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COVID-19

  • ¿Cómo será el segundo verano de la pandemia?

    El verano de 2021 será la segunda temporada estival marcada por la pandemia de covid-19. Para plantearnos los posibles escenarios que se den este verano hay que analizar las tres facetas que el concepto One Health (Una Salud) considera que están relacionados: el virus, el medio ambiente y la población humana.

    Empezamos por el primer término del trinomio, los virus. Los coronavirus tienen una envoltura que los vuelve más vulnerables a muchas situaciones físico-químicas. La intuición nos diría que esta capa les protege. Sin embargo, esa envoltura, donde se insertan las moléculas que reconocen los receptores celulares y que abren la puerta a la infección, es una capa débil, que se pierde fácilmente, y, con ella, esas moléculas. Es como si en vez de tatuadas en la piel, estuvieran en un abrigo que se desprende fácilmente bajo la acción de agentes físicos, como la temperatura, las radiaciones solares, la desecación, la acidez, etc.

    Tras desprenderse el abrigo, el virus no es reconocido por los receptores celulares. En este sentido, se ha determinado que el virus SARS (pariente muy próximo a SARS-CoV-2) pierde rápidamente su infectividad a temperaturas superiores a 30ºC y con humedad relativa elevada.

    Dicho sea de paso, la envoltura, compuesta por lípidos, es lo que hace que los geles hidroalcohólicos, el jabón y los detergentes sean tan eficaces para inactivar al virus.

    Más vida en el exterior, aerosoles inactivados más rápido

    La segunda cuestión que hay que abordar es la referida al mecanismo de transmisión. En un principio se pensó que el SARS-CoV-2 podría transmitirse incluso por vía feco-oral (al encontrarse ácidos nucleicos en las heces mediante PCR).

    Pero lo cierto es que a día de hoy parece que la vía más importante es la transmisión por aerosoles. Es decir, burbujas muy pequeñas que engloban a las partículas víricas y les permiten viajar distancias de 5 a 10 metros o más.

    Pero estas burbujas no están acorazadas y aquí es donde el análisis del medio ambiente toma relevancia. ¿Qué nos han dicho durante el invierno? Nos han aconsejado por activa y por pasiva que ventiláramos bien para garantizar que las partículas víricas potencialmente eliminadas por personas infectadas eran correctamente trasladadas al exterior. Una vez ahí, el sol, la humedad, las radiaciones y demás agentes enumerados en el párrafo previo, pueden ejercer su efecto letal e inactivar al virus.

    El verano, un enemigo para el virus

    En verano lo tenemos mucho más fácil porque realizamos mucha más vida en el exterior. Por tanto, los virus eliminados por una persona en el exterior se dispersan con mayor facilidad, perdiendo su elevada concentración, y se inactivan más rápidamente.

    Esto no es solo teoría, pues las observaciones de lo que ocurre en verano con otras infecciones respiratorias (y con el propio SARS-CoV-2 el pasado periodo estival) lo respaldan.

    Veamos el ejemplo de la gripe de 1918. Esta se extendió desde la primavera de 1918 hasta la de 1919. En el Reino Unido (donde el verano es más breve y más tardío que en España) la mínima incidencia se registró durante los meses de agosto y septiembre de 1918.

    Aunque en enero de 1919 hubo otro periodo de relativa tranquilidad, el pico que lo siguió empezó a disminuir al irse haciendo los días más largos, con mayor luminosidad y radiaciones, mayor calor y, en condiciones diferentes de humedad relativa, hasta que la incidencia retornó a valores de otros años.

     

    Registro de la ‘gripe española’ y sus olas. / Dora C Pearce et al. CC BY

     

    En el caso de SARS-CoV-2 también se puede apreciar una dinámica similar, aunque la amplitud de los picos sea distinta por las medidas de control de que disponemos hoy, muy diferentes de las de hace 100 años.

    Así, la mínima incidencia en España se registró de mayo a julio. No haríamos honor al gran esfuerzo que realizamos la primavera del 2020, confinándonos a cal y canto de forma masiva en España, si no concediéramos valor a este sacrificio en la baja incidencia registrada durante este periodo.

    Pero seguro que también jugaron un papel importante en el descenso de la incidencia las condiciones climatológicas, el mayor índice de radiación, la desecación, etc.

    Vacunación y responsabilidad humana

    El tercer factor del trinomio es la población humana, un factor posiblemente más impredecible que los otros dos. Aquí los dos aspectos a considerar son la tasa de vacunación y nuestra propia actitud colectiva.

    Los datos que se registran sobre el efecto de las vacunas nos hacen confiar plenamente en su eficacia. Y si sigue la tendencia actual, podemos ser optimistas respecto a que durante el verano la situación esté bastante controlada.

    Cuando a 14 de junio está vacunada (con al menos una dosis) el 45'3 % de la población y cada día se vacuna al 1,08 %, se estima que el 70 % (considerado como inmunidad de grupo, en el que teóricamente se restringe la transmisión) se alcanzará el 19 de agosto.

    Obviamente esta fecha puede variar por muchos motivos: puede modificarse al alza o a la baja el número de dosis que España reciba y puede disminuir el número de personas que están “deseando” ser vacunadas.

    Reticentes a la vacunación

    Afortunadamente, hasta la fecha, el porcentaje de las personas contrarias a la inmunización oscila entre el 5,4 y el 6,5 % –según el CIS– y solo el 3,7 a 3,8 % de los entrevistados indican que no querrán vacunarse cuando llegue su turno.

    Aunque este valor es bastante estable desde febrero, está muy al albur de circunstancias que pueden restar eficacia a la intención de vacunación, especialmente debido a explicaciones deficientes por parte de los responsables políticos.

     

    Infografía sobre el contenido del artículo. / UCC+i Complutense. CC BY

     

    Finalmente, las mascarillas han demostrado ser un elemento importante para prevenir la infección. Tras una explosión de afectividad el fin de semana que decayó el estado de alarma, parece que, salvo excepciones, la población en general se está comportando con responsabilidad.

    Por favor, sigamos así durante unas semanas más, que aliados a la sensibilidad del virus, las condiciones atmosféricas que conlleva el verano y el ágil ritmo de vacunación nos hacen ser optimistas sobre lo que ocurrirá en un futuro muy próximo. No nos amparemos en una falsa sensación de vencedores de una guerra que se ha llevado muchas vidas por delante y el sufrimiento de otros muchos.

     

    Publicado el 14 de junio de 2021 en The Conversation por Esperanza Gómez-Lucía. Enlace al artículo origin

    al: https://bit.ly/3xyZ4qr

    Cláusula de Divulgación

    Esperanza Gómez-Lucía no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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  • ¿Es realmente tan peligrosa la nueva variante ómicron?

    5 - 6 minutos

    Shutterstock / r Fit Ztudio

    La identificación de una nueva variante del SARS-CoV-2 en Sudáfrica, caracterizada por un gran número de mutaciones (55 en todo el genoma, 32 en la proteína S o espícula) y el aumento vertiginoso de su incidencia relativa en esa población ha disparado una vez más las alertas a escala mundial. Varios países han cerrado el tráfico aéreo con Sudáfrica y hay expertos que indican que es “la variante más preocupante que hemos visto hasta la fecha”. La OMS la ha elevado a la categoría de “variante preocupante” y la ha designado con la letra griega “ómicron”.

    Pero, con los datos disponibles, ¿podemos aceptar la pertinencia de estas afirmaciones?, ¿se basan en demostraciones o son conjeturas?, ¿cuándo podemos definir una nueva variante como de preocupación y qué consecuencias tiene eso sobre nuestra estrategia frente a la pandemia? Intentaré en los siguientes párrafos arrojar un poco de luz sobre estos temas.

    La secuencia genómica de la variante ómicron (linaje B.1.1.529 en el sistema PANGO, o linaje 21K de NextStrain) muestra 55 mutaciones respecto al virus original de Wuhan, 32 de ellas situadas en la proteína S o espícula, la más importante por su papel en la infección de las células y la respuesta inmunitaria.

    Muchas de esas mutaciones se han detectado previamente en variantes de preocupación (VOCs) o de interés (VOIs) del virus, como las mutaciones N501Y (presente en las VOCs alfa, beta y gamma), las T95I, T478K y G142D (todas en delta), o se ha demostrado su papel en la interacción con el receptor celular ACE2 (S477N, Q498R), o se encuentran en regiones de unión de algunos anticuerpos (G339D, S371L, S373P, S375F).

    Esta acumulación de mutaciones con efectos conocidos ya es motivo de interés y preocupación, pero todavía se tienen que realizar los experimentos adecuados para demostrar sus efectos cuando se encuentran simultáneamente.

    Los efectos de dos mutaciones no son siempre aditivos y las interacciones (epistasias en lenguaje técnico) pueden ser tanto en sentido positivo (aumentando el efecto de cada una) como negativo (disminuyéndolo).

    Hasta que no dispongamos de resultados de laboratorio y de datos epidemiológicos y de vigilancia genómica que nos demuestren una mayor transmisibilidad o mayores posibilidades de escape frente a la respuesta inmunitaria no es razonable pasar de vigilancia a alerta o, menos aún, a alarma.

    La razón esgrimida por la OMS para declararla como VOC es que puede estar asociada a un mayor riesgo de infección, si bien no hay todavía información pública que respalde esta afirmación.

    Mutaciones detectadas en el genoma de la variante omicron comparado con el virus originario de Wuhan.

    Vigilancia genómica sudafricana

    Sin embargo, las señales de alerta se han disparado debido al rápido aumento de casos detectados en Sudáfrica con esta variante. No es extraño que una nueva variante se detecte en este país, uno de los que tiene mejor sistema de vigilancia genómica del SARS-CoV-2 y en el que, como en casi todos los países del continente africano, la vacunación no ha progresado de la misma forma.

    Gracias a su vigilancia, rápidamente se obtuvo la secuencia del virus responsable de un brote de covid-19 observado en la provincia de Gauteng, en un momento con una incidencia acumulada muy baja de la infección (alrededor de 10 casos por 100 000 habitantes). En esas circunstancias, cualquier variante asociada a un brote alcanza rápidamente una alta frecuencia relativa, lo que puede indicar una mayor transmisibilidad pero también que crece donde apenas había nada.

