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#Incendios

  • Cómo adaptarnos a la nueva realidad de incendios

     5 - 7 minutos

    Steve Photography / shutterstock

    Hace 40 millones de años, la Antártida estaba cubierta de grandes bosques. Y hace 25 000 años, media Europa estaba cubierta de hielo y la otra media eran estepas frías. Gracias a la paleontología hoy sabemos que la vegetación de todo el mundo ha ido cambiando según han ido sucediendo cambios climáticos. Ya lo decía Humboldt, la vegetación y el clima están ligados.

    Si ahora, con nuestra inacción climática, hemos aceptado que cambie el clima, debemos aceptar también que cambie la vegetación. Es iluso querer conservar la vegetación del siglo XX con el clima del siglo XXI. Igualmente, la gestión forestal del siglo XXI no puede ser como la del siglo XX, cuando el clima era menos árido.

    Concentración de CO₂ en la atmósfera (en ppm) a lo largo de los años (de 1960 a 2020). En colores se muestra el incremento de temperaturas a escala global (climate stripes). También se indican las diferentes reuniones internacionales realizadas para debatir sobre el cambio climático. Tadzio Mueller / Wiebke Witt / Marius Hasenheit / Sustentio, CC BY

    Los grandes incendios forestales

    Los grandes incendios no se producen por una sola causa. Se producen por la coincidencia de igniciones en periodos de sequía y condiciones meteorológicas adversas (olas de calor, viento), en zonas con vegetación continua y fácilmente inflamable. Estas zonas a menudo son matorrales y vegetación en etapas tempranas después del abandono rural (incluidos bosques jóvenes) o plantaciones densas no gestionadas apropiadamente.

    El cambio climático interviene en la ecuación porque extiende la estación propensa a incendios, agudiza las sequías, incrementa la mortalidad de plantas (y la biomasa seca) e incrementa la frecuencia de condiciones meteorológicas favorables a los incendios (por ejemplo, olas de calor).

    Pero el gran incremento de incendios que se ha dado en la historia reciente de España ha sido independiente del cambio climático, y asociado principalmente al abandono rural. La disminución de la agricultura, del pastoreo y de la recolección de madera, y la falta de gestión en plantaciones forestales, generan paisajes más continuos y homogéneos donde el fuego se propaga fácilmente. En estos paisajes, el papel relativo del clima en los incendios aumenta a medida que dejamos que avance el cambio climático.

    La vegetación que aparecerá después de sequías e incendios recurrentes será diferente a la actual, porque muchas especies pueden no estar adaptadas a esos nuevos regímenes climáticos y de incendio. Presumiblemente la nueva vegetación será menos densa y menos forestal, y con cambios en la composición de especies.

    Podemos dejar que las sequías y los incendios vayan adaptando los pasajes al nuevo clima. El problema es que esos grandes incendios pueden tener consecuencias sociales y económicas. Una alternativa es adelantarse a los incendios.

    ¿Qué podemos hacer?

    Para evitar esos grandes incendios que perjudican a la sociedad, debemos adaptar nuestro paisaje y nuestro comportamiento a las nuevas condiciones ambientales. Esto incluye generar paisajes que sean más resilientes al régimen climático y de incendios que viene. Para ello, podemos poner en marcha estrategias como las siguientes:

    1. Generar paisajes heterogéneos

    Las discontinuidades en el paisaje y los mosaicos agroforestales reducen la propagación de incendios. Esto es especialmente importante en zonas cercanas a las poblaciones humanas. Hay diversas estrategias para alcanzar este objetivo, por ejemplo:

    Todas estas herramientas no son excluyentes; se pueden combinar según las distintas características socieoconómicas y del terreno. Ciertamente, estimular el mundo rural es fácil de decir, especialmente desde el mundo urbano. Pero en España, por ejemplo, no es evidente que haya suficiente población dispuesta a volver a la vida rural como para generar un cambio significativo en el paisaje. Quizás podría ayudar una política de inmigración que ofreciera esa posibilidad a personas que llegan en busca de condiciones mejores a las que se dan en sus países de origen.

