considerar los efectos que esto acarreará en el cambio climático y la degradación del medio ambiente, lo que representa una amenaza para el futuro de las personas.

    Promover un cambio de modelo energético

    Todo apunta a que estamos en un momento histórico en el que más que nunca se hacen necesarios acuerdos internacionales. Dos ejemplos son el Pacto Verde Europeo y la Agenda 2030. Estos acuerdos son clave para promover cambios culturales y de conducta encaminados a reducir el consumo energético y favorecer cada vez más el empleo de las energías renovables.

    Sin embargo, alcanzar, tal y como se pone de manifiesto en las metas del objetivo de desarrollo sostenible número 7, un acceso universal a una energía asequible, fiable, moderna y no contaminante para el 2030 parece que no va a resultar nada sencillo. Según el Banco Mundial, a pesar de los avances realizados durante los últimos años para lograr las metas de los ODS, todavía 840 millones de personas no tienen acceso a la electricidad.

    Energías renovables y desarrollo sostenible

    A fecha de hoy, nadie duda de que el fomento de las energías renovables es una estrategia necesaria para lograr el desarrollo sostenible. Las energías renovables resultan fundamentales para garantizar la seguridad energética global, sin que ello conlleve un grave impacto en el medio ambiente ni en las necesidades de las generaciones futuras.

    Así, las Naciones Unidas han promovido históricamente el empleo de estas fuentes energéticas, dando cada vez más importancia a la promoción del uso y la producción de energía verde.

    Hace medio siglo, en 1972, se celebró en Estocolmo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano y, por primera vez, se vinculó el uso de fuentes de energía renovables con el desarrollo sostenible. Desde entonces, la protección del medio ambiente y las energías renovables han sido parte integrante de la agenda de la comunidad internacional.

    Las renovables en el mundo rural

    Desde el punto de vista técnico-económico, las zonas rurales se encuentran en desventaja respecto a las áreas urbanas. Grandes áreas rurales no cuentan con conexión a la red eléctrica todavía. Otras que sí disponen de ella no suelen ser muy eficientes y su mejora no resulta rentable, por lo que salir de ese círculo resulta muy difícil.

    En este sentido, no se debe olvidar que no es lo mismo hablar de una zona rural en países desarrollados que en países en desarrollo. Aunque en el primer caso se cuente con menos infraestructuras que las grandes urbes, no existen las enormes dificultades de acceso a la tecnología y a la energía eléctrica que se dan en territorios menos favorecidos.

    Analizando esta problemática desde un punto de vista de nuevos negocios, la transición energética aparece como una oportunidad prometedora para el desarrollo económico de las zonas rurales. Sin embargo, no es evidente la relación entre las energías renovables y el desarrollo rural sostenible. Aunque se han publicado muchos informes que recogen casos en los que las energías renovables han ayudado al desarrollo rural, no se ha establecido una metodología que permita determinar en qué medida las inversiones en energías renovables han permitido el desarrollo de las zonas rurales.

    Proyectos energéticos comunitarios

    En función del tipo de proyecto de energías renovables, el impacto social y económico en el entorno en el que se ubica es diferente. Cuando los proyectos son grandes es más fácil que favorezcan el empleo local tanto durante la construcción como durante la operación y mantenimiento. No siempre es así en los proyectos más pequeños, puesto que no requieren tanta mano de obra.

    Por otro lado, es más fácil que se produzca un desarrollo rural cuando la propiedad de las energías renovables recae en una comunidad de vecinos. De ese modo, los ingresos pueden reinvertirse en iniciativas locales, de manera que estas contribuyan a la mejora social, económica y medioambiental de la propia comunidad rural.

    Los proyectos energéticos colectivos pueden estar promovidos tanto por entidades sin ánimo de lucro como por agrupaciones formadas por habitantes de la zona. Así mismo, los proyectos pueden ser simplemente para el autoconsumo o pueden ser instalaciones a mayor escala que se financian de forma colectiva.

    No obstante, el plan de copropiedad tiende a beneficiar a los individuos que pueden permitirse comprar acciones, y no siempre se cumple el retorno de estos beneficios en la comunidad. Por otro lado, es cierto que cuando se reinvierten las ganancias se crea un enorme beneficio social, se crean nuevas capacidades y habilidades en las personas que participan en estos proyectos, crece el espíritu comunitario, la identidad y cohesión, así como la autonomía de la comunidad.

    Claves para impulsar el desarrollo local

    Así, cuando las zonas rurales se enfrentan a su situación más desfavorable, bien porque sus industrias son obsoletas y están en declive, o bien porque son zonas aisladas, la inversión en energías renovables puede ser una oportunidad para el desarrollo. Una estrategia local clara para la implantación de energías renovables depende de la identificación de posibles ventajas tanto económicas como sociales y de la necesidad urgente de actuar.

    La propiedad y el control local de los proyectos de energías renovables pueden facilitar su aceptación y maximizar los beneficios locales, generando riqueza en entornos tradicionalmente empobrecidos.

    Asimismo, son las propias zonas rurales quienes deben identificar y aprovechar sus puntos fuertes, tanto en lo que respecta a los recursos renovables disponibles como al contexto económico local. Pero también es cierto que es necesaria una Administración que facilite los trámites, y aporte un marco jurídico y un apoyo estable en el tiempo.

    Por último, un elemento clave en el avance de este tipo de iniciativas son los propios pioneros a los que se les debe ayudar a compartir su experiencia. En este sentido, las ayudas a emprendedores y empresas que desean abrir nuevas líneas de negocio alrededor de las energías renovables son agentes clave para su implementación y explotación.

    De esta forma, los proyectos de energías renovables pueden contribuir al desarrollo global, pero deben incluir a las partes interesadas locales para que realmente se produzca un desarrollo rural sostenible.

     

    Publicado en The Conversation el 11 de enero de 2021. Enlace al artículo original: https://bit.ly/3HTQisc

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