    Si la principal causa de alarma es la transmisibilidad, otras propiedades asociadas a mutaciones en la espícula no dejan mucho lugar a la tranquilidad, como hemos indicado previamente. De nuevo nos planteamos la pregunta de cómo surge un virus con tantas mutaciones. La respuesta no es definitiva, pero la principal sospecha es que ha evolucionado en un paciente con un sistema inmunitario debilitado infectado durante un periodo prolongado de tiempo, al cabo del cual se ha transmitido a otras personas en una cadena que nos es desconocida por ahora.

    Detección de variantes con la mutación del 69/70 en la proteína S en muestras analizadas en Sudáfrica. El eje de ordenadas Y1 corresponde al número de pruebas (valores en rosa) y el Y2 a la proporción de pruebas con fallo en la detección del gen S, causado por esa mutación. El pico observable alrededor de junio 21 corresponde a la variante alfa, mientras que el aumento reciente se asigna a la variante omicron. Obsérvese la baja incidencia (bajo número de pruebas realizadas) en las últimas semanas. @tuliodna / Centre for Epidemic Response & innovation, South Africa

    ¿Qué podemos hacer frente a una nueva variante preocupante?

    Por el momento, tenemos las mismas herramientas que contra las demás: vacunar, usar mascarillas, mantener distancias, ventilar los recintos cerrados, es decir, reducir al máximo la exposición y circulación del virus, aumentar la población inmunizada en todos los países del planeta, limitando las oportunidades de que aparezcan nuevas mutaciones en el virus.

    Aunque pensábamos que tras la variante delta sería difícil que aparecieran variantes de preocupación, la variante ómicron nos ha vuelto a sorprender. Con independencia de que tenga o no las graves consecuencias que justifican su declaración como VOC, es evidente que la evolución del SARS-CoV-2 puede seguir deparando sorpresas. Cuanto antes reduzcamos esas posibilidades, mejor para todos.

     Fuente: Fernando González Candelas Catedrático de Genética. Responsable Unidad Mixta de Investigación "Infección y Salud Pública" FISABIO-Universitat de València I2SysBio. CIBER Epidemiología y Salud Publica, Universitat de València

  • ¿Podemos detectar las noticias falsas? ¿En quién confiamos?

     4 - 6 minutos

     Shutterstock / Ink Drop

    Las noticias falsas o fake news fueron definidas por The New York Times como una “historia inventada con la intención de engañar, a menudo con un beneficio monetario como motivo”.

    Su objetivo principal es manipular la opinión pública para influir en los comportamientos sociopolíticos o en los sistemas de creencias de las masas, y normalmente se generan por intereses ideológicos o económicos. Detectarlas es cada vez más una prioridad social, y la inteligencia artificial es la única herramienta que puede contener la invasión de bulos online.

    En el proyecto Living-Lang, los grupos de investigación GPLSI (Universidad de Alicante) y SINAI (Universidad de Jaén), trabajamos en la detección automática de noticias falsas. Estamos desarrollando un sistema basado en inteligencia artificial que marcará en un texto, de modo automático mientras se está leyendo, las incongruencias, y otras señales que alerten de que la información no es confiable. Hemos probado el sistema de detección en noticias sobre la covid-19.

    Defendernos en la era de la posverdad

    Las noticias falsas son el alimento de la “posverdad” en la que vivimos. Posverdad, escogida como palabra del año 2016 por el diccionario Oxford, se refiere a un fenómeno de distorsión en el que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que las apelaciones a la emoción y a las creencias personales.

    Detectar la información no confiable

    Las técnicas de inteligencia artificial de forma general y de procesamiento del lenguaje natural de forma concreta toman un especial protagonismo para mejorar y acelerar el proceso de detección. Tecnologías como el aprendizaje automático o aprendizaje profundo hacen posible detectar características en la información que la hacen no confiable. Y todo esto trabajando entre millones de datos.

    Las tecnologías para verificar hechos trabajan de distintas maneras. Hay enfoques de referencia, que buscan un hecho en alguna fuente de referencia; de aprendizaje automático, que intentan aprender señales de probabilidad de veracidad; y contextuales, que evalúan la probabilidad de veracidad en función del tiempo que sobreviven las historias. Lo ideal sería combinar estos tres tipos.

    Debido a la complejidad de detectar un bulo, la tarea no se aborda como un todo, sino como pequeñas subtareas relacionadas que deberían acabar integrándose en un único sistema global de detección.

    Errores en la estructura y en el contenido

    Hemos diseñado un sistema que comprueba la noticia en dos niveles, analiza su estructura y su contenido. Para analizar su estructura, revisamos si cumple las normas de periodismo clásicas: la regla de las 5W1H y la pirámide invertida (un concepto de estructura textual relacionado con el periodismo).

    La regla de las 5W y una H se refiere a que cualquier texto periodístico ha de responder a estas preguntas: What = Qué, Where = Dónde, When = Cuándo, How = Cómo, Who = Quién y Why = Por qué. Esta teoría es un método efectivo que se adaptó en los distintos medios de comunicación.

    Además, la pirámide invertida consiste en jerarquizar la información, contando en el primer párrafo lo más relevante. La inteligencia artificial detecta si el texto que analiza sigue esta regla y, si no lo hace, la información que contiene puede no ser confiable.

    Respecto al contenido de la noticia, dividimos las partes de una noticia (título, subtítulo, etc), y utilizamos un sistema de verificación de hechos (fact checking) para comprobar los hechos factuales que se indican con bases de conocimiento. También extraemos diversas características lingüísticas de forma automática.

    ¿Cómo hemos probado el sistema?

    Para probar la efectividad de nuestro sistema hemos generado un conjunto de datos (dataset) de noticias relativas a la covid-19 que contiene noticias reales y falsas. Un ejemplo de noticia publicada y que es falsa es la siguiente:

    “El covid-19 no es un virus, es un exosoma. Es la contaminación lo que debilita el sistema inmune, y, como consecuencia, la gente muere por varias causas, incluso la gripe estacional, y todas las muertes se etiquetan como coronavirus. Es una estafa. Y empeorará, cuando la 5G esté plenamente desplegada en la Tierra y el espacio, van a morir miles de millones de personas y se culpará a otra pandemia. No es un virus, es un arma electromagnética.”

    En nuestro trabajo de investigación hemos etiquetado manualmente un conjunto de noticias, en cuanto a estructura, contenido y veracidad.

    Haciendo uso de algoritmos de aprendizaje automático y profundo, y usando como entrada un dataset relativamente pequeño debido a la complejidad en la anotación, los resultados obtenidos han sido muy prometedores. Hemos obtenido un 75 % de acierto en la veracidad de una noticia partiendo de un texto plano extraído de internet. La investigación ha sido publicada recientemente en una revista de alto impacto internacional.

    La siguiente imagen muestra un ejemplo del etiquetado que se realiza sobre un párrafo cualquiera:

    Etiquetado de una noticia.

    Con los buenos resultados obtenidos, el siguiente paso es desarrollar una aplicación final que marque automáticamente el texto de una noticia mientras se lee y que alerte mediante una señal de partes de la noticia que puedan ser falsas, indicando la referencia con otros textos similares en los que se pueda contrastar su veracidad.

    De esta forma tanto un usuario final como un periodista podrían utilizar esta información para tomar la decisión más conveniente sobre su veracidad.

     Fuente: Doctor en Ingeniería Informática. Subdirector de la Escuela Politécnica Superior de Jaén., Universidad de Jaén y Titular Universidad Lenguajes y Sistemas Informáticos, Universidad de Alicante

  • ¿Por qué no escuchamos a los científicos cuando nos dicen que la pandemia no ha terminado?

    6 - 8 minutos

    El muerto al hoyo y el vivo al bollo, dice el conocido refrán castellano. Esa es la actitud que observamos diariamente en nuestras calles tras el levantamiento del estado de alarma. De poco sirven las advertencias de las autoridades sanitarias y del colectivo científico. Todo es cuestión de la escala en la que nos movamos.

    ¿Qué le sucede a nuestro cerebro? ¿Llegamos a un punto de saturación en el que todo vale y el elevado riesgo de contraer la covid-19 que supone saltarse las medidas compensa las necesidades de socialización y disfrute? Ya sea un problema individual o un comportamiento de grupo lo que prime en nuestro quehacer diario, las terribles consecuencias de poner fin a las restricciones nos abocan a una nueva situación de alarma sanitaria.

    Este virus ni se ha extinguido ni el nivel de vacunación al que ha llegado la humanidad es suficiente como para darlo por vencido. Dada la cantidad de información que poseemos, ¿es posible que el nivel de saturación condicione a nuestro cerebro y eludamos las normas básicas de conducta para evitar enfermar? Ni las autoridades sanitarias ni mucho menos la ciudadanía sabemos si las duras medidas de control de la pandemia que hemos sufrido durante el último año, si las cuarentenas o el aislamiento de las personas infectadas o el cierre de la restauración permitirán arrinconar al SARS-Co-V2. Pero ya es difícil encontrar a alguien que no haya visto las terribles consecuencias de enfermar por covid-19. Ni el negacionista más acérrimo puede negar las muertes y graves secuelas del coronavirus.

    Normalizamos términos científicos como variantes y tememos la invasión de las denominadas delta (india), británica, brasileña o sudafricana. Una sucede a otra constantemente llegando a ser la predominantes en pocas semanas, hasta que aparece otra en el mapa. Lejos de preocuparnos, hemos esperado ansiosos el levantamiento del toque de queda y de las mascarillas para salir a cenar o a compartir botella con nuestras amistades. La culpa, ¿se debe a nuestra inconsciencia, a la falta de responsabilidad individual o colectiva, o es nuestro cerebro quien gobierna, evalúa los riesgos y decide (el ser humano inventó hace miles de años la inteligencia no-artificial) que compensa salir a disfrutar?

    A alguna de estas preguntas daremos respuesta en este artículo.

    El ser humano es un animal racional, pero no del todo. La mayoría de las decisiones humanas no se basan en un análisis lógico del problema y una toma de decisiones con la información suficiente y suficientemente relevante, especialmente en temas complejos que no dominamos y ante un enemigo invisible como es un virus.

    Son conocidos los postulados de Daniel Kahneman, doctor en psicología e investigador que recibió el Nobel en 2002 por sus aportes sobre la economía conductual, que prueba que nuestros sesgos pueden arruinar nuestros análisis, incluso en aspectos tan tangibles como nuestras decisiones económicas de la vida diaria. Concretamente planteó, junto con Tversky, la ley de los pequeños números, que es la evaluación de riesgos que realizamos al azar, con información no representativa o insuficiente, útil para ser aplicada a las pequeñas decisiones diarias, pero que no debería extenderse al ámbito científico ni a las decisiones importantes.