    Paisaje en la zona de Gátova (Valencia) después de un incendio en el verano de 2017. Alternar cultivos en zonas de monte (mosaicos agroforestales) ayuda a frenar su propagación. Juli G. Pausas, Author provided

    1. Aprender a convivir con los incendios

    Eliminar los incendios de nuestros paisajes es imposible y contraproducente, especialmente en el marco del cambio climático. El reto de la gestión es crear condiciones que generen regímenes de incendios sostenibles tanto ecológica como socialmente.

    Enfocar las políticas de gestión de incendios únicamente a la extinción puede generar incendios grandes e intensos. Es más sostenible tener muchos incendios pequeños y poco intensos, que pocos incendios de grandes dimensiones e intensos.

    Para alcanzar estos objetivos se requiere profesionalizar a los actores que intervienen en la prevención y extinción de los incendios forestales. Son ellos quienes pueden generar los regímenes de incendios sostenibles, pero en muchas ocasiones trabajan en condiciones precarias.

    1. Minimizar y asumir riesgos

    Debemos evitar construir viviendas e infraestructuras en zonas con bosque mediterráneo altamente inflamable y reducir al máximo la interfaz urbano-forestal. Esto no solo reduce el peligro para las personas e infraestructuras, también reduce las igniciones. Entre los mecanismos para conseguirlo se incluyen la recalificación de terrenos (a no urbanizables) y la implementación de tasas (disuasorias) por construir en áreas con alto riesgo de incendios (pirotasas), entre otras.

    En zonas ya construidas, es necesario asegurar que se realizan tareas de autoprotección, como la implementación de franjas de seguridad con poca vegetación (o con cultivos) alrededor de las viviendas, o incluso implementar sistemas de riego prescrito. Es importante asegurar que las viviendas tengan seguro contra incendios forestales, y que no esperen que los bomberos necesariamente las protejan. Hay que asumir riesgos, responsabilidades y costes si se desea vivir en medio de paisajes altamente inflamables en lugar de en una zona urbana.

    Durante olas de calor, sería conveniente reducir la movilidad en el monte y en zonas de interfaz (urbano-forestal y agrícola-forestal) para minimizar el riesgo de igniciones.

    Ejemplo de interfaz urbano-forestal en un paisaje altamente inflamable en la Costa Brava (Platja d’Aro, Barcelona). Viviendas en una matriz forestal altamente inflamable como es este caso pronto o tarde se verán afectadas por un incendio; es cuestión de tiempo. Google Maps

    1. Conservar los bosques y los humedales

    Debemos conservar y restaurar los bosques en los microhábitats húmedos (refugios), para incrementar su resiliencia a los cambios en el clima.

    Hay que potenciar la restauración de humedales y otros ecosistemas litorales que, aparte de los beneficios para la biodiversidad, mantienen el ciclo del agua y contribuyen a la conservación del clima.

    La degradación de la costa (por la desecación de los humedales y la sobreurbanización) contribuye a la reducción de la precipitación y al incremento de gases de efecto invernadero (vapor de agua). Potenciar vegetación en zonas urbanas (jardines, árboles en las calles) también contribuye a la conservación del clima, además de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

    1. Restaurar con especies vegetales más resistentes

    La restauración no ha de tener como referencia el pasado, sino el futuro. En proyectos de restauración y en plantaciones, se deben utilizar especies (o poblaciones de las mismas especies) más resistentes a la sequía y a los incendios que las que había con anterioridad. Por ejemplo, especies y poblaciones que actualmente se encuentran en zonas más secas o con más incendios. Esto sería más sostenible que utilizar las estaciones de alta calidad forestal que se utilizaban con el clima del siglo pasado.

    1. Reducir el consumo de combustibles fósiles

    Esto es clave para frenar el aumento de gases de efecto invernadero, y así reducir la velocidad del cambio climático y la frecuencia de las olas de calor.

    Este verano tenemos grandes incendios principalmente en el oeste del Mediterráneo, y el verano pasado los tuvimos en el este, acorde con la distribución de las olas de calor de cada año. No hay ninguna novedad ni sorpresa en ello. Está todo dentro de lo esperado si seguimos sin adaptar el paisaje y nuestro comportamiento a las nuevas condiciones del siglo XXI. El fuego y las sequías lo harán por nosotros.

    Fuente: Juli G. Pausas, Investigador, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

  • El cambio climático ha aumentado el riesgo de incendios, pero aún podemos influir en cómo y dónde se producen

    Stefan Doerr, Author provided

    Debido a las actividades humanas, los niveles de CO₂ en la atmósfera son ya un 50 % más altos que en la época preindustrial, a pesar de una reducción momentánea en las emisiones de gases de efecto invernadero durante la pandemia. Como resultado, el mundo ya se ha calentado 1,1 °C en promedio, y estudios recientes indican que estamos en camino hacia los 2,7 °C de calentamiento para finales de este siglo.

    A medida que el clima se calienta, los episodios de sequía, altas temperaturas y baja humedad se vuelven más frecuentes y extremos. Además de tener importantes impactos en la sociedad, la producción de alimentos y la economía, estos fenómenos meteorológicos también elevan el riesgo de incendios forestales.

    El cambio climático está secando la vegetación, haciendo que los paisajes sean más inflamables y aumentando así la probabilidad de que se produzcan incendios más grandes y peligrosos. Los cambios en las condiciones meteorológicas propicias a incendios se pueden medir utilizando índices de pirometeorología (en inglés fire weather indexes), que clasifican el nivel de riesgo de incendios forestales bajo un conjunto dado de condiciones atmosféricas (temperatura, humedad, lluvia y viento).

    En un nuevo análisis global hemos descubierto que, en muchas regiones del mundo, las condiciones meteorológicas propicias a incendios están aumentando a un ritmo incluso superior al estimado por los modelos climáticos.

    Temporadas de incendios más largas y extremas

    En nuestro estudio utilizamos observaciones meteorológicas y modelos climáticos para evaluar las tendencias pasadas, presentes y futuras en las condiciones pirometeorológicas y así poder entender mejor cómo está cambiando el riesgo meteorológico de incendios tanto a nivel global como en países y regiones específicas.

    También analizamos resultados de otras investigaciones recientes para evaluar cómo cambios en condiciones meteorológicas y climáticas, pero también en los usos del suelo y la cubierta vegetal, influyen en los incendios que se producen y se producirán en el futuro.

    Nuestros resultados indican que la duración de la temporada de incendios –periodo del año en que la mayoría de los incendios ocurren– ya ha aumentado significativamente en muchas regiones del mundo desde la década de 1980. En promedio, la temporada de incendios se ha alargado un 27 % a nivel mundial, con aumentos particularmente pronunciados en la cuenca mediterránea (55 %) la Amazonía (94 %), y los bosques occidentales de América del Norte(70 %).

    Además, la cantidad de días con riesgo meteorológico de incendios extremos ha aumentado un 54 % a nivel mundial, y unos escalofriantes 132 % en la cuenca mediterránea y 166 % en la Amazonía. Debido a esto, incendios más grandes, intensos, y difíciles de contener son ahora más probables que en el pasado. Esta es una de las razones por las que algunos de los incendios recientes en el oeste de los EE. UU. y Australia han sido tan extensos y dañinos. Estos incendios extremos, también llamados incendios de sexta generación, megaincendios o tormentas de fuego, ocasionan mayores impactos en los ecosistemas y emiten más CO₂ a la atmósfera.

    Las temporadas de incendios se están ampliando. Los asteriscos señalan el nivel de calentamiento global en el que las condiciones pirometeorológicas no tiene precedentes en comparación con el clima preindustrial. El CMIP se refiere al grupo de modelos climáticos utilizados. Jones et al. (2022), Author provided

    Además, en el futuro, la influencia del cambio climático en el riesgo de incendios aumentará sustancialmente con cada grado adicional de calentamiento global.

    Si las temperaturas globales alcanzan más de 2 °C por encima del promedio preindustrial, las condiciones meteorológicas proclives a incendios sobrepasarán las conocidas en la historia reciente de la mayoría de las regiones del mundo.