    Adentrándonos en materia, entramos en el campo de los sesgos cognitivos, es decir, aquellos errores de pensamiento, percepción o juicio que de manera constante cometemos cuando seleccionamos información, la organizamos y la utilizamos.

    Shutterstock / Lightspring

    Los sesgos cognitivos más habituales

    Es común el efecto de conservación o mayor efecto de la primera impresión (anchoring). Además, nos cuesta cambiar y tendemos a prestar más atención a la información que confirma nuestra idea inicial: efecto del statu quo. En otras palabras, si creemos una cosa y aparece en un medio de comunicación una noticia que parece verificar esa idea, ya no necesitamos más. Eso era lo que nos hacía falta para afianzar nuestro pensamiento, ya fuera correcto o no.

    Otro sesgo común relacionado con el anterior es la realización de observaciones sesgadas (sesgo de selección de información), prestando atención solo a los datos que confirman nuestras hipótesis de partida, y obviando en nuestro análisis aquella información que no concuerda con nuestra idea inicial.

    Asimismo solemos caer en la falacia del jugador, que consiste en creer que los hechos pasados afectan a los futuros, aunque se trate de sucesos independientes y aleatorios, como sucede con los números en los juegos de azar, como la ruleta o la lotería. Por ejemplo, pensar que si el otro día estuvimos en un sitio cerrado y no nos contagiamos hoy tampoco nos contagiaremos, cuando en cada ocasión el riesgo es nuevo.

    También existe el sesgo de asociación (o pensamiento transductivo). Esta limitación cognitiva nos lleva a sacar conclusiones generales a partir de un caso particular (“mi vecino sale de fiesta todos los fines de semana y no se ha contagiado: salir de fiesta no implica riesgo”), de serie o de patrón (creencia falsa en la existencia de una serie o patrón en la ocurrencia de los acontecimientos), de confirmación (si un acontecimiento o una noticia reafirman nuestra idea inicial, bienvenida sea, tenga o no relación con el hecho que evaluamos).

    Aunque es más propio de la adolescencia, en muchos adultos sigue presente el complejo de Superman (o fábula personal: “eso le ocurre a los demás, pero a mí no”), de la experiencia reciente (“si ayer lo hice y hoy estoy bien es que no pasa nada por hacerlo”), del presente (priorizar la gratificación inmediata frente a la futura: “aprovechemos y quedemos hoy, lo que va delante, va delante”).

    Y, por si esto fuera poco, siempre es más fácil racionalizar decisiones erróneas que admitir que estamos equivocados, por lo que es frecuente el sesgo de autojustificación: “me contagié, pero no fue por ir a la fiesta sin mascarilla, es que estaba flojo”.

    Finalmente, estamos condicionados en mayor o menor medida por el efecto de arrastre o influencia del grupo: “si todo el mundo dice que la vacuna sienta mal, ¡pues a mí también! No vaya a ser que quede como un bicho raro”.

    Frente a los sesgos, prudencia

    Todos estos sesgos son normales y útiles para tomar decisiones cuando no tenemos tiempo o información para realizar un análisis más profundo y de mayor calidad. Podríamos hacerlo mejor, pero como nadie puede conocer y analizar todos los datos de todos los temas, resulta muy útil dejarse guiar por la intuición.

    Ante los grandes problemas que pueden ocasionar nuestras acciones descontroladas, por ejemplo, en una pandemia, deberíamos dedicar más tiempo al análisis y optar por una actitud prudente. Tomar una decisión a la ligera, sin evaluar todos los riesgos, puede conducirnos a un punto fatal. Ese botellón, esa cena con amigos, esa comunión familiar con cien personas, puede salirnos muy cara.

    Como señala Khaneman, existe el sesgo de statu quo (aversión a la pérdida, en este caso de la salud) pero también el del punto ciego: vemos los sesgos cognitivos de los demás, pero no los nuestros. Entonces, ante las perspectivas favorables, las noticias persistentes en los medios de comunicación, los sacrificios sostenidos durante tantos meses y las ganas de volver a la normalidad, que nos inducen a pensar que la pandemia se ha acabado y todo vale, nos olvidamos de que somos seres de racionalidad limitada. Con estos mimbres, ¡solo queda desear que tengamos suerte.

    Fuente: 

    1.   Profesor Titular del Departamento de Microbiología y Ecología. Director del Máster en Biología Molecular, Celular y Genética, Universitat de València
    2.  Profesora Titular del Departamento de Psicología Evolutiva, Universitat de València
  • El equipo de investigación COVID-19 de la OMM emite recomendaciones

     

    Las enseñanzas y la experiencia adquiridas sobre la interacción entre los factores meteorológicos y de calidad del aire y la COVID-19 pueden servir de modelo para informar sobre las respuestas mundiales a futuras emergencias de salud pública y pandemias, según ha concluido un equipo de trabajo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

    Durante la pandemia de COVID-19, muchos Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales (SMHN) trataron de proporcionar información útil y procesable para ayudar a entender y gestionar la pandemia y el apoyo a la toma de decisiones relacionado. Dado que se sabía poco sobre la influencia de los factores medioambientales en la transmisión de la enfermedad, al principio de la pandemia la OMM creó un equipo de trabajo de investigación sobre el uso adecuado de la información meteorológica, climática y de la calidad del aire para COVID-19. El trabajo conjunto existente entre la Organización Mundial de la Salud y la OMM ayudó a establecer rápidamente la colaboración entre expertos mundiales en meteorología y salud.

    El equipo de investigación ha emitido unas recomendaciones en las que se ofrece una visión general de los conocimientos, las reflexiones y las lecciones aprendidas. Su objetivo es asesorar al SMHN en lo que respecta a la prestación de servicios para la COVID-19, dado que la comunidad de la OMM puede proporcionar información útil para apoyar al sector sanitario durante una pandemia, o brotes localizados y emergencias de salud pública.

    Actualiza el estado actual de comprensión de la calidad meteorológica y del aire (MAQ) que afecta la transmisión del SARS-COV-2 y la gravedad de la COVID-19 del primer informe del Equipo de trabajo de la OMM sobre la COVID-19 | E-Library, en particular en referencia a preguntas sobre estacionalidad, calidad del aire y peligros compuestos. 

    Estas recomendaciones se emitieron durante la sesión anual del Consejo Ejecutivo de la OMM, que se centra en el fortalecimiento de los servicios meteorológicos, climáticos, hídricos y ambientales para atender las necesidades de la sociedad.

     

    Conocimientos científicos

     

     

    La influencia de los factores meteorológicos y de calidad del aire (MAQ) en la transmisión del SARS-CoV-2 y la gravedad del COVID-19 sigue siendo un tema de investigación activo. Pero parece que otros factores, como la cobertura de las vacunas, las nuevas variantes, las intervenciones gubernamentales y las medidas y comportamientos de protección personal, son los principales impulsores.

    Sin embargo, la información de la MAQ puede utilizarse eficazmente para diseñar y ejecutar intervenciones relacionadas con la COVID-19, por ejemplo, para la logística de la manipulación de las vacunas, la aplicación de una ventilación adecuada o la filtración del aire en los espacios interiores, el establecimiento de hospitales de campaña y la gestión de los riesgos ambientales compuestos.

    Estacionalidad: La transmisión de algunos virus respiratorios varía según la estación, incluyendo la gripe y otros coronavirus humanos, y los brotes suelen producirse durante los meses de invierno en las zonas templadas. Hay pruebas que indican que la transmisión del SARSCoV-2 puede verse favorecida en condiciones invernales en las regiones templadas, debido a la mayor concentración de personas en zonas interiores menos ventiladas. Sin embargo, no se puede asumir una reducción del riesgo durante las estaciones cálidas, ya que otros factores pueden prevalecer sobre la influencia estacional en los perfiles de riesgo generales.

    Calidad del aire: Varios estudios epidemiológicos han demostrado que la exposición a largo plazo a los contaminantes atmosféricos, incluidas las partículas (PM), el ozono (O3) y el dióxido de nitrógeno (NO2), se asocia a síntomas más graves de COVID-19 y a una mayor probabilidad de muerte. Las pruebas relativas a la influencia de la exposición a la contaminación atmosférica a corto plazo en el riesgo de COVID-19 siguen siendo incipientes.

    Peligros compuestos: La pandemia de COVID-19 se combinó con los riesgos meteorológicos y climáticos para crear múltiples eventos de amenazas compuestas importantes que desafiaron a las autoridades locales a adherirse a los protocolos de prevención de la enfermedad, al mismo tiempo que gestionaban los eventos meteorológicos extremos. Algunos ejemplos son los ciclones y huracanes que obligaron a realizar evacuaciones a gran escala, las inundaciones que desplazaron a la población a alojamientos temporales, y los episodios de calor extremo que obligaron a algunos a buscar entornos climatizados comunes. Los servicios meteorológicos tienen un papel destacado en la preparación y la respuesta a estos eventos de peligro compuesto.

     

    El camino a seguir

     "La respuesta mundial a la pandemia ha sido positiva gracias a un acceso sin precedentes y sin restricciones a conjuntos de datos que antes no estaban disponibles de forma rutinaria. Este acceso debe continuar para garantizar que las intervenciones actuales y futuras y los servicios transversales puedan depender de estos datos vitales para ayudar a abordar los desafíos", dice la nota informativa.

    Las dificultades para el intercambio de datos e información al principio de la pandemia ponen de relieve la necesidad de establecer una colaboración a largo plazo entre los servicios meteorológicos, climáticos y medioambientales y las comunidades de salud pública, incluidos los académicos, los profesionales, los responsables políticos y los financiadores. Deben existir funciones claras y la asignación correspondiente de responsabilidades para apoyar la investigación y la respuesta críticas en materia de salud pública.

    El Equipo de expertos recomendó una documentación clara y una actualización periódica de los conjuntos de datos, métodos y marcos para la evaluación de riesgos. Los sistemas de vigilancia integrada del clima y las enfermedades pueden apoyar el uso eficaz de la ciencia y los servicios climáticos en el contexto de las emergencias. La gestión de las expectativas y la aplicación responsable de los nuevos conocimientos, teniendo en cuenta el equilibrio entre la oportunidad y la incertidumbre, son fundamentales para hacer frente a las amenazas actuales y futuras para la salud pública.

    "La experiencia del COVID-19 pone de manifiesto la necesidad de aprovechar la experiencia pasada y de abordar este reto en el contexto adecuado a medida que surgen nuevas amenazas".

     

    La nota informativa del Equipo de Trabajo de Investigación de COVID-19 está disponible aquí.

     

    Otras actividades sobre la salud, incluido el Equipo de Trabajo, pueden encontrarse aquí: Salud | Organización Meteorológica Mundial (wmo.int)

  • Este artículo nos remarca que la prudencia, la búsqueda del equilibrio y el sentido común deben prevalecer siempre: "¿Qué podremos hacer y qué no después de estar completamente vacunados?"

    Doña Araceli Rosario Hidalgo, interna de la residencia de mayores Los Olmos de Guadalajara desde el año 2013 y nacida en 1924, fue la primera persona en recibir la vacuna frente a la COVID-19 en España el domingo 27 de diciembre de 2020. Pool Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa

     

    El 27 de diciembre de 2020 no fue un domingo cualquiera. Araceli Rosario Hidalgo, nacida en 1924 e interna en una residencia de personas mayores de Guadalajara, recibió la primera vacuna contra la CoViD-19 administrada en España.

    Desde entonces (y hasta primeros de abril) se han administrado 10 millones de dosis. Casi el 15% de los mayores de 18 años (6,8 millones) ha recibido al menos una, y el 6,4% (algo más de 3 millones) la pauta completa.

    Aunque el Gobierno anuncia una fuerte aceleración de la vacunación, son todavía cifras insuficientes para controlar la pandemia. La 4ª ronda del Estudio Nacional de Seroprevalencia (ENE-COVID), finalizada en noviembre de 2020, mostraba que el 10% de los españoles (más del 17% en alguna Comunidad como Madrid) tenía anticuerpos frente al SARS-CoV-2 por haber pasado la enfermedad. Y todos sabemos cómo de dura fue la tercera oleada iniciada el mes siguiente.

    Estamos aún lejos de la inmunidad de rebaño (si es que la inmunidad de rebaño es posible). Recordemos que, al menos por el momento, niños y adolescentes están excluidos de la vacunación, que los países menos desarrollados tardarán en ser vacunados (y probablemente también los grupos más pobres de los países desarrollados) y que existe la posibilidad de que se mantengan reservorios animales del virus.

    Pero aunque la cobertura vacunal es de momento insuficiente, 3 millones de personas con la pauta completa son muchas personas. Muchísimas. Y son más cada día. Qué pueden y qué no pueden hacer es una pregunta importante. Para ellos, para sus familias, sus compañeros y amigos y, también, para las economías de sus países. Para todos.

     

    ¿Qué podrían hacer y qué no los vacunados?

    Pese a que Israel haya abierto las discotecas para las personas vacunadas, y los países más avanzados en vacunación anuncien el retorno de los buenos tiempos, aún existe mucha incertidumbre para definir con rotundidad qué podrían hacer o no los vacunados.

    Los Center for Disease Control and Prevention (CDC) de Estados Unidos son quizás quienes han hecho recomendaciones más específicas (y optimistas) para las personas completamente vacunadas (dos semanas tras recibir la segunda dosis o la primera en el caso de vacunas de una sola dosis).

    Para los CDC, y desde este mes, los vacunados deberían seguir llevando mascarilla y manteniendo la distancia en público, con personas de más de dos hogares o con personas vulnerables. También deberían evitar espacios mal ventilados y reuniones numerosas, usar mascarilla en el transporte público (y las estaciones), realizarse pruebas al volver a Estados Unidos y realizarse pruebas (y aislarse) si desarrollan síntomas. Además de seguir las recomendaciones específicas que puedan existir en algunos centros o lugares de trabajo.

    Sin embargo, los CDC sostienen que los vacunados completamente pueden reunirse en interiores con otras personas completamente vacunadas sin máscara ni distancia, o con personas no vacunadas de otro hogar (siempre que no sean de riesgo).

    También podrían viajar sin restricciones ni pruebas ni cuarentenas dentro de Estados Unidos. Ni siquiera exigen pruebas (salvo que el país receptor lo exija) para viajar a otros países. Aunque sí para volver a Estados Unidos: una prueba en origen y nueva prueba a los 3-5 días, pero no cuarentena.

    Tampoco requieren aislamiento ni la realización de test a los vacunados con contacto con enfermos de COVID-19 (salvo que desarrollen síntomas o residan en un centro colectivo).

    Sin duda son grandes cambios. Y, hasta cierto punto, atrevidos. Por eso muchos países observamos con interés los resultados de estas estrategias de desescalada en vacunados en sociedades aún no completamente vacunadas.

     

    ¿Por qué nos preocupa la posible relajación posvacunación?

    Sabemos, por los ensayos clínicos de autorización de las diferentes vacunas, que la vacunación es extraordinariamente efectiva para reducir los casos de covid-19 sintomática en todos los grupos de edad. Incluso cuando se infectan, el riesgo de desarrollar covid grave es mucho menor.

    También sabemos, por estudios observacionales con datos del mundo real en Estados UnidosReino Unido e Israel, que la vacunación real conserva la efectividad frente a la covid asintomática. Y, también, aun preliminarmente, que los vacunados que se infectan tienen cargas virales menores que los no vacunados. Si una proporción importante de personas vacunadas no se infecta y los que lo hacen tienen una menor carga viral, la capacidad de transmisión debería disminuir notablemente.

    No sabemos de momento cuánto dura –y, en su caso, cuándo y cómo decae– la protección que ofrece la vacunación (o la inmunidad natural tras haber pasado la infección). Por el momento, y considerando la inmunidad humoral y celular, la protección parece resistir bastante bien al menos 6 meses. Es más, los casos reportados de reinfección son anecdóticos.

    Asimismo sabemos que las vacunas se comportan bien respecto a la mayoría de las variantes preocupantes, incluyendo la variante británica (B.1.1.7). Pero en laboratorio pierden algo de efectividad frente a la variante sudafricana (B.1.351) y otras variantes con la mutación E484Y. E ignoramos el impacto de esta pérdida parcial de efectividad en el mundo real.

    Pero, y quizás sobre todo, desconocemos la capacidad del SARS-CoV-2 –en un futuro más o menos inmediato– de evadir la respuesta inmunitaria producida por las vacunas (o la inmunidad natural). Cada día que persiste la transmisión –y es todavía muy elevada en muchos países– tiene oportunidades para mutar e intentarlo. Y el futuro no está escrito.

    En este contexto de incertidumbre, un exceso de relajación tras la vacunación podría ser problemático. Preocupa, en primer lugar, que la posible “relajación” de medidas en los vacunados pudiera dar lugar a un incremento de infecciones entre ellos. Aún en su mayoría asintomáticas, y pese a su menor capacidad de transmisión, podrían trasladarse a infecciones en no vacunados, fundamentalmente poblaciones más jóvenes (los más tardíos en recibir la vacunación).

    Y aunque los jóvenes (y también los vacunados) mantengan un menor riesgo de desarrollar covid grave, si la transmisión es muy alta podrían suponer un problema de saturación de servicios sanitarios y deterioro de la salud.

    También preocupa el potencial desarrollo de variantes de escape o una disminución de la respuesta inmunitaria que condujera a la aparición de reinfecciones. Y, sobre todo, preocupa la combinación conjunta de todos los riesgos: altas tasas en jóvenes, nuevas variantes y reinfecciones.

     

    La prudencia no nos debe hacer imprudentes

    La alternativa de mantener las restricciones para los vacunados también tiene importantes costes sociales. En distancia social, en soledad, en fatiga pandémica, en retraso en la recuperación y en incremento de la pobreza. La prudencia por un lado no nos debe hacer imprudentes por otro. Habrá que tomar decisiones equilibrando riesgos y beneficios en cada momento.

    Existe mucha incertidumbre y las recomendaciones irán cambiando a medida que avance la vacunación y se disponga de nuevas evidencias científicas sobre su impacto en la transmisión.

    Lo razonable es seguir en cada momento las normas establecidas por las autoridades sanitarias (no seguirlas podría acarrear sanciones). Actualmente en España las recomendaciones no establecen diferencias entre vacunados y no vacunados. Tampoco en otros países con la campaña de vacunación más avanzada, como el Reino Unido.

    Lo razonable es, también, que estas recomendaciones se vayan actualizando lo antes posible, con el avance en el número de personas vacunadas y con las nuevas evidencias sobre el impacto de la vacunación en la transmisión (incluyendo lo que aprendamos de los países que ya han empezado a relajar medidas). Y sin miedo a dar marcha atrás si la situación epidemiológica lo aconsejara.

    En esto también debemos combinar la impaciencia en la búsqueda de la normalidad y la recuperación con la paciencia para poder llegar a ellas sin más sacrificios que los que estemos obligados a hacer. No será fácil encontrar equilibrios. Y cometeremos errores. Más errores. Por defecto y por exceso. Pero hace tiempo que sabemos que no es fácil tomar decisiones en estos tiempos.

    Cabe recordar, finalmente, que también preocupa (y mucho) la relajación en las semanas inmediatas tras la primera dosis, cuando nuestro organismo aun no ha tenido tiempo de producir anticuerpos frente al SARS-CoV-2 y aun no tenemos protección. Aquí sí que sabemos que hay que mantener todas las mismas medidas que los no vacunados. En esto no tenemos la más mínima duda ni incertidumbre.

     

    Artículo publicado en The Conversation el 11 de abril de 2021 por Salvador Peiró. Enlace al original: https://bit.ly/3wPZlpq

    Cláusula de Divulgación

    Salvador Peiró ha recibido financiación por ayudas competitivas públicas nacionales (en general, acciones de investigación o innovación -proyectos, redes, RRHH, plataformas- de la Acción Estratégica en Salud del Plan Nacional de I+D+i) y por acuerdos institucionales con firmas farmacéuticas y tecnológicas. Los financiadores nunca han jugado ningún papel en el diseño de los estudios, la adquisición de datos, su análisis o su interpretación. Tampoco han tenido acceso a las fuentes de datos y nunca influyeron en la decisión de publicación. Es también patrono de la Fundación Instituto de Investigación en Servicios de Salud y miembro de la Asociación de Economía de la Salud (AES), de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) y de la Sociedad Española de Calidad Asistencial (SECA).

     

  • La iniciativa de alerta temprana evoluciona durante la pandemia

    Ginebra, 11 de mayo de 2021: La pandemia del COVID-19 ha exacerbado los efectos de las condiciones meteorológicas extremas y del cambio climático en los países vulnerables, pero también ha puesto de manifiesto la necesidad de aumentar la resiliencia frente a una multitud de peligros mediante la mejora de las alertas tempranas y la información sobre los riesgos.