    Cada década hay más días con condiciones meteorológicas extremas para los incendios. Jones et al. (2022), Author provided

    Los humanos influimos, y mucho, en la ocurrencia de incendios forestales

    El cambio climático y sus efectos en las condiciones pirometeorológicas no son los únicos factores que determinan cómo y cuándo se producen incendios. Las acciones humanas influyen profundamente en que unas condiciones meteorológicas de riesgo den lugar a un incendio forestal, ya sea favoreciendo o contrarrestando el efecto del cambio climático.

    Los incendios provocados por las personas son especialmente relevantes fuera de los vastos bosques septentrionales de Eurasia y Norteamérica, donde hay una densidad de población muy baja y la mayoría de los fuegos son provocados por rayos. En la mayoría del resto del mundo, chispas procedentes de tendidos eléctricos o de maquinaria agrícola, o el uso inadecuado del fuego en prácticas agrícolas y ganaderas aumentan el riesgo de incendios forestales.

    Pero el ser humano también ha reducido en muchas zonas la probabilidad de que se produzcan incendios, al dificultar la propagación de las llamas en paisajes naturalmente propensos al fuego. Esto incluye, por ejemplo, la conversión de vegetación natural a tierras de cultivo o zonas urbanas y es especialmente visible en sabanas de África, Brasil y norte de Australia, donde la superficie quemada ha disminuido en las últimas décadas.

    El planteamiento habitual de supresión total de incendios en paisajes naturalmente propensos al fuego –aplicado en muchas regiones de EE. UU., Australia y la Europa mediterránea– puede eliminar las llamas durante un tiempo, pero también hace que se acumule combustible vegetal en exceso, lo que contribuye a incendios forestales más graves, especialmente durante épocas de sequías.

    Cambio en la duración de la temporada de incendios (número de días al año) bajo diferentes escenarios de aumento de temperaturas. Jones et al. (2022), Author provided

    Aunque las condiciones climáticas que favorecen los incendios forestales están en una trayectoria ascendente en casi todo el mundo, las acciones humanas mencionadas todavía reducen, o incluso anulan, los factores climáticos en muchas regiones. Esto puede parecer alentador, pero la eficacia de nuestros esfuerzos para contrarrestar el efecto del cambio climático disminuye con cada décima de grado de calentamiento adicional.

    Es difícil predecir cómo la combinación de cambio climático y actividades humanas afectará al riesgo futuro de incendios forestales, pero hay algo muy claro: reducir y revertir la acumulación de CO₂ y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera reducirá la aceleración del riesgo de incendio. Las condiciones meteorológicas que favorecen los incendios ya han aumentado más rápido de lo anticipado en muchas regiones y condenar a nuestro planeta a un mayor calentamiento a través de nuestras emisiones sin duda las elevará aún más.

    No mantener el calentamiento global por debajo de los 2 °C, el objetivo mínimo del Acuerdo de París, tiene un precio peligroso: el riesgo de incendios forestales sin precedentes. Lo que hagamos a continuación importa, y mucho.

    Este artículo fue publicado originalmente en inglés

    Fuente: The ConversationStefan H Doerr, Professor of Geography and Director of the Centre for Wildfire Research, Swansea University, Cristina Santín, Investigadora Ramón y Cajal, Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (Universidad de Oviedo -CSIC), John Abatzoglou,Associate Professor of Engineering, University of California, Merced, Matthew William Jones, NERC Independent Research Fellow in Physical Geography, University of East Anglia y Pep Canadell, Chief Research Scientist, Climate Science Centre, CSIRO Oceans and Atmosphere; Executive Director, Global Carbon Project, CSIRO

  • Reacciones a la ola de incendios forestales registrados en la península ibérica

     5 - 6 minutos

    Coincidiendo con la ola de calor, se han originado y propagado numerosos incendios forestales en la península ibérica, con dos víctimas mortales en la provincia de Zamora. 

    Incendio en el Parque Nacional de Monfragüe, en el municipio de Deleitosa (Cáceres). / Ismael Herrero | EFE

    Cristina Santín Nuño,Investigadora Ramón y Cajal en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (CSIC-Universidad de Oviedo-Principado de Asturias). Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (CSIC-Universidad de Oviedo-Principado de Asturias).