    Este es uno de los mensajes clave del Informe Anual 2020 de la Iniciativa de Sistemas de Alerta Temprana y Riesgo Climático (CREWS), un programa único de acción climática que ayuda a salvar vidas, medios de subsistencia y activos en los países más vulnerables del mundo.

    El informe "Progresos en la alerta temprana en una pandemia" mostró los logros en la mejora de las alertas tempranas para inundaciones repentinas, ciclones tropicales, tormentas de arena y polvo y sequías, así como la mejora de las previsiones meteorológicas para los agricultores de los Países Menos Avanzados (PMA) y los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID).

    El informe fue presentado por Stéphane Crouzat, Embajador de Francia para el Cambio Climático, en el diálogo de Wilton Park: Alianza para la Acción Temprana Informada por el Riesgo: del compromiso a la acción

    "Es excitante que las iniciativas puestas en marcha como parte de la agenda de acción climática junto con el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, en 2015, estén demostrando que son instrumentos eficaces para intensificar la acción. CREWS está trabajando, a través de sus socios operativos, en 9 proyectos nacionales y 4 regionales, que abarcan 57 países en total."

    El informe describe las acciones de cooperación llevadas a cabo por la Organización Meteorológica Mundial, el Banco Mundial/Fondo Mundial para la Reducción de los Desastres y la Recuperación (GFDRR) y la Oficina de las Naciones Unidas para la Prevención de los Riesgos de Desastres (UNDRR), quienes son socios ejecutores de la Iniciativa CREWS. Con el apoyo directo de los miembros que contribuyen al Fondo Fiduciario de CREWS, la asociación es una alianza efectiva que continuamente logra marcar la diferencia respecto a la vida y los medios de subsistencia de las personas.

    Hasta la fecha, el Fondo Fiduciario CREWS ha recibido más de 66 millones de dólares en financiación de proyectos -con un aumento del 21% en 2020- y ha movilizado otros 330 millones de dólares de fondos públicos de otros socios de desarrollo. Necesita 107 dólares más para cubrir las necesidades de financiación de los próximos cinco años, inversiones que darán sus frutos y apoyarán la agenda global sobre desarrollo sostenible, reducción del riesgo de desastres y adaptación al cambio climático.

    No cabe duda de que COVID-19 afectó a los proyectos CREWS en todo el mundo en cuanto a los plazos y el desarrollo de las actividades, así como en el modo de su ejecución. La capacidad de las instituciones nacionales para operar con normalidad se vio obstaculizada, mientras que las restricciones de viajar afectaron a la capacidad de los socios nacionales e internacionales para prestar servicios.

    Gracias a esta labor, muchos millones de personas de algunas de las comunidades más vulnerables del mundo tienen ahora acceso a mejores servicios de alerta temprana.

    - En Afganistán, las autoridades nacionales han elaborado un plan para modernizar las operaciones hidrometeorológicas nacionales y mejorar la capacidad de los servicios de alerta temprana de riesgos múltiples, incluidas las inundaciones repentinas y la sequía, para 38 millones de personas. Se están utilizando impresoras 3D para construir estaciones meteorológicas automáticas en las comunidades rurales.

    - En Burkina Faso se difunde un boletín diario sobre tormentas de arena y polvo, mitigando el impacto en la salud, la agricultura y el transporte en uno de los países más afectados del mundo. Se ha capacitado a los agricultores para que utilicen la información sobre el tiempo y las predicciones meteorológicas, lo que ha dado lugar a una reducción de los costes de producción, un mayor rendimiento y un aumento de los ingresos del 265% en comparación con los agricultores que no participan en el proyecto piloto, y el dinero se ha destinado a la educación, la atención sanitaria y la empresa.

    - En Chad y la República Democrática del Congo, CREWS está creando competencias nacionales para prestar servicios de alerta centrados en la comunidad sobre el tiempo, el agua y los fenómenos meteorológicos extremos.

    - En Malí y Níger, los líderes comunitarios -con especial atención en las mujeres- han recibido formación sobre los riesgos climáticos y la alerta temprana de inundaciones, tormentas y sequías.

    - En Togo, los servicios hidrometeorológicos y los organismos de protección civil han mejorado la cooperación entre ellos mediante la evaluación conjunta de los procesos de previsión meteorológica y climática y de alerta de inundaciones.

    - En Papúa Nueva Guinea, el servicio meteorológico e hidrológico nacional es capaz de proporcionar a la población información climática y meteorológica oportuna y más precisa y protegerla mejor de la sequía, las inundaciones y las crecidas costeras.

    En todo el Caribe, casi 30 millones de personas se beneficiarán de tres actividades piloto, entre las que se incluyen el desarrollo de un plan operativo para los riesgos hidrometeorológicos y la transición a una previsión basada en el impacto de lo que hará el tiempo en lugar de simplemente lo que será. Cada vez se reconoce más que la alerta temprana y los servicios climáticos eficaces permiten alcanzar múltiples objetivos mundiales y nacionales.

    Gracias a un proyecto de ámbito regional en el Pacífico, se han reforzado los sistemas de alerta temprana ante peligros como las inundaciones repentinas en una región propensa a las catástrofes y especialmente vulnerable al cambio climático y a la subida del nivel del mar. Las predicciones climatológicas estacionales han proporcionado información anticipada y práctica para los sectores vulnerables al fenómeno climático.

    En África Occidental, el CREWS está fortaleciendo las actividades de alerta temprana a nivel regional y está poniendo a prueba los servicios de alerta local en Sierra Leona.

    Los miembros de CREWS son Alemania, Australia, Finlandia, Francia, Luxemburgo, los Países Bajos, Suiza y el Reino Unido. Canadá también apoya los proyectos de CREWS. Finlandia se unió a la iniciativa en 2020.

    Opiniones sobre CREWS

    Carole Dieschbourg, Ministra de Medio Ambiente de Luxemburgo y presidenta saliente de CREWS

    "El año 2020 será recordado como un año que dejó al descubierto algunas evidencias importantes para una joven Iniciativa CREWS, pero que deberían animarnos. COVID-19 tuvo un impacto en nuestro trabajo y en los calendarios. Seguirá haciéndolo durante algún tiempo. La prohibición mundial de viajar puso a prueba nuestro modelo de actuación. Nuestros socios nacionales y regionales, apoyados por nuestros socios ejecutores -el Banco Mundial/Fondo Mundial para la Reducción y la Recuperación de Desastres (GFDRR), la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR)- mostraron capacidad de recuperación y creatividad para encontrar soluciones a una nueva realidad".

    Ville Skinnari, Ministro de Cooperación al Desarrollo y Comercio Exterior de Finlandia

    "Valoramos muy positivamente el papel que desempeña el CREWS para responder a las necesidades de alerta temprana de los países menos desarrollados y los pequeños Estados insulares en desarrollo. Debemos aliviar la labor de aquellos que, de otro modo, tendrían que luchar para adaptarse y crear mecanismos de resiliencia. Finlandia acoge con satisfacción el enfoque centrado en las personas de CREWS, ya que damos gran importancia a la igualdad de género, la no discriminación y la inclusión de la discapacidad".

    Anne-Marie Trevelyan, parlamentaria, defensora internacional del Reino Unido en materia de adaptación y resiliencia para la Presidencia de la COP26

    "La alerta temprana y la acción inmediata son fundamentales para minimizar el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos de hoy y los impactos del cambio climático de mañana. El Reino Unido se enorgullece de contribuir a la iniciativa CREWS, que ha permitido la instalación de sistemas de alerta temprana en los pequeños Estados insulares vulnerables y en los países menos adelantados.

    El Secretario General de la OMM, Petteri Taalas:

    "Reducir el déficit de medios de nuestros PMA y PEID miembros para hacer frente a los efectos del cambio climático es una de las principales prioridades de la OMM. En su esencia, se trata de la cooperación técnica proporcionada por los países con mayor capacidad para las redes de observación, las predicciones meteorológicas y climáticas y los servicios de alerta temprana. La Iniciativa CREWS ha permitido a la OMM acelerar el apoyo a los países más necesitados, trabajando en estrecha colaboración con el Banco Mundial y el UNDRR".

    Mami Mizutori, Subsecretaria General de la ONU y Representante Especial del Secretario General para la Prevención de Riesgos de Desastres,

    En un mundo anterior a la llegada de COVID, las catástrofes ya costaban a la economía mundial unos 520.000 millones de dólares al año y sumían a millones de personas en la pobreza. La situación de las personas vulnerables a los fenómenos meteorológicos extremos es ahora mucho peor debido a la pandemia.

    Sameh Wahba, Director Mundial de la Práctica Global de Gestión del Riesgo de Catástrofes, Resiliencia y Territorio del Banco Mundial

    Las alertas tempranas son una parte esencial de la reducción del riesgo de catástrofes, pero es necesario que existan sistemas para que sean efectivas y se pueda actuar sobre ellas".

    La Iniciativa sobre Riesgos Climáticos y Sistemas de Alerta Temprana (CREWS) y el Banco Mundial están trabajando conjuntamente para mejorar la calidad y la accesibilidad de los sistemas de alerta temprana durante la pandemia de COVID-19, y han adaptado su trabajo para reflejar los nuevos retos que supone facilitar el acceso a la información vital. A pesar de la pandemia, nuestros esfuerzos por reforzar los recursos de alerta temprana no han cesado y las inversiones en este ámbito están aumentando.

     

    Fuente:

     

  • Las medidas gubernamentales, y no las condiciones climáticas, frenan principalmente la propagación del COVID-19

     

    Las medidas gubernamentales, y no las condiciones climáticas, frenan principalmente la propagación del COVID-19, según la NOAA y el equipo internacional.

    Desde el comienzo de la pandemia, los científicos y el público han especulado con que, al igual que ocurre con los virus que causan resfriados, los factores meteorológicos, como el tiempo cálido o frío, pueden influir en la propagación del COVID-19.

    Ahora, un nuevo informe advierte que las condiciones meteorológicas, incluida la aparición de mayores temperaturas durante la primavera, no deben utilizarse como factor desencadenante para relajar las medidas de reducción de la transmisión de COVID-19. El informe es el primero de un Equipo de Trabajo de COVID-19 de la Organización Meteorológica Mundial -compuesto por 16 expertos de la Oficina del Programa Climático de la NOAA y otros servicios meteorológicos de todo el mundo- que evalúa si los factores meteorológicos y de calidad del aire afectan a la pandemia.

    Según el Equipo de Trabajo, las intervenciones gubernamentales, como los requerimientos de mascarilla y las restricciones de viaje, más que los factores meteorológicos, parecen haber influido principalmente en la propagación de COVID-19 en 2020 y principios de 2021. Otros factores relevantes son los cambios en el comportamiento humano y la demografía de las poblaciones afectadas, y más recientemente, las mutaciones del virus.

    "En esta etapa, las investigaciones no respaldan el uso de factores meteorológicos y de calidad del aire como base para que los gobiernos relajen sus intervenciones destinadas a reducir la transmisión", dijo el copresidente del Equipo de Trabajo, el Dr. Ben Zaitchik, del Departamento de Ciencias de la Tierra y Planetarias de la Universidad Johns Hopkins. "Vimos cómo aumentaban las oleadas de infección en las estaciones y regiones cálidas en el primer año de la pandemia, y no hay pruebas de que esto no pueda volver a ocurrir en el próximo año".

    El Informe es un resumen de los principales hallazgos publicados hasta la primera semana de enero de 2021. Por lo tanto, no incluye la literatura revisada por expertos sobre la influencia del tiempo, el clima y la calidad del aire en la propagación de las nuevas cepas del virus COVID-19, ni sobre la gravedad de las infecciones causadas por estas nuevas cepas.

    "Este informe es una gran síntesis de lo que sabemos hasta ahora, pero también pone de relieve que todavía no sabemos lo suficiente sobre la estacionalidad de esta enfermedad a largo plazo", dijo Juli Trtanj, líder de One Health y de la Investigación Climática Integrada de la Oficina del Programa Climático de la NOAA. "La NOAA y nuestros socios en materia de salud seguirán investigando el papel de los factores climáticos y meteorológicos para que podamos producir información que permita actuar para reducir el riesgo y favorecer la lucha contra la pandemia."

    El papel de las estaciones y la calidad del aire no está claro

    Las infecciones víricas respiratorias suelen cambiar con las estaciones, en particular un pico durante el otoño y el invierno para la gripe y los coronavirus causantes del resfriado en los climas templados. Esto ha alimentado las expectativas de que, si persiste durante muchos años, la COVID-19 resulte ser una enfermedad fuertemente estacional.

    Sin embargo, "los mecanismos que impulsan la estacionalidad de las infecciones virales respiratorias aún no se conocen bien", dice el resumen ejecutivo del informe. "Es posible que haya una combinación de impactos directos en la vida del virus, impactos en la resistencia humana a la infección e influencia indirecta del clima y la estación a través de cambios en el comportamiento humano".

    "Los estudios de laboratorio sobre el SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19, han aportado algunas pruebas de que el virus sobrevive más tiempo en condiciones de frío, sequedad y baja radiación ultravioleta. Sin embargo, estos estudios aún no han indicado si las influencias meteorológicas directas sobre el virus tienen una influencia significativa en las tasas de transmisión en condiciones del mundo real", según el resumen ejecutivo.

    La influencia de los factores de la calidad del aire aún no es concluyente. Hay algunas pruebas preliminares de que la mala calidad del aire aumenta las tasas de mortalidad por COVID-19, pero no de que la contaminación influya directamente en la transmisión aérea del virus que causa el COVID-19, según el Equipo de Trabajo.

    El informe se centra en la meteorología y las condiciones de calidad del aire en el exterior y no aborda los detalles de la circulación del aire en el interior.

    El Equipo de trabajo sobre el COVID-19 actualizará las pruebas científicas y asesorará sobre las buenas prácticas de los modelos.

    El Consejo de Investigación de la OMM estableció el Equipo de trabajo interdisciplinario e internacional para resumir rápidamente el estado de los conocimientos relativos a las posibles influencias meteorológicas y de la calidad del aire en la dinámica de COVID-19, dado el asombroso número de documentos y preimpresos disponibles actualmente.

    "El rápido ritmo de la investigación sobre el COVID-19 ha hecho que los estudios con datos limitados aparecieran más rápido de lo que la información podía ser cotejada y revisada por pares. Pronto quedó claro que las pruebas publicadas eran a menudo contradictorias o selectivas debido a deficiencias metodológicas y de datos. Por lo tanto, el equipo de trabajo de la OMM pretende fomentar las buenas prácticas en materia de investigación y comunicación", afirma el profesor Juerg Luterbacher, Director de Ciencia e Innovación y Científico Jefe de la OMM.

    El futuro trabajo incluirá la actualización de las pruebas científicas en los próximos meses, así como la identificación y promoción de un conjunto estructurado de preguntas prioritarias de investigación, objetivos y prioridades para la inversión en investigación dentro del nexo pandemias - tiempo - clima - calidad del aire.

    El equipo de trabajo también asesorará e informará sobre las prácticas recomendadas y las normas mínimas para los métodos de modelización de enfermedades infecciosas integradas que tengan en cuenta los determinantes medioambientales, y recomendará cómo el nexo entre los coronavirus, el clima, la meteorología y la calidad del aire debería tenerse en cuenta en la investigación y el suministro de información en las futuras actividades de la OMM.

     

    Fuente:Publicado: 18 March 2021

  • Por qué en pandemia hay que ir al dentista más que nunca: relación entre covid-19 y salud oral

    Shutterstock / DC Studio

     

    La pandemia de covid-19 ocasionada por el virus SARS-CoV-2 ha generado múltiples cambios en nuestra sociedad. Algunos de ellos, afortunadamente, en sentido positivo.

    Sin ir más lejos, la conciencia social en la salud general y en el bienestar ha aumentado exponencialmente. Hemos podido comprobar en nuestras carnes que el citado virus atacaba, en general, de forma más severa a aquellos pacientes que padecían o padecen una enfermedad de base. Y más aún si esta enfermedad está relacionada con la inflamación.

    La pandemia también nos ha hecho conscientes de la importancia de la salud bucal. Acudir al dentista siempre es importante, entre otras cosas para mantener una salud bucal que impacta en nuestra sonrisa y autoestima, además de en nuestra masticación. Pero es que ahora sabemos que impacta de forma importante en nuestra salud general.

    El peligro de tener las encías inflamadas

    Los pacientes con inflamación severa de las encías –periodontitis, en la jerga– tienen una inflamación constante de grado bajo extendida por todo el cuerpo que aumenta el riesgo de sufrir otras enfermedades como infarto agudo de miocardio, hipertensión, un peor control de la diabetes, incluso partos prematuros.

    Pues bien, estos pacientes que presentaban periodontitis severa o avanzada y han sido infectados por covid-19 han tenido un riesgo 9 veces mayor de fallecer, y 3.5 veces más posibilidades de ingresar en una UCI.

    Tiene sentido. Resulta que las complicaciones derivadas de la infección por covid-19 son inflamatorias. Es decir, se produce una respuesta de inflamación en nuestro organismo como combate al virus. Muy similar, casualmente, a lo que ocurre en los pacientes con periodontitis, donde las bacterias invaden la encía y nuestro cuerpo responde inflamándose, perdiendo el hueso que soporta los dientes.

    Esa inflamación a través de la liberación de mediadores se extiende por nuestro cuerpo, afectando otros órganos. Como en pacientes con covid-19 la inflamación de ambos procesos se suma, el riesgo de fallecer se dispara.

    El diagnóstico y tratamiento de la periodontitis, antiguamente llamada piorrea, es simple en la mayoría de los pacientes. La higiene oral dos veces al día por parte del paciente y la eliminación de las bacterias en los dientes y sus raíces por parte del periodoncista y/o dentista parecen ser suficientes para tener las encías sanas, y reducir la inflamación.

    El buen hacer de los dentistas durante la pandemia

    Por otro lado, los dentistas u odontólogos y nuestros equipos de higienistas y auxiliares hemos estado expuestos al virus durante todo este tiempo por motivos obvios. La distancia de trabajo hasta la cavidad oral de nuestros pacientes suele situarse a unos 35 centímetros aproximadamente. Sin embargo, y sorprendiendo a extraños, pero no a la propia profesión, el contagio entre dentistas y en clínicas dentales ha sido inapreciable. Las clínicas dentales han demostrado ser una vez más un lugar muy seguro en la prevención de la infección cruzada, de virus en este caso.

    Es comprensible que esta evidencia sorprenda a la población general pues hemos entendido que la principal vía de contagio del virus es por la boca. ¿Qué hemos hecho bien los dentistas? Protegernos con máscaras, FPP2 en su mayoría, y pedir a los pacientes que realicen enjuagues con cloruro de cetilpiridinio (CPC) al 0,05% solo o con clorhexidina (CHX) durante un minuto antes de cualquier exploración o intervención.

    El primer principio activo, el CPC, ha demostrado en estudios de laboratorio reducir la carga viral extremadamente y así reducir mucho el contagio por saliva o aerosoles. Estudios más recientes parecen indicar que la CHX también tiene esa capacidad.

    Esta seguridad más que demostrada, unida a la importancia de prevenir la inflamación, son argumentos potentes para estar muy atentos mientras dure la pandemia (y después, por supuesto) a la salud bucodental.

     

    Publicado el 8 de abril de 2021 en The Conversation por José Nart. Enlace al original: https://bit.ly/3mMTVHg

    Cláusula de Divulgación

    Jose Nart es director médico de Nart Clínica Dental Barcelona.

     

  • Según los expertos, la inacción deja al mundo jugando a la "ruleta rusa" con pandemias

    La nueva coalición pide a los gobiernos que aborden la causa raíz de las infecciones emergentes: la destrucción de la naturaleza

     

    The destruction of jungle in Peru

    La destrucción de la naturaleza ha provocado un gran aumento de enfermedades que se transmiten de los animales a las personas en las últimas décadas. Fotografía: Rodrigo Abd / AP

     

    Los gobiernos deben llenar un vacío importante en los planes de recuperación posteriores al Covid-19 con acciones sobre la causa raíz de las pandemias, la destrucción de la naturaleza, advirtió una nueva coalición de grupos de salud y medio ambiente.

    Faltan inversiones y acciones cruciales, dijo la coalición Preventing Pandemics at the Source, dejando al mundo jugando un "juego infortunado de la ruleta rusa con patógenos".