    Bajo estas condiciones meteorológicas tan extremas de calor, sequedad y, en algunos casos, más viento, es más fácil que los incendios que se producen sean más virulentos: más rápidos, más intensos y, por tanto, más peligrosos y difíciles de controlar.  

    Para que se produzca un incendio necesitamos tres ingredientes: algo que lo empiece (fuente de ignición), vegetación que lo alimente y condiciones meteorológicas que hagan que esa vegetación esté suficientemente seca para que queme. Las olas de calor facilitan este tercer ingrediente. Además, muchas veces estas olas de calor conllevan tormentas eléctricas que, cuando no vienen con lluvia, son fuentes de ignición importantes.  

    Lo que pase el resto del verano dependerá de cuantas olas de calor más vengan. Llevamos ya tres y no hemos acabado julio.  

    El cambio climático ya ha hecho que el riesgo meteorológico de incendios aumente en todo el mundo. Por ejemplo, en la cuenca mediterránea, el riesgo meteorológico extremo de incendio (asociado a olas de calor como las que estamos viviendo) se ha duplicado en los últimos 40 años. Además, la temporada de incendios se ha alargado ya casi un mes. Esto quiere decir que el cambio climático está facilitando que haya más incendios y más graves. Pero no es solo cuestión del cambio climático; el abandono rural en nuestro país está haciendo que haya más vegetación en nuestro paisaje y esta vegetación sea más continua. La combinación de más vegetación y más calor es la que desencadena situaciones desastrosas como las que estamos viendo ahora.  

    En cuanto a las fuentes de ignición, el origen natural es siempre por rayos y, en algunas zonas de España, esta causa es bastante frecuente. Pero en muchas regiones de nuestro país, la mayoría de los incendios son de origen humano, bien por accidentes o negligencias o por incendios intencionados causados por incendiarios. Es esencial entender estas causas e intentar limitarlas todo lo posible. Por ejemplo, prohibiendo algunas actividades al aire libre cuando el riesgo de incendio es extremo (por ejemplo, barbacoas o trabajos con maquinaría que desprenda chispas). En el caso de los incendios intencionados, es un tema muy complejo. La gente habla siempre de aumentar las penas legales pero esa no puede ser la única solución ya que, para empezar, demostrar que alguien ha sido el culpable es tremendamente complicado. En mi opinión hay que trabajar con y desde la población rural para intentar solucionarlo.  

    No hay conflicto de intereses

    Adrián Regos Sanz,Doctor en ecología terrestre e investigador del Centro Tecnológico y Forestal de Catalunya (CTFC). Centro Tecnológico y Foresal de Catalunya (CTFC)

    Un año más, y en plena ola de calor, sentimos la impotencia de ver nuestros bosques y espacios naturales más emblemáticos arder con pocas opciones realistas para hacerles frente. ¿Y a qué se debe esta recurrente situación? El problema no es reciente, viene de largo. En España, como en muchos países del sur de Europa, el abandono rural y la consecuente pérdida de la actividad agropastoral tradicional ha favorecido la transición hacia paisajes más inflamables. La cantidad de ‘combustible’, es decir, de vegetación disponible para arder, ha aumentado en las últimas décadas. El abandono que está sufriendo nuestro mundo rural desde mediados del siglo pasado no solo conlleva un mayor riesgo de incendio sino la pérdida progresiva del gran valor cultural asociado a estas actividades tradicionales, además de una pérdida irreparable de biodiversidad —son muchas las especies adaptadas a los hábitats creados por la agricultura y ganadería extensiva en nuestro país—. Gran parte de nuestros pastizales, brezales o humedales han sido progresivamente reemplazados por plantaciones forestales, cuya planificación responde exclusivamente a intereses económicos y cuya gestión brilla por su ausencia.  