    Muchos billones de dólares se están gastando justificadamente para fortalecer la salud humana e impulsar la economía global, dijo la coalición, pero las medidas mucho menos costosas para detener la deforestación y terminar con el comercio ilegal de vida silvestre son vitales. El llamamiento es el último de una serie de advertencias de alto nivel de que pandemias peores y más frecuentes ocurrirán sin acción, pero hasta la fecha no se han escuchado en gran medida.

    Se cree que el coronavirus que causa el Covid-19 pasó de los murciélagos salvajes a los humanos y aproximadamente dos tercios de las enfermedades que infectan a los humanos comienzan en otras especies, incluidos los virus de la gripe, el VIH, el Zika, el Nilo Occidental y el Ébola. La creciente destrucción de la naturaleza por la agricultura, la tala y el comercio de animales salvajes ha llevado a las personas y su ganado a un contacto más estrecho con la vida silvestre y ha provocado un gran aumento de enfermedades que se transmiten de los animales a las personas en las últimas décadas.

    "Las vacunas Covid-19 nos ayudarán a rescatarnos de este lío actual, pero no harán nada para protegernos de la próxima pandemia", dijo Aaron Bernstein, de la escuela de salud pública TH Chan de la Universidad de Harvard en los EE. UU. que forma parte de la coalición. "Solo con acciones que detengan las infecciones emergentes donde comienzan podemos terminar nuestro desafortunado juego de la ruleta rusa con patógenos".

    Amy Vittor, de la división de enfermedades infecciosas y medicina global de la Universidad de Florida, dijo: “Los bosques, y los bosques tropicales en particular, albergan redes complejas de microbios y sus huéspedes silvestres. La degradación de estos paisajes conlleva el potencial de liberar estos microbios sobre nuestros animales domésticos y sobre nosotros mismos. Por lo tanto, mantener la integridad de los bosques sirve no solo para proteger la biodiversidad y mitigar el cambio climático, sino también para contener estas redes de patógenos complejas y potencialmente peligrosas ”.

    Se cree que el gasto global hasta la fecha en respuesta al Covid-19 supera los 20 billones de dólares USA (14,45 billones de libras esterlinas), pero un estudio de julio estimó que gastar solo 27 billones de dólares USA al año reduciría sustancialmente los riesgos de otra pandemia en la escala del brote de coronavirus.

    Jon Epstein, un experto en virus zoonóticos de EcoHealth Alliance, dijo: "El gasto relativamente modesto y la cooperación entre los gobiernos en los puntos críticos de enfermedades emergentes para combatir la deforestación, reducir significativamente el comercio de vida silvestre comercial y mejorar la bioseguridad alrededor del ganado ayudarían significativamente".

    Reducir la deforestación tropical impulsada por la carne de res, la soja, el aceite de palma y la pulpa de madera y el papel es crucial, dijo la coalición. Reconocer los derechos de los pueblos indígenas, que poseen siglos de conocimiento sobre cómo vivir en armonía con la naturaleza, también sería un paso importante hacia la protección de los bosques, dijo.

    En octubre, los principales científicos del mundo dijeron que el mundo estaba en una "era de pandemias" y que las enfermedades surgirían con más frecuencia, se propagarían más rápidamente, matarían a más personas y afectarían a la economía mundial con un impacto más devastador que nunca, a menos que la devastación de el mundo natural termine.

    Desde que comenzó la pandemia de coronavirus, la ONU, la Organización Mundial de la Salud y otros han advertido que el mundo debe abordar la causa de estos brotes y no solo los síntomas económicos y de salud. En junio, los expertos llamaron a la pandemia una "señal de SOS para la empresa humana".

    Melinda Kimble, investigadora principal de la Fundación de las Naciones Unidas, dijo que una cumbre del G7 organizada por el Reino Unido en junio y una nueva administración estadounidense lo convirtieron en "el momento perfecto para el liderazgo mundial y la acción concreta para proteger a las personas y el planeta".

     

    Publicado en The Guardian por Damian Carrington el 9 de marzo de 2019. Enlace al artículo original: https://bit.ly/3sWzCJk

     

  • Un año de pandemia y seguimos elucubrando respuestas

    Shutterstock / solarseven

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    Tras la devastación, algunas sociedades se transforman para ser capaces de afrontar los retos de un mundo nuevo. ¿Habrán sido suficientes los impactos provocados por la actual pandemia de covid-19 para una transformación de calado?

    Con su llegada hace un año se confirmaron las continuas advertencias de personas e instituciones sobre la necesidad de preparación y respuesta ante crisis sanitarias, avivadas por la pandemia de gripe H1N1 de 2009 o la crisis del Ébola en 2014-2016. Lo cierto es que no estábamos preparados. Pero ahora la cuestión que subyace es cómo extraer lo más útil de lo acontecido para encarar el futuro con garantías.

    La falta de preparación obedece a múltiples causas

    En general, a nivel mundial, existe una escasa cultura de evaluación de riesgo a futuro ante posibles crisis, ya sean por pandemias, por los efectos del cambio climático o por cualquier otra catástrofe. Pero ha habido variaciones sensibles en las respuestas, que se han traducido en distintos resultados. Un análisis de 100 países muestra que aquellos mejor preparados para la emergencia climática también estaban mejor situados para luchar contra la crisis del coronavirus, sufriendo una menor mortalidad.

    Más allá de las explicaciones a esta asociación, cabe indagar sobre las barreras que afrontan las políticas sensatas –sean de salud pública o de abordaje del cambio climático– para que se implanten con decisión en cada país.

    En el caso español, se conjugan la escasez de políticas de buen gobierno con unos medios de comunicación acríticos. Y eso favorece una suerte de darwinismo inverso en el acceso a los tres poderes del estado, que centrifuga a los más capacitados, que son muchos. Una de las consecuencias inmediatas es la falta de incentivos a las políticas de inversión de futuro, entre otras las relacionadas con la investigación, la salud pública y la educación. En lugar de eso, las agendas mediáticas y políticas se convierten en espacios poco propicios para considerar las cuestiones nucleares de nuestro tiempo.

    Claros y oscuros durante este año de pandemia

    Debiéramos también aprender de algunas respuestas excelentes del último año. A pesar de la fragilidad que arrastraba el sistema sanitario tras la crisis financiera del 2008, la capacidad del personal sanitario ha sido extraordinaria, respondiendo con flexibilidad y compromiso ante la gran presión asistencial. Su ejemplo, sin embargo, no ha bastado para que las autoridades, más allá del elogio, hayan pergeñado siquiera unas políticas destinadas a ordenar la formación en las áreas de carencia de profesionales, de gestión de personal acordes para retener y atraer el talento, o de incentivos a la excelencia.

    La crisis financiera de 2008 dejó también golpeada la investigación española, sobre todo por la miopía política que hasta ahora ha sido incapaz de financiarla adecuadamente y de idear las formas ágiles de desarrollo. Algunas instituciones financiadoras limitan cada vez más la eficiencia en el uso de los recursos. Pese a ello, la dedicación de los investigadores españoles es digna de elogio y logra incluso que lideren el diseño de vacunas prometedoras, aunque se trate de investigadores ya retirados.

    En general, la respuesta exhibida por un diverso arco de disciplinas científicas frente a la pandemia ha sido robusta y de alta calidad. No ha sido sólo la puramente sanitaria, en términos de pruebas de diagnóstico ultrarrápido, vacunas, terapias y otras medidas no farmacológicas. También desde las ciencias socialeslas básicas y las aplicadas, las aportaciones han sido de alto valor.

    Pese a los esfuerzos investigadores elogiables, un entorno carente de infraestructuras adecuadas y de políticas sostenidas de traslación, junto a una indefinición de estrategia y prioridades, limita la efectividad, conduce a solapamientos innecesarios y desanima a la comunidad científica.

    El desolador paisaje lo completan las insuficiencias del desarrollo industrial, que han impedido respuestas inmediatas a las necesidades de productos estratégicos. Todo esto hace pensar que urgen cambios profundos e inmediatos. Hay altas capacidades que, con decisiones políticas de alcance, serían el soporte de transformaciones sociales y económicas considerables.

    La dimensión vertical y horizontal de la toma de decisiones frente a la pandemia ha tenido más oscuros que claros. Es cierto que la Comisión Europea ha organizado con más o menos acierto el acceso garantizado a la población de los estados miembros a las dosis de vacuna necesarias. Pero se ha olvidado de propiciar políticas de coordinación de las capacidades europeas –que son muchas– para ponerlas a la disposición de todos los países.

    En España, la carencia de instituciones independientes de salud pública, por incumplimiento de leyes vigentes, y la cuasi secular falta de agilidad de los mecanismos de gobierno sanitario relativo a la coordinación y cooperación entre Gobierno estatal y autonomías ha dado lugar a ineficiencias con desperdicio de recursos cuando más falta hacían.

    Pese a la magnitud de la catástrofe, las respuestas parecen de restauración, de reducción de daños. Cuando deberíamos observar un cambio radical de enfoques que permitiese integrar el programa Next generation de la Unión Europea en una estrategia general de futuro bien definida. Se esperaría que el Gobierno, en coordinación con las comunidades autónomas, hubiese diseñado un grupo de trabajo a alto nivel para trazar cambios profundos que presentar a la sociedad en diversas áreas políticas.

    Estrategias de futuro

    Es imprescindible priorizar el buen gobierno con sistemas institucionalizados que garanticen que los tres poderes democráticos del Estado hagan lo que deben hacer: servir a la sociedad. Baste como ejemplo de desmanes que la Ley General de Salud Pública, que contenía previsiones para la situación que vivimos ahora, tiene un cumplimiento bajísimo después de 10 años. No hay mecanismos para que la desconfianza necesaria en los poderes, necesaria y saludable, se transforme en un control eficaz.

    En la vertiente de salud, la pandemia debiera ser un punto de inflexión para abordar una transformación radical de la política de salud que abordarse tanto las urgencias aún pendientes –increíble la dejación en el refuerzo de la vigilancia epidemiológica y capacidad de respuesta para controlar la incidencia en tasas bajas– como a largo plazo.

    Las cuestiones claves son la política de personal, la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud apostando con decisión por las políticas generadoras de salud que hagan improbable que la población requiera atención médica, las políticas de innovación social, y la gestión apoyada en la digitalización.

    La política de salud debe acompañarse siempre de políticas de equidad que reduzcan las desigualdades sociales, es una exigencia normativa y una cuestión de justicia, que, no obstante, se olvida con frecuencia.

    Qué decir de la investigación: o se pone en la primera página de la agenda política y se trabaja intensamente en una política de calado o seguiremos con las inercias actuales. La partida destinada a ciencia en los recientes presupuestos induce a cierto optimismo, habrá que comprobarlo.