    Pero el aumento en la intensidad y severidad de los incendios que estamos sufriendo en la última década no solo responde a esta variable. Es su interacción con otros factores lo que hace de esta compleja ecuación un problema difícil de resolver. Las políticas actuales de extinción están centradas en la supresión inmediata de cualquier tipo de incendio, independientemente de las condiciones y la intensidad con la que se produzca. Esta política está favoreciendo paradójicamente la acumulación de ‘combustible’, al privar a nuestros ecosistemas de un proceso ecológico fundamental, el fuego. ¿Cómo gestionar nuestros paisajes forestales sin fuego?, ¿dónde están los recursos para una gestión a escala de paisaje que nos permita hacer frente a esta nueva generación de incendios? Vienen para quedarse y necesitamos ser conscientes de que el calentamiento climático solo va a favorecer las condiciones para que estas olas de incendios se repitan con más frecuencia y virulencia. La acumulación progresiva de vegetación sin gestionar, bajo las condiciones de sequía y estrés hídrico a la que están expuestas, crea las condiciones ideales para la generación de eventos extremos ante los cuales las brigadas de extinción tienen poco que hacer, más allá de arriesgar sus vidas.   

    Necesitamos ser conscientes del problema. Necesitamos crear paisajes más resistentes y resilientes a los grandes incendios forestales, caminar hacia territorios ‘fire-smart. Nuestros paisajes necesitan una gestión proactiva, adaptativa y holística que permita un desarrollo rural compatible —a medio y largo plazo— con la biodiversidad y los servicios ecosistémicos. Para ello es necesaria una actitud conciliadora, integradora y una visión holística que favorezca las sinergias entre las diferentes políticas sectoriales y reduzcan los riesgos asociados con el cambio climático y el abandono rural en nuestro país. El Pacto Verde Europeo ofrece el marco normativo para hacer frente a estos retos, y sin duda, una oportunidad única para integrar una visión ‘fire-smart’ en las nuevas políticas energéticas, ambientales y agroforestales.

    No hay conflicto de intereses

    Cristina del Rocío Montiel,Catedrática de Análisis Geográfico Regional y directora del Grupo de Investigación 'Geografía, Política y Socioeconomía Forestal'. Universidad Complutense de Madrid

    Las olas de calor y los grandes incendios han existido siempre, pero ni las olas de calor han sido tan frecuentes ni los incendios han sido tan intensos y desproporcionados. Ya no se trata de situaciones meteorológicas puntuales de carácter extremo. El cambio climático provoca olas de calor más intensas en momentos y lugares insólitos. Y las características del paisaje actual provocan también incendios diferentes, más rápidos, violentos y completamente fuera de capacidad de extinción.

    Desde mediados del siglo pasado está cambiando aceleradamente el régimen de incendios (frecuencia, intensidad y superficie media) pero, sobre todo, está cambiando el contexto socioespacial en el que se producen ahora (simultaneidad, incertidumbre y vulnerabilidad de la población). La "pirotransición" o cambio brusco del comportamiento del fuego fue consecuencia de la desestabilización del paisaje debido a la sustitución del combustible vegetal (leñas) por el combustible fósil (derivados del petróleo), que acompañó al crecimiento urbano y al proceso de industrialización del país. El cambio climático ha provocado nuevas condiciones de riesgo. El problema al que nos enfrentamos hoy es diferente y exige también políticas diferentes.

    No hay conflicto de intereses

    Fuente:

  • Verano de extremos: inundaciones, calor y fuego

    Las fuertes lluvias han provocado inundaciones devastadoras que causaron decenas de víctimas en Europa Occidental. Partes de Escandinavia están soportando una ola de calor duradera y las columnas de humo de Siberia han afectado la calidad del aire en la línea de fecha internacional en Alaska. El calor sin precedentes en el oeste de América del Norte también ha provocado devastadores incendios forestales.

    Humedad del suelo, capa superior

    "Si bien los estudios de atribución rápida han demostrado el vínculo claro entre el cambio climático inducido por el hombre y los episodios de olas de calor sin precedentes registrados en el oeste de Estados Unidos y Canadá, los patrones climáticos en todo el hemisferio norte han mostrado patrones ondulados planetarios inusuales en este verano. Esto ha trajo condiciones de calor, sequías, frío y humedad sin precedentes en varios lugares. Es necesario investigar la conexión de esta perturbación a gran escala de la temporada de verano con el calentamiento del Ártico y la acumulación de calor en el océano ", dijo el Dr. Omar Baddour, director de División de Políticas y Vigilancia del Clima de la OMM.