    Por último, es tiempo, de alinear las políticas públicas con la consecución de la Agenda 2030 y los Objetivos del Desarrollo Sostenible. Con lo que ha pasado, y en asuntos de sostenibilidad y cambio climático, la banda sigue tocando, llena de retórica hueca y ninguna acción. Parecería que nadie se da por enterado de que es un asunto trascendental, del que dependen las próximas crisis sanitarias y no sanitarias. Y que en el día a día está ausente de la agenda pública de todos los niveles pese a las oportunidades de desarrollo social y económico que tiene para nuestro país.

    Quisiéramos ser optimistas y pensar que se presentará en breve una agenda política de cambios radicales que producirán una transformación social y económica similar a la que en su día alumbró el estado de bienestar.

    Fuente: Autores: Ildefonso Hernández Aguado y Blanca Lumbreras Lacarra

     

  • Y si la covid-19 no hubiera sido la primera pandemia causada por un coronavirus

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    Ilustración sobre la pandemia de 1889 denominada Gripe Rusa. Limédia / Bibliothèque municipale de Nancy

    Muchos pensábamos que covid-19 ha sido la primera pandemia causada por un coronavirus. Pero, ¿es realmente esto cierto?, ¿ha habido otras pandemias de coronavirus?

    En el siglo XX han ocurrido tres pandemias de gripe, todas ellas ocasionadas por un cambio antigénico de cepas de influenza A: la de 1918-19 fue causada por una cepa del tipo H1N1 y causó entre 40-70 millones de muertos; en 1957-58, denominada asiática, por la cepa H2N2 con 1-4 millones de muertos; en 1968-69, denominada de Hong-Kong, por la cepa H3N2 con también 1-4 millones de muertos. En 2009, la pandemia de gripe H1N1 fue menos mortal que las del siglo XX (similar a la de otros virus de la gripe estacionales) y fue resultado de una combinación entre virus de la gripe porcina, aviar y humana.

    De la Gripe rusa

    A finales del siglo XIX también hubo una gran pandemia de gripe, la denominada gripe rusa que ocurrió entre 1889-1891. Se inició en San Petersburgo, se diseminó rápidamente por Europa, dando la vuelta al mundo en tan solo cuatro meses.

    En 1892, el microbiólogo Richard Pfeiffer, colaborador de Robert Koch, aisló lo que pensó que era el agente causante de la gripe: una bacteria de la nariz de un paciente infectado por la gripe. La llamó Bacillus influenzae, y más tarde se denominó Haemophilus influenzae. Sin embargo, años después se demostró que esta bacteria no era la causa de la gripe.

    Por pruebas indirectas, y por su similitud con la pandemia de 1918, se pensaba que aquella pandemia de 1889-1891 fue causada también por el virus de la gripe. Hace años se hicieron algunos estudios de serología que sugerían que aquella pandemia podría haber sido causada por una cepa de influenza A del tipo H3. Pero todos los indicios siempre han sido indirectos. De hecho, el virus de la gripe se aisló por primera vez en 1933. La falta de muestras biológicas de aquella época hace imposible saber a ciencia cierta el origen de aquella pandemia. La causa concreta de la pandemia de 1889-1891 seguía siendo un misterio.

    … al Coronavirus ruso

    Sin embargo, desde hace unos años, hay resultados que sugieren que en realidad aquella pandemia de gripe de finales del siglo XIX fue causada por un coronavirus y no por el virus de la gripe, en concreto por el HCoV-OC43, un coronavirus que hoy causa un catarro pero que hace más de ciento treinta años fue el origen de una pandemia.

    Los coronavirus son virus de animales y causan principalmente enfermedades respiratorias y gastrointestinales: el virus de la diarrea epidémica porcina (PEDV), el de la gastroenteritis transmisible porcina (TGEV), el coronavirus respiratorio canino (CRCoV), el de la peritonitis infecciosa felina (FIPV), el virus de la hepatitis murina (MHV), el virus de la bronquitis infecciosa aviar (IBV), el coronavirus del pavo (TCoV), y los coronavirus equinos (ECoV) y bovinos (BCoV), entre otros.

    En la actualidad se conocen siete coronavirus que infectan humanos, cuatro de ellos (HCoV-229E, HCoV-OC43, HCoV-NL63 y HCoV-HKU1) son muy comunes y son responsables, junto con otros virus como los rinovirus, de la mayoría de los resfriados y catarros comunes. Estos coronavirus infectan a todos los grupos de edad y las reinfecciones son comunes. La infección suele ser subclínica y es por lo general leve, pero hay casos más graves en lactantes y ancianos. Los otros tres coronavirus humanos son el MERS, el SARS-CoV-1 y el SARS-CoV-2.

    Transmisión cruzada de coronavirus entre humanos y mamíferos domésticos. Cross-Species Transmission of Coronaviruses in Humans and Domestic Mammals, What Are the Ecological Mechanisms Driving Transmission, Spillover, and Disease Emergence? Nova, N. 2021. 9:717941.

    Los coronavirus llevan saltando de unos animales a otros desde hace miles de años. También de animales al ser humano. El HCoV-OC43 humano y el BCoV bovino son muy similares y tienen muchas similitudes a nivel antigénico y genético. El BCoV causa diarreas severas en bovinos recién nacidos. Virus similares al BCoV se han aislado también en otros rumiantes silvestres, en perros y gatos e incluso en aves.

    Hace unos años, se secuenció el genoma completo del coronavirus humano HCoV-OC43 y se comparó con el bovino. Se pudo hacer un análisis molecular de ambos virus que sugería un origen zoonótico del HCoV-OC43, es decir, este coronavirus humano habría surgido a partir del BCoV con un ancestro común a ambos virus. Los autores emplearon varios métodos de análisis genéticos y los resultados sugerían que ese salto de una especia a otros podría haber ocurrido alrededor de 1890. Según estos autores, esto apoyaría la hipótesis de que la pandemia de gripe rusa de 1889-1891 fue en realidad causada por el entonces nuevo coronavirus HCoV-OC43 de origen bovino.

    Los hechos históricos también apoyan esta hipótesis. En el siglo XIX, las enfermedades respiratorias altamente infecciosas y con una alta tasa de mortalidad afectaron a los rebaños de ganado de todo el mundo. Esto hizo que hubiera campañas masivas de sacrificio de ganado entre 1870 y 1890, exponiendo así a muchos humanos a los animales enfermos.

    Además, las condiciones socioeconómicas de aquella época fueron propicias para la extensión de epidemias. Por ejemplo, la población humana británica aumentó de 11 a 21 millones en la primera mitad del siglo XIX, acompañada de un desplazamiento de población del campo a pueblos y ciudades. Alimentar a esa población en crecimiento se convirtió en un problema. Para ello, se vendían animales vivos en los mercados de las ciudades y, como documentan los informes históricos, ganado visiblemente enfermo. De esta manera, muchas personas en áreas densamente pobladas entraron en contacto estrecho con patógenos bovinos, aumentando las posibilidades de infecciones entre especies. Mucha gente muy junta y con muchos animales enfermos cerca: una bomba de relojería.

    Ilustración de la Gripe rusa en el tabloide británico Police News. Wikimedia Commons

    El estudio de los informes médicos de aquella época, en los que se describen los síntomas clínicos de la gripe rusa, también apoyan esta hipótesis. Los más notables eran las afecciones multisistémicas que afectaban a las vías respiratorias, los síntomas gastrointestinales y neurológicos, incluida la pérdida de la percepción del gusto y el olfato; una prolongada recuperación que recuerda a los casos actuales de covid-19 persistente y las observaciones de trombosis en múltiples órganos, inflamación y afecciones reumáticas. Como en covid-19 y, a diferencia de la gripe, se observaba una mayor mortalidad en personas de edad avanzada, mientras que los niños estaban sólo débilmente afectados. Esta epidemiología y síntomas recuerdan más a la actual pandemia de covid-19 que a la gripe.

    Todos estos hechos apoyan la hipótesis de que el coronavirus HCoV-OC43 tuvo su origen en coronavirus bovinos y fue la causa de aquella pandemia respiratoria de finales del siglo XIX. Posteriormente el virus siguió evolucionando hasta que se aisló por primera vez en 1967 de voluntarios de la Unidad de Resfriado Común en Salisbury, Reino Unido.

    ¿Acabará siendo SARS-CoV-2 uno de esos coronavirus endémicos que causan resfriado común?

    No lo sabemos. Si sigue el mismo camino que HCoV-OC43 es posible, pero no sabemos a qué velocidad lo hará. ¿Es ómicron una demostración de que el virus evoluciona hacia un catarro común, es el final de la pandemia? No lo sabemos.

    Por una parte, una variante menos virulenta y mucho más transmisible puede acabar infectando a una gran parte de la población. En la medida que haya más gente inmune al virus, porque se haya infectado, se haya vacunado o las dos cosas a la vez, estaremos mejor protegidos. El virus dejará de ser “nuevo” para nuestro sistema inmunitario y, si reduce además su virulencia (infecta más las vías respiratorias superiores que las inferiores), podría ser el camino hacia uno de esos otros coronavirus humanos del resfriado. Pero de momento, covid-19 no es un resfriado. Tendemos a pensar que ómicron es la última variante, el final de un proceso de adaptación, pero no podemos descartar que surjan más variantes. De hecho, es lo más probable, y no tenemos ni idea de hacia dónde evolucionarán.

    La llamada gripe rusa de finales del siglo XIX causó alrededor de un millón de muertos. En aquella época la población mundial era de 1.500 millones de habitantes. Haciendo una sencilla extrapolación a la población mundial actual, hoy supondría 5,2 millones de muertos.

    Aquella gripe rusa fue la gran pandemia del siglo XIX. Ocurrió en cinco oleadas durante cuatro años: de octubre de 1889 a diciembre de 1890, de mayo a junio de 1891, de noviembre de 1891 a junio de 1892, en primavera de 1893 y en invierno de 1893-1894.

    Predecir qué ocurrirá en los próximos años es muy arriesgado. Es evidente que la pandemia de covid-19 irá disminuyendo (no hay mal que dure cien años), pero no sabemos ni cómo ni cuándo. Ojalá siga los pasos de su pariente el HCoV-OC43. De momento, seamos prudentes, pero con un optimismo moderado. Suerte.

    Una versión de este artículo fue publicada en el blog del autor, microBIO.

    Fente: Ignacio López-Goñi Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra