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Calentamiento Global

  • ¿Podemos predecir las sequías?

    Shutterstock / R_Tee

     

    Una clasificación de los peligros y los desastres naturales distingue dos tipos: los intensivos y los extensivos, cuyos ejemplos prototípicos son los terremotos y las sequías respectivamente.

    Las sequías, a diferencia de los terremotos, presentan una frecuencia elevada (así es en el caso de España), una duración prolongada (de varios meses o incluso años), una extensión espacial considerable y una velocidad de implantación lenta, entre otras características físicas.

    Con respecto a la duración y la velocidad de implantación, realmente no sabemos con precisión cuándo se inicia una sequía. Se asume progresivamente tras semanas o meses con una precipitación inferior, en un cierto porcentaje, a la normal. Hay que indicar que en el presente artículo se habla exclusivamente de la sequía meteorológica, un déficit coyuntural de la precipitación. Existen otros tipos de sequía, como la hidrológica, la agrícola o edáfica, la socioeconómica y la ecológica.

    Los efectos de la escasez de precipitación se notarán, con un cierto desfase temporal, en el agua almacenada, en la humedad del suelo, etc. Es decir, en los demás tipos de sequía.

    A pesar de que los daños producidos por las sequías pueden ser muy cuantiosos (incluso dando lugar, en algunos países, a hambrunas con muchas víctimas humanas), sus efectos inmediatos no cuentan con las imágenes espectaculares y casi instantáneas de los desastres intensivos, como las inundaciones o las terremotos.

    Modelos para analizar y predecir sequías

    Un modelo matemático, ideado por el climatólogo firmante de este artículo Robert Monjo, analiza el comportamiento de todos los períodos sin lluvia desde 1979 hasta 2016 y los compara con conjuntos de Cantor.

    El conjunto de Cantor fue el primer fractal conocido. Un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica se repite a diferentes escalas. Los hemos visto todos en la naturaleza, como por ejemplo en el romanesco (brócoli) o en las ramas de los árboles.

     

    Romanesco

    Figura 1. Ejemplo de una estructura fractal natural en el romanesco (brócoli). Dominic RoyéAuthor provided

     

    El modelo proporciona una medida de la similitud entre los huecos del conjunto de Cantor y la longitud de los periodos secos (sin lluvia). Esto permite clasificar las sequías según su comportamiento y la alternancia de rachas secas con rachas húmedas, de diferente duración. Este sofisticado concepto matemático desarrollado por Georg Cantor en 1883 nunca antes se había utilizado para el análisis de sequías.

    En un reciente estudio, hemos demostrado que el comportamiento de las sequías climáticas puede modelarse deformando en mayor o menor medida los huecos (periodos secos) del conjunto original de Cantor. Por ejemplo, las sequías de las zonas semidesérticas serían las más fidedignas al conjunto de Cantor sin modificar.

     

    Figura 2. Distribución espacial de la dimensión fractal de las rachas secas, relacionada con el exponente basado en conjuntos de Cantor. Author provided

     

    En el caso de España, se obtiene que la sequía suele presentar un índice medio-alto de concentración de largos periodos secos, que se distribuyen de forma bastante similar al conjunto de Cantor, pero alternados con cortos periodos húmedos. A medida que nos desplazamos hacia el norte, encontramos rachas secas intermedias (mayor deformación del conjunto de Cantor) con interrupciones largas de periodos lluviosos.

    El descubrimiento, además de proporcionar una mejor comprensión de la duración de las sequías meteorológicas, permite clasificarlas en diferentes tipos con el fin de vigilar sus posibles variaciones en el contexto del cambio climático global. En este sentido, pueden distinguirse regiones con eventos secos de duración baja, media y alta, con eventos húmedos largos o cortos.

     

    Figura 3. Clasificación climática de las sequías meteorológicas en todo el mundo: regiones con valores bajos (L), medios (M) y altos (H) de longitudes de eventos secos, alternando con eventos húmedos más largos (l) o más cortos (s). Ejemplos tropicales de tipo Ll: los principales núcleos de selva tropical del mundo (dentro del Amazonas, el Congo y el sudeste asiático entre otros). Ejemplos subpolares de tipo Ll: el océano Austral y algunas regiones del Atlántico norte y el Pacífico norte. Ejemplos de tipo Hl: las regiones de sabanas tropicales de África, México, Brasil central, India (clima monzónico), sur de China y norte de Australia. Ejemplos de tipo Hs: todas las regiones desérticas alrededor del mundo, incluida la franja oriental de las áreas oceánicas tropicales. Author provided

     

    Así, la herramienta facilitará un seguimiento de la evolución de la superficie global que abarca cada tipo de clima a escala multianual, observando posibles tendencias regionales.

    Por otro lado, la mejor comprensión del comportamiento geométrico del clima permite trazar modelos de predicción de sequías basados en la climatología. Es decir, es posible ajustar y proyectar curvas de acumulación de rachas secas y húmedas de acuerdo con el comportamiento observado (índice basado en los conjuntos de Cantor).

     

    Publicado en The Conversation el 31 de agosto de 2021. Enlace al artículo original: https://bit.ly/2Y9oYVn

    Cláusula de Divulgación

    Robert Monjo recibió fondos de la Comisión Europea a través del proyecto RESCCUE (G.A. num. 700174).

    Dominic Royé y Javier Martín Vide no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.

    Nuestros socios

    Universitat de BarcelonaUniversidad Complutense de Madrid y Universidade de Santiago de Compostela aportan financiación como miembros de The Conversation ES.

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  • ¿Por qué la borrasca Eunice es tan severa? ¿Serán cada vez más frecuentes las borrascas con vientos tan fuertes?

    El faro de Porthcawl en el sur de Gales es azotado por las olas durante la aproximación de la borrasca Eunice. Leighton Collins/Shutterstock

      

    La Oficina Meteorológica del Reino Unido ha emitido dos avisos meteorológicos rojos en otros tantos meses por vientos fuertes. Estos son los niveles de amenaza más altos que los meteorólogos pueden anunciar, y son los primeros avisos rojos solo de viento que se emiten desde la borrasca Gertrude de 2016.

    Entonces, ¿qué hay detrás de la reciente ola de peligrosas tormentas de viento en el Reino Unido? ¿Y es probable que estos eventos se vuelvan más frecuentes en el futuro?

    La borrasca Arwen a fines de noviembre de 2021 causó devastación en Escocia, el norte de Inglaterra y partes de Gales. Vientos de 100 mph (160 Km/h) mataron a tres personas, arrancaron árboles y dejaron a 9.000 personas sin electricidad durante más de una semana con temperaturas bajo cero.

    La destrucción causada por Arwen todavía es evidente en algunas áreas, y la limpieza de las consecuencias de la borrasca Dudley, que azotó el este de Inglaterra el miércoles 16 de febrero, está todavía en marcha en el momento de escribir este artículo.

    Ahora el Reino Unido se enfrenta a la borrasca Eunice, y sus ráfagas de hasta 122 mph (196 Km/h). Eunice tiene una sorprendente similitud con la "Gran Borrasca" de 1987, que desencadenó vientos huracanados y se cobró 22 vidas en Gran Bretaña y Francia en octubre de ese año. En ambos casos la predicción avisaba de la posibilidad de producirse un "sting jet" (chorro en forma de aguijón): una corriente de aire de pequeñas dimensiones que puede formarse dentro de una borrasca y producir vientos intensos en un área de menos de 100 km.

     

     

    Los "sting jet", que se descubrieron por primera vez en 2003 y probablemente ocurrieron durante la Gran Borrasca y la borrasca Arwen, pueden durar entre una y doce horas. Son difíciles de pronosticar y relativamente raros, pero hacen que las borrascas sean más peligrosas.

    Los "sting jet" se dan en cierto tipo de bajas extratropicales, un sistema de viento giratorio que se forma fuera de los trópicos. Estas corrientes de aire se forman alrededor de 5 km sobre la superficie de la Tierra y luego descienden en el lado suroeste de la baja, cerca de su centro, acelerando mientras lo hacen y trayendo consigo aire en movimiento rápido desde lo alto de la atmósfera. Cuando se forman, pueden dar lugar a velocidades de viento mucho más altas en el suelo de lo que podría pronosticarse tomando en cuenta únicamente los gradientes de presión en el núcleo de la borrasca.

    Los meteorólogos todavía están trabajando para comprender los "sting jet", pero es probable que tengan una influencia significativa en el tiempo atmosférico del Reino Unido en un entorno de clima más cálido.

    ¿Inviernos más ventosos por llegar?
    En 1987, los modelos utilizados para los pronósticos meteorológicos no podían representar los "sting jet", pero las mejoras han permitido que los meteorólogos predijeron la borrasca Eunice incluso antes de que comenzara a formarse en el Atlántico.

    Durante la última década, nuestro equipo de la Universidad de Newcastle ha trabajado en estrecha colaboración con colegas de la Oficina Meteorológica del Reino Unido para desarrollar nuevos modelos climáticos de alta resolución que pueden simular "sting jet", así como granizo y relámpagos, para ilustrar cómo los eventos meteorológicos extremos podrían cambiar en un clima cálido.

    Ya sabemos que, a medida que el mundo se calienta, los aguaceros se intensifican. La razón simple es que el aire más cálido puede contener más humedad. El Reino Unido vio el día más lluvioso registrado en 2020, y ya se estima que es 2,5 veces más probable debido a las emisiones de gases de efecto invernadero.

    Los nuevos modelos climáticos de alta resolución de nuestro equipo de investigación predicen mayores aumentos en las precipitaciones invernales que los modelos climáticos globales estándar debido a un gran aumento en las precipitaciones de las tormentas eléctricas durante el invierno.

    Estamos menos seguros de cómo cambiará el patrón de las borrascas de viento extremo, como Eunice, ya que los procesos relevantes son mucho más complicados. El grupo reciente de borrascas de viento invernales en el Reino Unido está relacionado con un vórtice polar particularmente fuerte que crea baja presión en el Ártico y una corriente en chorro más rápida, un núcleo de viento muy fuerte en la atmósfera que puede extenderse a través del Atlántico, trayendo al Reino Unido un tiempo muy húmedo y tormentoso.

     

     

    Una corriente en chorro más fuerte hace que las borrascas sean más violentas y su orientación determina aproximadamente la trayectoria de la borrasca y dónde afecta. Algunos aspectos del cambio climático fortalecen la corriente en chorro, lo que lleva a más borrascas de viento en el Reino Unido. Otros aspectos, como la mayor tasa de calentamiento sobre los polos en comparación con el ecuador, pueden debilitarlas y al flujo de viento del oeste hacia el Reino Unido.

    Nuestros modelos de alta resolución predicen borrascas de viento más intensas sobre el Reino Unido a medida que se acelera el cambio climático, y gran parte de este aumento proviene de bajas que desarrollan "sting jets".

    Las proyecciones de los modelos climáticos globales son inciertas y sugieren solo pequeños aumentos en el número de ciclones extremos. Pero estos modelos no logran representar los "sting jets" y simulan pobremente los procesos que causan la formación de borrascas. Como resultado, estos modelos probablemente subestiman los cambios futuros en la intensidad de las borrascas.

    Creemos que el uso de modelos climáticos de alta resolución, que pueden representar procesos importantes como "sting jets", junto con información de modelos globales sobre cómo podrían cambiar las condiciones a gran escala, podría brindar una imagen más precisa. Pero el Reino Unido no está haciendo lo suficiente para prepararse para el tiempo extremo cada vez más severo ya pronosticado.

    La humanidad tiene la opción de controlar cuánto más cálido se volverá el mundo en función de la velocidad a la que reduzca las emisiones de gases de efecto invernadero. Si bien más investigaciones confirmarán si más borrascas de viento extremo azotarán el Reino Unido en el futuro, estamos seguros de que las borrascas de invierno producirán aguaceros más fuertes y más lluvia e inundaciones cuando tengan lugar.

      

    Publicado en el 18 de febrero de 2022. Enlace al original: https://bit.ly/3uXN0Ba

    Disclosure statement

    Hayley J. Fowler receives funding from the Natural Environment Research Council. She is a member of the BEIS Science Expert Group and President of the British Hydrological Society.

    Colin Manning receives funding from the Natural Environment Research Council. He also receives support from the UK Met Office as a visiting scientist.

    Partners

    Newcastle University provides funding as a member of The Conversation UK.

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  • ¿Qué puede hacer para mitigar el cambio climático según el IPCC?

    7  -  9 minutos

    Shutterstock / Sandor Szmutko

    No por esperado ha resultado menos alarmante. Esta semana se ha hecho pública la tercera y última parte del Sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU.

    En informes previos, se planteaban medidas tecnológicamente más accesibles y recortes más progresivos. Ahora, la urgencia que exige limitar el calentamiento global a 1,5 ℃ (o de forma más realista, a 2 ℃) hace que los expertos planteen la necesidad de implementar políticas drásticas en el corto plazo combinadas a medio plazo con tecnologías como la captura de carbono, cuya aplicación a gran escala aún se enfrenta a importantes retos técnicos.

    Una novedad importante del nuevo informe es que incorpora un análisis centrado en las decisiones que las personas y hogares toman como consumidores. Es sobre el consumo de energía directo e indirecto de los hogares sobre el que recaen las acciones de choque a corto plazo (de aquí a 2050).

    En el contexto actual –precios de los productos energéticos al alzaalta dependencia de países no democráticos–, el debate sobre qué impacto pueden tener nuestras acciones se agudiza.

    La huella de carbono de los ciudadanos es una medida adecuada para medir su responsabilidad, pues considera las emisiones directas e indirectas asociadas a las decisiones que toman. Un cambio en las pautas de consumo ayuda a guiar a la economía por una senda de desarrollo más sostenible y puede contribuir a mitigar el cambio climático.

    El enfoque “evitar-cambiar-mejorar”

    El informe estructura las medidas siguiendo el enfoque “evitar-cambiar-mejorar”, que originalmente se aplicó al transporte sostenible, pero que ahora se emplea de forma más general al comportamiento de los consumidores.

    El panel de expertos estima el potencial de mitigación de estas medidas en un 40-70 % de reducción de emisiones. Se podría alcanzar un 5 % de forma muy rápida solo con cambios en nuestros hábitos (principalmente en los países desarrollados). Además de en esos factores socioculturales, las medidas también se centran en el uso de infraestructuras y la adopción de nuevas tecnologías que permitan dichas modificaciones.

    Entre los cambios de comportamiento, en la categoría “evitar”, encontramos la no utilización del coche y la reducción de un vuelo de larga distancia al año como los dos elementos con mayor potencial mitigador a nivel individual, seguidos a distancia por el aumento del teletrabajo, un menor uso y mayor reciclaje de envases y la reducción del desperdicio alimentario.

    Como “cambios”, se incluyen un mayor uso del transporte público, la reducción del consumo de carne, una mayor movilidad activa (bicicleta y caminar) y la sustitución del avión, cuando sea posible, por el tren.

    Dentro de las “mejoras”, las medidas estrella son el vehículo eléctrico movido cada vez más por energías renovables, que también deberían proporcionar la electricidad de nuestros hogares, y las mejoras en el aislamiento y formas de calentar nuestros hogares.

    En términos individuales, abandonar el coche de combustión y usar el eléctrico (o aún mejor, caminar y usar la bicicleta), podría reducir 2 toneladas de CO₂ equivalente al año por persona. Y otro tanto la reducción de un vuelo al año.

    En total, podría llegarse a un ahorro de 9 toneladas de CO₂ equivalente con las medidas indicadas. Pero esto sería para consumidores con alto gasto en países desarrollados. Para la población mundial en su conjunto, la medida más relevante sería el cambio en la dieta, puesto que la mayoría no vuela, su gasto es muy reducido y sus emisiones están muy por debajo de la media mundial de 7,8 toneladas.

    La huella de las empresas y el greenwashing

    Las contribuciones por parte de los consumidores nos permitirían ganar tiempo –que ya hemos perdido casi por completo– mientras se profundiza en los cambios para deshacernos de la energía fósil. Eliminarla requiere todavía superar, no solo obstáculos tecnológicos (aplicación del hidrógeno en aviones y barcos, por ejemplo), sino también relativos a la transferencia de conocimiento y la financiación.

    Los Gobiernos deben implantar políticas más ambiciosas que las aplicadas hasta el momento. El plan Objetivo 55 que se está debatiendo en la UE para la transición ecológica propone reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55 % para 2030 (comparado con 1990) y lograr la neutralidad climática para 2050. Este plan se centra, entre otros ámbitos, en la energía, la movilidad y la alimentación en la línea de las recomendaciones del Sexto Informe del IPCC. Es un paso en la dirección adecuada, pero sin un compromiso firme de la población será insuficiente.

    Sin embargo, las medidas de mitigación centradas en la demanda (los consumidores), al trasladar la responsabilidad a los hogares, permiten que los principales responsables de las emisiones de carbono se “laven las manos”. Hablamos de las empresas y, sobre todo, de las multinacionales.

    Un análisis de las emisiones de carbono directas en la economía española muestra que los consumidores son responsables del 25 % de las emisiones directas en 2020, el restante 75 % corresponde a las empresas. Y, para la economía mundial, 90 compañías públicas y privadas de energías fósiles son responsables directamente del 63 % de las emisiones históricas.

    Las filiales de multinacionales representan el 22,5 % de la huella de carbono de la economía mundial y solo las filiales de EE. UU. operando en el resto del mundo representan el 1,5 % del total de emisiones.

    Existen iniciativas para luchar contra el cambio climático en el ámbito privado en las que se implican cada vez más empresas –Science based targets, SBTi, normativas ISO 14064 de huella de carbono de organización, GHG Protocol, Carbon Disclosure Project, la plataforma NAZCA de la ONU, etc.–. Cada vez están más concienciadas sobre la reducción de su huella de carbono por la creciente presión de los consumidores e inversores. No obstante, queda mucho por hacer. También para asegurar que las medidas tomadas no sean un mero “lavado verde” (greenwashing).

    Las Naciones Unidas (y la Unión Europea) son conscientes de la existencia creciente de este greenswashing. Por ello, las Naciones Unidas acaba de lanzar en el mes de abril de 2022 un grupo de expertos de alto nivel para combatirlo. El objetivo es empujar a las empresas, los inversores y las ciudades a cumplir sus promesas de cero emisiones.

    Aspecto de la protesta de Rebelión Científica frente al Congreso de los Diputados de España el 6 de abril de 2022. Rebelión Científica / Rodri Mínguez

    ¿Cambiaremos los consumidores nuestro comportamiento?

    La perspectiva positiva de esta visión del IPCC es que los cambios en nuestros hábitos pueden ser compatibles con la mejora global del bienestar: contribuyen a reducir las diferencias debidas a la desigualdad económica –los países desarrollados y los hogares con mayor renta son los mayores responsables de las emisiones y su reducción– y las desigualdades por sexo –los hombres tienden a comer más proteína animal y desplazarse en mayor medida en coche– y a mejorar la gobernanza al reducir la concentración de poder de ciertos países y colectivos y aumentar la participación ciudadana.

    La adopción y efectividad de las medidas estarán muy condicionadas por las enormes desigualdades económicas y por la injusta distribución de las responsabilidades climáticas entre individuos. Todos debemos esforzarnos por cambiar hábitos, aunque las predicciones para 2030 apuntan a que el 50 % de la población mundial más pobre producirá emisiones muy por debajo del objetivo, mientras que el nivel de emisiones del 1 % más rico será 30 veces superior a lo fijado en el Acuerdo de París.

    Los expertos reconocen que la motivación de los consumidores para implementar estos cambios necesarios es reducida a nivel mundial. Por ello, van a ser imprescindibles políticas de incentivos y penalizaciones que tengan en cuenta los contextos sociales y culturales en cada país.

    A la hora de evitar medidas muy contaminantes o promover aquellas sostenibles, no podemos solo pensar en soluciones relacionadas con impuestos a los gases de efecto invernadero que supongan aumentos de precios, ya que dichas medidas pueden ser regresivas y tienen un escaso efecto sobre los hogares de mayor renta.

    Es muy importante regular y limitar actuaciones y, en ocasiones, incluso prohibir. Establecer zonas de bajas emisiones en los centros urbanos, prohibir el uso de plásticos de un único uso y la venta de vehículos de combustibles fósiles, etc., son medidas que ya se han tomado o que hay que ir tomando con arrojo y valentía para acompañar y promover o limitar la actuación de los consumidores.

    Tal vez sea ahora el momento de parafrasear a John F. Kennedy, y plantearnos no solo qué puede hacer nuestro país por el planeta, sino qué podemos hacer nosotros por el planeta y si estamos dispuestos a hacerlo.

    Fuente:

  • 50 años de la predicción sobre el calentamiento global

    El 1 de septiembre se cumple el 50 aniversario de un notable trabajo de investigación sobre el calentamiento global. Escrito por el meteorólogo John Sawyer, el artículo, titulado "El dióxido de carbono creado por el hombre y el efecto invernadero", fue publicado por la revista Nature en 1972.

    En el artículo se discutían algunos de los conceptos clave involucrados en el calentamiento global causado por el hombre y se hace una de las primeras predicciones del calentamiento global futuro: que las temperaturas aumentarán 0,6 ºC para finales del siglo XX. Los cálculos de Sawyer resultaron ser solo una ligera sobreestimación de cuánto se calentaría el mundo en las décadas posteriores a la publicación de su artículo.

    Asimismo, se señalaba que "a pesar de la enorme masa de la atmósfera y las energías muy grandes involucradas en los sistemas meteorológicos que producen nuestro clima", el impacto de la actividad humana "se acerca a una escala en la que no puede ser completamente ignorado como posible contribuyente al clima y al cambio climático”.

    Pionero

    John S Sawyer FRS (1916-2000) fue meteorólogo en la Oficina Meteorológica del Reino Unido (Met Office), comenzó como oficial técnico trabajando con la Royal Air Force durante la Segunda Guerra Mundial y luego se convirtió en director de investigación.

    Fue presidente de la Comisión de Ciencias Atmosféricas de la Organización Meteorológica Mundial y miembro de la Royal Society en 1962. También fue miembro de la Royal Meteorological Society y su presidente de 1963 a 1965.

    El artículo de Sawyer se basó en el trabajo de varios pioneros de la ciencia del clima. Discutió los principios del ciclo global del carbono, el papel del desarrollo industrial como impulsor del aumento de los niveles de CO2 en la atmósfera y los factores que afectan a la respuesta de la temperatura global a este aumento de CO2.

    Por ejemplo, señaló que “el desarrollo industrial ha estado avanzando recientemente a un ritmo creciente, por lo que la producción de dióxido de carbono producido por el hombre ha aumentado más o menos exponencialmente”.

    El artículo de Sawyer mostró una versión anterior de la ahora icónica "Curva de Keeling" del CO2 atmosférico en Mauna Loa en Hawái. Señaló que el CO2 que se estaba acumulando en la atmósfera era aproximadamente la mitad de su tasa de emisión debido a la absorción de la otra mitad por la vegetación global y los océanos:

    "Mientras la producción de dióxido de carbono continúe aumentando exponencialmente, es razonable suponer que aproximadamente la misma proporción que en la actualidad (aproximadamente la mitad) permanecerá en la atmósfera y aproximadamente la misma cantidad irá a los otros depósitos".

    También citó al meteorólogo sueco Bert Bolin, quien luego se convirtió en el primer presidente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), que estimaba un aumento del 25% en el CO2 atmosférico para fines del siglo XX.

     

    Curva inferior: concentraciones atmosféricas de CO2 observadas en Mauna Loa. Líneas horizontales superiores: aumentos potenciales del CO2atmosférico debido a la quema de combustibles fósiles, sin absorción por la vegetación y los océanos. Fuente: Sawyer (1972).

     

    Predicción temprana

    El artículo de Sawyer continuaba explicando algunos de los procesos clave a través de los cuales el aumento de CO2 calienta el clima, incluido el principio del efecto invernadero y el papel del aumento del vapor de agua en la retroalimentación del calentamiento.

    "Como el dióxido de carbono es uno de los principales gases que participan en el intercambio de radiación en la atmósfera y en la radiación del contenido de calor de la Tierra, es probable que un cambio en el contenido de dióxido de carbono en la atmósfera influya en el proceso".

    Describió que el CO2 adicional "tiende a actuar como una manta que mantiene la Tierra más caliente".

    Sawyer también citó el trabajo de Syukuro Manabe, un pionero de la modelización climática que recibió el premio Nobel de Física en 2021.

    Manabe había calculado que una duplicación del CO2 atmosférico provocaría un aumento de la temperatura global de 2,4°C, por lo que teniendo en cuenta el aumento del 25% de CO2 sugerido por Bolin llevó a Sawyer a predecir un aumento de 0,6°C en la temperatura global para fines del siglo XX. Señaló que se trataría de “una cantidad algo superior a las variaciones climáticas de los últimos siglos”.

    Esta predicción de calentamiento fue particularmente notable ya que se publicó después de un período de ligero descenso en las temperaturas globales durante las dos décadas anteriores. Aunque la Tierra se había calentado en la primera mitad del siglo XX, y el ingeniero y científico aficionado Guy Callendar lo había atribuido al aumento del CO2, en la década de 1960, los científicos del clima advirtieron que la tendencia al calentamiento en realidad se había invertido.

    Una predicción de un regreso al calentamiento en esos momentos parecía una predicción audaz, pero por supuesto fue completamente correcta: la temperatura global comenzó a aumentar nuevamente en la década de 1970.

    Sawyer no especificó cómo se definió realmente el aumento de 0,6°C; ni asignó un período durante el cual se promediarían las temperaturas para eliminar los efectos de la variabilidad natural de un año a otro.

    En el siguiente cuadro se compara la predicción de Sawyer (línea roja) con las temperaturas observadas, suponiendo que su predicción se aplica a las dos décadas alrededor del año 2000 (línea amarilla) comparada con los 20 años alrededor de la fecha en que se publicó su artículo (línea azul).

    Según esta definición, el calentamiento previsto por Sawyer de 0,6°C fue una sobreestimación, aunque está dentro del 25% del calentamiento observado de 0,48°C.

     

    Comparación de las anomalías de temperaturas globales observadas del conjunto de datos del Met Office Hadley Centre HadCRUT5 (línea negra), en relación a línea base de 1851-1900, con la predicción de Sawyer (línea roja). Otras líneas de colores muestran el promedio de los 20 años alrededor de la publicación del artículo de Sawyer (azul) y los 20 años alrededor del año 2000 (amarillo). Gráfico de Tom Prater usando Highcharts.

     

    Incertidumbres

    Hubo una serie de incertidumbres y deficiencias en el método de Sawyer y su aplicación, algunas de las cuales señaló en el artículo y otras que solo se aclararon más tarde. Por ejemplo, Sawyer señaló que el modelo de Manabe en ese momento no había incluido los efectos de las nubes o la pérdida de la cubierta de nieve y hielo, los cuales afectan al calentamiento que se produce en respuesta al aumento de CO2.

    La estimación de calentamiento de Manabe de 2,4 ºC representó lo que ahora se denomina sensibilidad climática de equilibrio (ECS), que es el calentamiento que se produce como respuesta a una duplicación del CO2 una vez que se alcanza el equilibrio, ya que la Tierra tarda un tiempo en ajustar los cambios en la atmósfera (la estimación de Manabe es inferior a la estimación más reciente del IPCC de 3ºC).

    Sawyer también señaló que los cálculos no tuvieron en cuenta el retraso en el calentamiento causado por la absorción a largo plazo de calor en los océanos, también conocida como "inercia térmica". Para una predicción del calentamiento durante unas pocas décadas, lo que realmente necesitaba no era la ECS sino la respuesta climática transitoria (TCR); esto es, el calentamiento en el momento de alcanzar el doble de CO2,en lugar de la respuesta a largo plazo representada por la ECS. La consideración de la inercia térmica de los océanos habría llevado a una predicción menor del calentamiento.

    El aumento del 25% de CO2 de Bolin resultó ser también una sobreestimación, ya que el CO2 solo alcanzó las 367 partes por millón (ppm) en el año 2000. En su artículo, Sawyer citó 319 ppm en 1969 como la estimación más reciente de las concentraciones de CO2 medidas en Mauna Loa, pero los actuales registros recalibrados dan un valor de 323 ppm para ese año. El aumento real de CO2 entre la publicación del artículo y finales del siglo XX fue, por lo tanto, solo del 14%, lo que habría llevado a Sawyer a predecir un aumento menor de la temperatura.

    Además, Sawyer no incluyó los efectos de otros gases de efecto invernadero (GEI), como el metano, el óxido nitroso, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC). De incluirlos habría aumentado su predicción de calentamiento. Por otro lado, también omitió los efectos de las partículas de aerosol de la contaminación del aire, que, en general, tienen un efecto de enfriamiento al reflejar parte de la radiación solar hacia el espacio, de incluirlas habría reducido el calentamiento previsto. Por tanto, el efecto global de omitir tanto los GEI distintos del CO2como los aerosoles fue probablemente mínimo.

    Sawyer era plenamente consciente de que su predicción tenía grandes incertidumbres y señaló en su artículo:

    A pesar de las enormes complicaciones de tratar de calcular la circulación total de los vientos atmosféricos y las distribuciones de nubes y lluvia resultantes, es probable que solo de esta manera se pueda hacer una estimación sólida de los posibles cambios climáticos provocados por el hombre”.

     Si bien su predicción resultó ser una sobreestimación del calentamiento observado a fines del siglo XX, una estimación más precisa del aumento de CO2 y la consideración de la inercia térmica de los océanos habría arrojado un calentamiento pronosticado menor, e incluso podría haber resultado en una subestimación en su método simplista.

    Modelos complejos

    En su artículo, Sawyer pedía que se llevaran a cabo cálculos más complejos utilizando "modelos sofisticados" que representaran la circulación total de la atmósfera y los procesos de nubes, lluvia y otras retroalimentaciones.

    También previó los desafíos de lidiar con procesos que operan a escalas muy pequeñas, como las nubes. Por ejemplo, escribió:

    Lo más difícil es idear un método para calcular la cantidad de nubes que se espera en un régimen de circulación particular porque las nubes individuales son demasiado pequeñas para ser tratadas; se tendrá que calcular el comportamiento estadístico de conjuntos de nubes que cubren una región, y aún no está claro cómo se puede lograr esto”.

    Desde entonces, se han desarrollado dichos modelos y ahora son de una gran escala y complejidad, pero aun así apenas están comenzando a capturar algunos de los procesos clave a pequeña escala.

    También en su artículo, Sawyer expresó la opinión de que el calentamiento previsto de 0,6 °C "no era motivo de alarma", pero sí señaló la posible importancia económica:

    Sin embargo, no debe pasarse por alto que variaciones en el clima de sólo una fracción de grado centígrado tienen una importancia económica considerable, como ya ha demostrado la experiencia de las fluctuaciones naturales. La incidencia más frecuente de inviernos severos o de heladas puede afectar fácilmente las economías de cultivos sensibles”.

    Ahora bien, dado que las emisiones continuas de GEI han causado un mayor calentamiento desde entonces, y que hay pocas señales de que esto disminuya, pocos científicos del clima serían tan moderados en estos días. El IPCC ahora es extremadamente claro en que se necesitan medidas urgentes tanto en la reducción de emisiones como en la adaptación para mantener “un futuro habitable y sostenible para todos.

    Sawyer murió en septiembre de 2000, por lo que vivió para ver su predicción hacerse realidad en términos generales. Su artículo sigue siendo un clásico: un ejemplo de la temprana comprensión del impacto humano en el clima a través de la quema de combustibles fósiles.

      

    Autor: Prof. Richard Betts MBE, jefe de investigación de impactos climáticos en el Met Office Hadley Center y la Universidad de Exeter.

    Publicado en CarbonBrief el 1 de septiembre de 2022.

     

     

     

     

     

  • Cómo podemos ayudar a las aves a resistir el cambio climático

    5 - 6 minutos

    Las aves que observamos más a menudo hoy en día podrían ser diferentes de las que veamos dentro de unas pocas décadas.

    El clima está cambiando, y se prevé que continúe haciéndolo en el futuro. Algunas especies tendrán que desplazarse si quieren seguir disfrutando del mismo clima que en la actualidad. Pero las zonas que tendrán unas condiciones idóneas podrían no disponer de su hábitat preferido, empujándolas a una difícil decisión.

    Además, algunas se enfrentan a otras amenazas como la intensificación agraria, la contaminación por pesticidas, el abandono de los usos tradicionales del suelo o el desarrollo de campos eólicos. Estas amenazas podrían sumarse a la del clima, poniéndolas en aprietos. Afortunadamente, existen herramientas como los espacios protegidos que pueden ayudar a amortiguar estos impactos.

    Así, el cambio climático, la disponibilidad de hábitat y la protección frente a otras amenazas podrían determinar cuáles serán las aves más comunes en el futuro. También dónde las encontraremos.

    Acabamos de publicar un libro en el que analizamos estas tendencias y predecimos el devenir de 68 especies comunes en la España peninsular para mediados de siglo XXI.

    Ganadoras y perdedoras

    Las aves en España están respondiendo al cambio climático de forma variada. En los últimos veinte años, algunas especies se han visto favorecidas y otras perjudicadas por el calentamiento global.

    El cistícola buitrón, la curruca cabecinegra y el verderón común comparten la preferencia por los ambientes cálidos. Es probable que esto sea la causa del aumento en su abundancia registrado en las últimas décadas. Además, las predicciones postulan que continuarán expandiéndose en el futuro, siendo algunas de las beneficiadas por el cambio climático.

    Por el contrario, la alondra común prefiere el fresco de la montaña. En la época reproductora nidifica en pastizales, prados de siega o páramos por encima de los 1 500 m de altitud. Pero el calentamiento global empeorará el clima de las parameras donde hoy en día es más abundante. Por tanto, tendrá que conformarse con condiciones climáticas subóptimas que harán que sus poblaciones sean menos numerosas.

    La abundancia de la alondra disminuye a medida que aumentan la temperatura y la precipitación. Esto nos indica que esta especie prefiere ambientes frescos y secos.

    Algunas están de suerte

    El carbonero garrapinos también prefiere los ambientes frescos de los bosques de montaña. Como para la alondra, los modelos predicen que el clima reducirá sus poblaciones. Sin embargo, los registros de SEO/BirdLife desde 1998 indican lo contrario: sus poblaciones han ido aumentando poco a poco desde entonces.

    Paradójicamente, su salvación puede estar muy relacionada con el ser humano. Como sugiere su nombre, el garrapinos habita principalmente en bosques de coníferas. Por ello, el aumento de la superficie forestal registrada en España a causa del abandono rural podría estar compensando las limitaciones impuestas por el clima.

    De hecho, el carbonero garrapinos no es la única especie afortunada. Otras aves forestales como el pico picapinos, el arrendajo euroasiático, el mosquitero papialbo, la curruca capirotada, el reyezuelo listado, el trepador azul, el zorzal común y el zorzal charlo podrían correr la misma suerte. Mientras que el calentamiento global hará más difícil su supervivencia, el aumento de sus hábitats preferidos jugará a su favor.

    Carbonero garrapinos (Periparus ater). John GB Garrett / Wikimedia CommonsCC BY-SA

    Impacto del cambio climático en las aves

    Para predecir el impacto del cambio climático sobre las aves necesitamos conocer qué condiciones de temperatura y precipitación son sus preferidas. Para estudiar y modelizar las preferencias de las especies, observamos dónde son más abundantes actualmente.

    En este caso contamos con los datos de campo recogidos por cientos de observadores voluntarios que colaboran en el programa SACRE de SEO/BirdLife. Sus registros han permitido estudiar la tendencia de las aves comunes reproductoras en España, año tras año, desde 1998.

    Ejemplar de pico picapinos (Dendrocopos major). Sławomir Staszczuk / Wikimedia CommonsCC BY-SA

    Curruca rabilarga (Sylvia undata). Jürgen DietrichCC BY-SA

    Gracias a este tipo de datos, sabemos que el abejaruco europeo y la golondrina común son más abundantes en zonas cálidas y secas. Y que el pico picapinos prefiere las regiones más frescas y húmedas.

    Además, sabemos que la curruca rabilarga selecciona las zonas arbustivas. Y que las mayores abundancias del cistícola buitrón se dan en carrizales, juncales y campos de cereal.

    Para predecir cómo se enfrentarán las especies al cambio climático, utilizamos modelos matemáticos. Con ellos relacionamos la abundancia de cada especie con la temperatura y la precipitación registrada en cada lugar. Después, utilizamos esos modelos para predecir cuál será la abundancia de la especie en el clima futuro. Así podemos saber si se espera un aumento o reducción de sus poblaciones y dónde ocurrirán estos cambios.

    Mitigar los efectos del cambio climático

    Existen algunas estrategias que pueden ayudar a conservar las especies de aves que se verán más afectadas por el cambio climático.

    Por un lado, se puede favorecer el desarrollo o mantenimiento de ciertos tipos de hábitat en lugares que beneficien a varias especies. Por ejemplo, los pastizales de altitud favorecerán la supervivencia de la alondra en sus refugios climáticos de los sistemas Central y Bético. La disponibilidad de estos espacios podría así compensar el efecto negativo del cambio climático.

    Áreas prioritarias para la alondra común para mediados de siglo, considerando el clima, el hábitat y su protección. Villén-Pérez S, Carrascal LM, Palomino D (2022) 'Cambio climático, hábitats y Red Natura 2000: el futuro de las aves comunes en España'. 167 pp. Uno Editorial. Madrid

    Otra estrategia es diseñar espacios protegidos dirigidos a preservar las aves del mañana. Algunas de las regiones que serán especialmente importantes para conservar las aves en el futuro se encuentran poco protegidas. Un ejemplo es Galicia, que se convertirá en el refugio climático de algunas especies en declive como la corneja negra, que cuenta con hábitat adecuado pero poco protegido.

    En el libro mostramos la responsabilidad que tendrá cada comunidad autónoma en la conservación de las aves comunes del futuro. Los resultados sugieren que algunas deberían programar un esfuerzo extra de gestión del territorio y de diseño de espacios protegidos.

    Lo que parece claro es que el cambio climático no afectará a todas las aves por igual. Dentro de treinta años algunas especies serán más raras y otras más comunes. Pero también parece evidente que no solo importará el clima, lo que abre una ventana de esperanza para las más desafortunadas. Ellas tendrán que adaptarse a las nuevas condiciones y nosotros podremos contribuir a que lo consigan.

     Fuente: Investigadora postdoctoral en Ecología (Programa Talento de la Comunidad de Madrid), Universidad de Alcalá, Ayudante de Investigación  Universidad de Alcalá y Profesor de Investigación - CSIC, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC).

  • El cambio climático y la seguridad en la cumbre de la OTAN en Madrid

     

     

    El cambio climático está influyendo sobre las capacidades y las infraestructuras militares críticas, las cadenas de suministros y el entorno de seguridad de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), sobre todo por los nuevos conflictos que pueden surgir en muchos países.

    La Organización es consciente de que el calentamiento global va a influir cada vez más en sus actividades. Por eso, con motivo de la cumbre celebrada recientemente en Madrid, la organización ha presentado un informe en el que identifica sus principales retos frente al cambio climático.

    Efectos del calentamiento global

    Las expectativas sobre las tendencias futuras del cambio climático han empeorado rápidamente y, como consecuencia, su impacto negativo en la seguridad internacional, la seguridad humana y, más específicamente, la seguridad alimentaria.

    El Sexto Informe de Evaluación del IPCC (AR6) advierte del aumento de los fenómenos meteorológicos extremos.

    Las sequías persistentes durante las temporadas de desarrollo de las grandes cuencas fluviales están reduciendo la productividad agrícola, un factor que ha puesto en peligro la seguridad alimentaria.

    El aumento del nivel del mar está provocando la reducción de las tierras cultivables, la contaminación de acuíferos con agua salada, la destrucción de infraestructuras portuarias y energéticas, la desaparición de zonas costeras. Como consecuencia, está causando innumerables desplazamientos internos y externos.

    Infraestructuras y actividad militar

    Es de esperar que los impactos del cambio climático ejerzan cada vez más presión sobre las fuerzas militares en las próximas décadas. Se requerirán más fuerzas para responder a eventos climáticos extremos, lo que limitará su capacidad para responder a otras contingencias.

    El calentamiento global pone en riesgo la logística militar crítica, los sistemas de transporte y la infraestructura. Sus impactos pueden perjudicar a los componentes físicos de las infraestructuras críticas nacionales, al tiempo que limitan sus capacidades. Ya estamos viendo cómo el calor extremo está dañando infraestructuras de transporte como carreteras, líneas ferroviarias y pistas de aterrizaje de aeropuertos.

    Además, gran parte de la infraestructura energética, incluidas las refinerías de petróleo y gas, los tanques de almacenamiento, las centrales eléctricas y las líneas de transmisión de electricidad, se encuentran en llanuras costeras, cada vez más afectadas por intensas tormentas, inundaciones y el aumento del nivel del mar.

    La OTAN y el cambio climático

    En el informe de la OTAN quedan claras las repercusiones que el fenómeno tendrá sobre la institución. Algunas de ellas son las siguientes:

    • daños estructurales sobre infraestructuras críticas en bases militares y zonas de entrenamiento;
    • una mayor demanda de servicios públicos, particularmente energía y agua para hacer frente a condiciones más duras;
    • más debilidades de la cadena de suministros;
    • incremento de los riesgos para la salud y la seguridad;
    • aumento del presupuesto destinado al mantenimiento y protección de bases, equipos, infraestructuras y otros activos.

    Claramente habrá más conflictos, por lo que será necesaria una orientación más precisa hacia la asistencia humanitaria y la respuesta a desastres, en posible detrimento de las dedicadas específicamente a la seguridad y la defensa.

    Asimismo, se han anunciado los primeros objetivos climáticos de la OTAN. El más ambicioso es la consecución de cero emisiones netas para 2050. Esto coincide con los objetivos europeos propuestos en las últimas cumbres del clima (COP25 y COP26). La OTAN necesita que el calentamiento global no siga avanzando al ritmo actual porque está poniendo en riesgo la operatividad de la organización.

    Nuevas preocupaciones de la Alianza

    Hay algo que le preocupa especialmente a la OTAN y es que el cambio climático está abriendo nuevas áreas de competición estratégica.

    La mayor accesibilidad a los canales comerciales a través del Ártico debido al deshielo está abriendo nuevas rutas y con ellas nuevas posibilidades de mayores beneficios para el comercio. La competencia por los recursos naturales (petróleo, gas y minerales) que los países ribereños están disputando desde hace tiempo está afectando claramente al entorno estratégico general de la Alianza.

    Países como Dinamarca (Groenlandia), Estados Unidos (Alaska), Canadá, Rusia y Noruega se encuentran en una auténtica disputa territorial. Los cinco países árticos ya han realizado acciones, incluso militares, para reclamar su soberanía territorial y, con ello, tener acceso a dichos recursos. China también ha entrado en el juego, no disputando territorios, sino haciendo negocios con Rusia y con Groenlandia, este último por su posesión de minerales muy utilizados en la industria tecnológica.

    Por último, qué duda cabe que la invasión rusa de Ucrania ha puesto de relieve la necesidad de buscar fuentes de energía alternativas y fiables y de realizar una transición energética rápida que libre a los países aliados de la dependencia de Rusia y China.

    Sin duda es positivo que la OTAN esté preocupada y tome cartas en el asunto. No obstante, después de muchos años estudiando el tema del cambio climático y sus causas, impactos y posibles soluciones, no estoy segura de si debemos darle las gracias por las propuestas que está lanzando tras la cumbre de Madrid o si, de otro modo, estamos ante una prueba más de que cada uno sigue mirando por sus propios intereses.

    Fuente: Cristina García Fernández, Profesora doctora en economía. Sección de Economía de la Facultad de Ciencias Políticas, Universidad Complutense de Madrid

  • El canto de los animales, una herramienta para estudiar el cambio climático

     

    Macho del sapo corredor (Epidalea calamita) cantando. Íñigo Martínez-Solano, Author provided

    Al igual que los humanos, una amplia variedad de animales emiten sonidos para comunicarse. Estos sonidos, que conocemos como cantos, reclamos o señales acústicas, cumplen un importante papel en su ciclo de vida.

    En las noches de primavera, podemos oír los ruidosos coros que forman diversas especies de ranas y sapos cerca de arroyos, charcas o lagunas. En ellos, los machos usan sus cantos, como esforzados tenores, para atraer en la oscuridad a potenciales parejas con las que reproducirse. Lo mismo ocurre entre las aves, los mamíferos o algunos insectos.

    Además de servir como reclamo sexual, los animales emplean las señales acústicas para muchas otras funciones. Por ejemplo, las suricatas emiten señales de alarma para advertir de la presencia de depredadores. Numerosas especies de aves utilizan sus cantos para defender sus territorios o mantener el bando unido al desplazarse en grupo, mientras que sus polluelos lo hacen para solicitar alimento.

    La banda sonora depende del clima

    Los seres vivos somos extremadamente sensibles a las condiciones climáticas. La mayoría de organismos requieren determinados niveles de precipitación, humedad o temperatura para reproducirse y sobrevivir. Por ello, los animales a menudo restringen su actividad a periodos y lugares que les resultan favorables.

    Cabe preguntarse, por tanto, si el acelerado cambio que está experimentando el clima de nuestro planeta podría alterar la banda sonora de la naturaleza. ¿El cambio climático está modificando las épocas y lugares en los que se reproducen los animales? ¿La comunicación acústica, y las importantes funciones que desempeña en estos animales, se verán comprometidas por las nuevas condiciones climáticas?

    En recientes investigaciones, hemos aplicado nuevas tecnologías para ayudar a dar respuesta a estas preguntas.

    Sensores acústicos

    Las nuevas tecnologías nos permiten ampliar nuestra capacidad para detectar cambios en la naturaleza. Hoy en día podemos emplear redes de sensores que trabajan de manera autónoma para medir todo tipo de parámetros. Así, somos capaces de multiplicar el número de ojos y oídos que registran fenómenos naturales.

    En esta nueva caja de herramientas para biólogos también hay sensores acústicos, pequeñas grabadoras digitales que son capaces de registrar automáticamente los sonidos emitidos por los animales. Y, gracias a ellas, los científicos podemos hacer un seguimiento de la actividad animal durante largos periodos de tiempo y en múltiples zonas a la vez.

    Esta novedosa metodología de estudio se denomina seguimiento acústico pasivo y está siendo utilizada de manera creciente.

    Instalados en zonas de reproducción o migración, los sensores acústicos son programados para grabar miles de horas de sonido ambiente. El reto después es analizar el enorme volumen de horas de grabación capturado. Para lograrlo, recurrimos a complejos algoritmos, parecidos a los de reconocimiento de voz que usan actualmente nuestros móviles.

    Aprovechando las características de cada sonido animal, estos algoritmos son capaces de identificar a qué especie pertenece. Así, los sensores acústicos, como robot espías, nos ayudan a detectar las especies que hay en cada lugar, sus periodos de reproducción o en qué condiciones ambientales están activas.

    Instalación con sensores para registrar los sonidos de los animales. Diego Llusia

    Bioacústica y biogeografía

    El avance científico surge a menudo de la integración de disciplinas distintas. Cada una aportando herramientas y conocimientos complementarios para dar lugar a nuevas ideas o metodologías. Y hay maridajes que pueden resultar especialmente fructíferos.

    En un estudio reciente, científicos de la Universidad Autónoma de Madrid, la Universidad de Alcalá y otras instituciones nacionales e internacionales proponemos un nuevo método para analizar el impacto del cambio climático en las especies que se comunican mediante sonidos.

    Para ello, hemos combinado técnicas de seguimiento acústico con herramientas de biogeografía. En síntesis, el nuevo procedimiento pone a disposición de los modelos biogeográficos la ingente cantidad de información recogida por los sensores acústicos.

    Con este método conseguimos predecir dónde y cuándo existirán condiciones climáticas adecuadas para el canto de cada especie en las próximas décadas. Es decir, dónde y cuándo podrían reproducirse o llevar a cabo otras actividades esenciales de su ciclo de vida. E igualmente, si las condiciones climáticas mejorarán o empeorarán en cada lugar y periodo para llevar a cabo estos comportamientos.

    Se trata de una potente herramienta de predicción que nos ayuda a prever la respuesta de las especies a los cambios de temperatura o precipitación que se están produciendo en su medio.

    Algunas respuestas posibles son la desaparición de poblaciones en zonas con condiciones desfavorables (extinciones locales) y su expansión hacia zonas más adecuadas (cambios de distribución).

    Además, pueden darse adelantos o retrasos en el calendario de reproducción de las especies (cambios fenológicos). Y esto puede conllevar, a su vez, desajustes en las interacciones que se establecen entre las distintas especies en los ecosistemas. Qué consecuencias pueden tener estos cambios y desajustes aún no lo sabemos. En próximas investigaciones esperamos examinarlos con el uso de esta herramienta.

    La ranita de San Antonio (Hyla molleri) emplea el canto para encontrar pareja reproductiva. Íñigo Martínez-Solano, Author provided

    La ranita de San Antonio

    El nuevo estudio ofrece una guía paso a paso para desarrollar este método, que recibe el nombre de modelos acústicos de distribución de especies (aSDM, por sus siglas en inglés). Para comprobar su funcionamiento, hemos utilizado datos de seguimiento de la ranita de San Antonio (Hyla molleri). Se trata de una especie de rana ibérica que utiliza el canto para encontrar pareja reproductiva.

    Los resultados muestran que el método es sólido, ya que es capaz de predecir con acierto la actividad de la ranita de San Antonio en las condiciones actuales. Nuestros hallazgos respaldan así el uso de estos modelos como una herramienta eficiente para evaluar el efecto del cambio climático en este grupo de animales.

    En definitiva, proponemos el uso integrado de la bioacústica y la biogeografía para explorar la capacidad de las especies vocales de hacer frente al cambio climático. Y mostramos cómo las tecnologías

    Fuente: Profesor e Investigador en Ecología, Universidad Autónoma de Madrid, Camille Desjonqueres, Post-doctorante en ecoacoustique, Université Grenoble Alpes (UGA) y Sara Villén Pérez, Investigadora postdoctoral en Ecología (Programa Talento de la Comunidad de Madrid), Universidad de Alcalá

  • IPCC: "Ahora o nunca" sobre el límite de calentamiento de 1,5°C

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    Sin una reducción de emisiones inmediata y contundente en todos los sectores, limitar el calentamiento global a 1,5 °C es inalcanzable. Sin embargo, según el nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), cada vez hay más pruebas de la acción climática.

    En el periodo 2010-2019, las emisiones medias anuales de gases de efecto invernadero se situaron en los niveles más altos de la historia de la humanidad, pero el ritmo de crecimiento se ha frenado. Desde 2010, se han producido descensos sostenidos de hasta el 85% en los costes de la energía solar y eólica, y, también, de las baterías. Según el informe, una serie de políticas y leyes cada vez más exigentes han mejorado la eficiencia energética, han reducido las tasas de deforestación y han acelerado el despliegue de las energías renovables.

    "Estamos en una disyuntiva. Las decisiones que tomemos ahora pueden asegurar un futuro habitable. Disponemos de las herramientas y los conocimientos necesarios para limitar el calentamiento", declaró el presidente del IPCC, Hoesung Lee. "Me siento esperanzado por la acción climática que se está llevando a cabo en muchos países. Hay políticas, normativas e instrumentos de mercado que están resultando eficaces. Si se amplían y se aplican de forma más amplia y equilibrada, pueden apoyar una profunda reducción de las emisiones y estimular la innovación."

    Informe del Grupo de Trabajo III del IPCC

    El Resumen para Responsables de Políticas del informe del Grupo de Trabajo III del IPCC, Cambio Climático 2022: Mitigación del cambio climático, fue aprobado el 4 de abril de 2022 por los 195 gobiernos miembros del IPCC, mediante una sesión de aprobación virtual. Se trata de la tercera entrega del Sexto Informe de Evaluación del IPCC (AR6) y sigue a los informes sobre la base científica física y sobre los impactos y la adaptación.

    El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, dijo que el último informe era "una letanía de promesas climáticas incumplidas... un documento de la vergüenza".

    "Las decisiones que tomen los países ahora harán o romperán el compromiso de 1,5 grados. Un cambio hacia las energías renovables reparará nuestra fallida mezcla energética mundial y ofrecerá esperanza a millones de personas que sufren hoy los efectos del clima. Las promesas y los planes climáticos deben convertirse en realidad y en acción, ¡ya!. Es hora de dejar de quemar nuestro planeta y empezar a invertir en la energía renovable que nos rodea. En un mensaje de vídeo dijo: "Es hora de dejar de quemar nuestro planeta y de invertir en las abundantes energías renovables que nos rodean".

    El Secretario General de la OMM, el profesor Petteri Taalas, afirmó que el informe debería servir de base para "el impulso crucialmente necesario del nivel de ambición de la mitigación del clima".

    Dijo que los informes del IPCC mostraban que todos los rincones de la Tierra se ven ya afectados por el cambio climático y que todas las regiones del mundo tienen hoy un impacto por el problema del cambio climático.

    "Para concluir, tenemos dos retos apremiantes por delante. La adaptación y la mitigación. Se necesitan iniciativas políticas de financiación y visión de futuro, así como acciones concretas, en aras del bienestar de las generaciones actuales y futuras y de nuestra biosfera", afirmó el profesor Taalas. La OMM y el PNUMA son copatrocinadores del IPCC, ganador del premio Nobel.

    Opciones en todos los sectores para reducir al menos a la mitad las emisiones para 2030

    Limitar el calentamiento global requerirá importantes transiciones en el sector energético. Esto implicará una reducción sustancial del uso de combustibles fósiles, una electrificación generalizada, una mayor eficiencia energética y el uso de combustibles alternativos (como el hidrógeno).

    "Contar con las políticas, la infraestructura y la tecnología adecuadas para permitir cambios en nuestros estilos de vida y comportamientos puede suponer una reducción del 40-70% de las emisiones de gases de efecto invernadero para 2050. Esto ofrece un importante potencial sin explotar", afirmó el copresidente del Grupo de Trabajo III del IPCC, Priyadarshi Shukla. "Las pruebas también demuestran que estos cambios en el estilo de vida pueden mejorar nuestra salud y bienestar".

    Las ciudades y otras zonas urbanas también ofrecen importantes oportunidades de reducción de emisiones. Éstas pueden lograrse mediante un menor consumo de energía (por ejemplo, creando ciudades compactas y transitables), la electrificación del transporte combinada con fuentes de energía de bajas emisiones, y la mejora de la captación y el almacenamiento de carbono utilizando la naturaleza. Hay opciones para ciudades consolidadas, de rápido crecimiento y nuevas.

    "Vemos ejemplos de edificios de energía cero o de carbono cero en casi todos los climas", dijo el copresidente del Grupo de Trabajo III del IPCC, Jim Skea. "Es fundamental actuar en esta década para aprovechar el potencial de los edificios en materia de reducción".

    "Sabemos lo que hay que hacer. Sabemos cómo hacerlo, pero ahora nos toca actuar", dijo.

    La reducción de las emisiones en la industria implicará un uso más eficiente de los materiales, la reutilización y el reciclaje de los productos y la minimización de los residuos. En el caso de los materiales básicos, como el acero, el informe del Grupo de Trabajo III del IPCC sobre materiales de construcción y los productos químicos, los procesos de producción de gases de efecto invernadero bajos o nulos se encuentran en su fase piloto o casi comercial.

    Este sector representa aproximadamente una cuarta parte de las emisiones mundiales. Alcanzar el cero neto será un reto y requerirá nuevos procesos de producción, electricidad con bajas o nulas emisiones, hidrógeno y, cuando sea necesario, captura y almacenamiento de carbono.

    La agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra pueden proporcionar reducciones de emisiones a gran escala y también eliminar y almacenar dióxido de carbono. Sin embargo, la tierra no puede compensar las reducciones de emisiones aplazadas en otros sectores. Las opciones de respuesta pueden beneficiar a la biodiversidad, ayudarnos a adaptarnos al cambio climático y asegurar los medios de vida, los alimentos y el agua, y el suministro de madera.

    Los próximos años son críticos

    En los escenarios evaluados, para limitar el calentamiento a unos 1,5 °C es necesario que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero alcancen su punto máximo antes de 2025, como muy tarde, y se reduzcan en un 43% para 2030; al mismo tiempo, el metano también tendría que reducirse en un tercio aproximadamente. Incluso si hacemos esto, es casi inevitable que superemos temporalmente este umbral de temperatura, pero podríamos volver a estar por debajo de él a finales de siglo.

    "Es ahora o nunca, si queremos limitar el calentamiento global a 1,5°C (2,7°F)", dijo Skea. "Sin una reducción inmediata y profunda de las emisiones en todos los sectores, será imposible".

    La temperatura global se estabilizará cuando las emisiones de dióxido de carbono lleguen a cero neto. En el caso de 1,5ºC (2,7ºF), esto significa alcanzar las emisiones netas de dióxido de carbono a nivel mundial a principios de la década de 2050; en el caso de 2ºC (3,6ºF), a principios de la década de 2070.

    Esta evaluación muestra que para limitar el calentamiento a unos 2 °C (3,6 °F) sigue siendo necesario que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero alcancen su punto máximo antes de 2025, a más tardar, y se reduzcan en una cuarta parte para 2030.

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  • La eliminación de dióxido de carbono, ingrediente clave para mitigar el cambio climático

    Debemos reducir drásticamente y con urgencia las emisiones de gases de efecto invernadero en todos los sectores de la economía si queremos evitar las consecuencias catastróficas del cambio climático.

    Incluso realizando esfuerzos titánicos de reducción de emisiones, los objetivos climáticos solo podrán cumplirse alcanzando la neutralidad climática (conseguir emisiones netas iguales o inferiores a cero) hacia mediados de siglo. Para ello, inevitablemente tendremos que eliminar miles de billones de toneladas de dióxido de carbono (CO₂) de la atmósfera.

    La necesidad de eliminar CO₂ de la atmósfera

    La eliminación de CO₂ es necesaria fundamentalmente por dos razones:

    • Primero, porque globalmente las emisiones siguen aumentando. Por eso, muy probablemente tendremos que compensar las emisiones que a buen seguro superarán el presupuesto de carbono, es decir, la cantidad máxima de emisiones acumuladas que puede haber en la atmósfera para conseguir el objetivo de mantener el incremento de temperatura del planeta por debajo de 1,5 °C.
    • Segundo, porque será necesario contrabalancear emisiones de sectores difíciles de descarbonizar, como las procedentes de la agricultura o de la aviación.

    Las opciones para eliminar CO₂

    Esta retirada intencional de CO₂ de la atmósfera puede llevarse a cabo mediante dos tipos de acciones:

    • Iniciativas que promueven procesos naturales de captura de CO₂.Por ejemplo, actividades de manejo en la agricultura y silvicultura que persiguen mejorar los sumideros naturales de carbono en bosques y suelos.
    • Soluciones de tipo tecnológico.Entre ellas, dos tecnologías están recibiendo una gran atención: la captura directa de CO₂ de la atmósfera y la bioenergía acoplada a sistemas de captura y almacenamiento de carbono (DACCS y BECCS respectivamente, por sus siglas en inglés).

    DACCS básicamente emplea grandes ventiladores que filtran el aire y, mediante reacciones químicas, se absorbe y retiene el CO₂. Después, empleando un aporte importante de energía se extrae el CO₂ puro. El CO₂ capturado puede ser reutilizado, por ejemplo, en la industria alimentaria, o bien puede almacenarse geológicamente, con lo que se consigue su eliminación permanente de la atmósfera.

    Con BECCS, el CO₂ es originalmente capturado por las plantas durante su crecimiento por fotosíntesis. Posteriormente, en los procesos de conversión de esas biomasas (por ejemplo, su combustión para producir electricidad o calor), el CO₂ que se libera es capturado, transportado y almacenado geológicamente en suelos y océanos, alcanzando de ese modo un balance de emisiones negativas.

    Un desarrollo e implementación insuficientes

    A pesar de su indudable necesidad, a día de hoy el despliegue en la práctica de las tecnologías de eliminación de CO₂ ha sido muy escaso y a escalas muy pequeñas. Según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático, estamos muy lejos de aportar las emisiones negativas que serán necesarias para cumplir el objetivo climático.

    Estas tecnologías (DACCS y BECCS) tan prometedoras están intrínsecamente ligadas al sistema energético. DACCS consume grandes cantidades de energía, por lo que se convierte en una opción costosa hoy en día. Para que su uso a gran escala tenga sentido, la demanda energética debe ser mayoritariamente cubierta por energías renovables.

    Por otro lado, la ventaja de BECCS es que elimina CO₂ al mismo tiempo que proporciona energía renovable. Esta energía limpia puede remplazar otra procedente de combustibles fósiles, dando lugar a beneficios ambientales diversos. Sin embargo, BECCS también puede entrañar riesgos ambientales para los ecosistemas, sobre todo si emplean cultivos energéticos.

    El sistema energético está en continua evolución y la transición energética está cada día más presente en las agendas políticas y la sociedad en general. En este sentido, la integración de estas tecnologías claves para alcanzar la neutralidad climática tiene que planificarse cuanto antes y de una manera respetuosa con el medio ambiente.

    La inacción saldrá cara

    La puesta en marcha a gran escala de estas tecnologías de eliminación de CO₂ debe hacerse de manera urgente. Los retrasos en su integración en el sistema eléctrico conllevarán importantes sobrecostes.

    Además, la capacidad de eliminación de CO₂ se reduce significativamente cada año que pasa, lo que pone en peligro la posibilidad de alcanzar los objetivos climáticos.

    Estos riegos económicos y ambientales derivan en gran medida del desaprovechamiento de recursos que tenemos disponibles y que se podrían valorizar con fines energéticos. Por ejemplo, el desperdicio o uso ineficiente de residuos de biomasa procedentes de la silvicultura y la agricultura o el desuso de tierras agrícolas abandonadas que podrían utilizarse para el cultivo de biomasa.

    Además, existen otros desafíos importantes y grandes incertidumbres que ralentizarán aún más el despliegue de estas tecnologías. Surgirán obstáculos técnicos relacionados, por ejemplo, con la necesidad de construir una amplia red de transporte para llevar el CO₂ a zonas de almacenamiento. Además, otros problemas aflorarán a nivel político, social y ambiental que limitarán aún más la expansión de estas tecnologías.

    Nuestros objetivos climáticos penden de un hilo. Si no queremos fallar, es fundamental fomentar estas tecnologías de captura de dióxido de carbono y que se desarrollen a corto plazo, evitando retrasos y alcanzando la escala requerida. Para ello, es necesario establecer la eliminación de CO₂ como prioridad en la agenda climática y reconocerlo como un jugador clave en el porfolio de medidas de mitigación y adaptación al cambio climático.

    Los países deben incentivar acciones urgentes que garanticen y faciliten el despegue de las tecnologías de eliminación de CO₂. Solo así conseguiremos evitar la peligrosa amenaza del cambio climático que está poniendo en riesgo nuestro futuro.

     Fuente:   Investigador distinguido Beatriz Galindo en sostenibilidad de sistemas energéticos, Universidad de Jaén

  • La emergencia climática nos impone programar una desescalada económica

    Freeport, Bahamas, tras el paso de huracán Dorian en octubre de 2019. Shutterstock/Anya Douglas

     

    Tres décadas de resumir y comunicar la evidencia científica sobre el cambio climático de origen humano nos han dejado tres conclusiones:

    • La primera es que seguimos sin hacer nada efectivo contra el origen del problema, la emisión de gases de efecto invernadero, que sigue subiendo y con ella las temperaturas.

    • La segunda es que la escala temporal y espacial del fenómeno sigue confundiéndonos a todos. Todavía pensamos que estamos hablando del clima futuro y de que es algo global y lejano. Dicho de otro modo, no tenemos del todo claro que el cambio climático nos afecta aquí y ahora.

    • La tercera conclusión es que todos los matices científicos, todo el lenguaje de probabilidades y escenarios de emisiones y clima no hace sino confundir y abrir espacio a debates estériles y a posponer decisiones ingratas. Por ello los científicos combinamos informes con manifiestos y somos cada vez más tajantes en nuestras afirmaciones sobre lo que ocurre con el clima y por qué ocurre.

    Sin tiempo para soluciones lentas

    El panel internacional de cambio climático acaba de sacar un nuevo informe (el AR6 del IPCC) que ha generado mucha expectación y ha merecido extensos análisis.

    Con el informe en la mano podemos decir un par de cosas bien sencillas de entender: hemos perdido un tiempo precioso para cambiar progresivamente a otra economía menos dependiente de la energía, en general, y del petróleo, en particular, que la actual, y tenemos que reducir nuestras emisiones como mínimo a la mitad en diez años para no entrar en escenarios climáticos realmente apocalípticos. Aunque aún estamos a tiempo y todavía están a nuestro alcance muchas opciones, nos estamos quedando sin tiempo para lo gradual y para adoptar medidas por consenso.

    Estas dos cosas, sencillas y contundentes, están ortogonalmente contrapuestas a la estrategia que la mayoría de los países están planteando para salir de la crisis provocada por la covid-19. Suponen incluso una confrontación directa a nuestros deseos más íntimos de recobrar una cierta normalidad tras la pandemia.

    El sexto informe del IPCC no deja margen para la duda. No se trata de especulaciones ni ideologías sino de un compendio riguroso de la aplastante evidencia científica que señala a las toneladas de gases de efecto invernadero emitidas a la atmósfera durante el último siglo como responsables de las sofocantes temperaturas de casi 50 ℃ a más de 50⁰ de latitud norte en Canadá, de las inundaciones escalofriantes sufridas en Alemania, Bélgica y China, de la sequía extrema de Asia Central y de los incendios inextinguibles de Siberia, Grecia, Turquía e Italia.

    Todo esto por mencionar apenas la meteorología de los meses del verano de 2021. Pero todos tenemos en mente las tormentas Gloria o Filomena, la temporada de huracanes o los incendios de Australia y California en el 2020, si nos remontamos apenas unos pocos meses más atrás.

    Un camino tan incómodo como inevitable

    Reducir la emisión de gases de efecto invernadero supone frenar el desarrollo económico, reorganizar y limitar la generación de energía, transformar completamente el transporte de mercancías y personas, reducir la agricultura y la ganadería intensivas, y reorganizar las ciudades empezando por el aislamiento de las viviendas y terminando por la gestión del tráfico y de los residuos. Son cosas que sabemos que hay que hacer, pero son justo las cosas que no estamos haciendo. O no a la velocidad adecuada al menos.

    El Pacto Verde Europeo y la política agraria comunitaria distan de ser todo lo verdes que parecen ser y que necesitamos que sean.

    Los fondos de recuperación y los planes de desarrollo económico de los países de nuestro entorno vuelven a apuntar a la forma tradicional de hacer dinero. Una forma que se apoya en la definición monetaria de felicidad, salud y bienestar humano. Y sabemos que esta forma de hacer dinero no nos trae felicidad, ni salud ni bienestar.

    El modo de vida insostenible y contaminante al que vamos orientándonos no nos hace felices y los escenarios climáticos a los que ese modo de vida nos lleva nos enfermannos quitan literalmente el sueño y nos sumen en ansiedad, depresión o enfado. Si cambiar el clima no nos hace ni sanos ni felices, entonces ¿por qué afanarnos en dar la espalda a lo que propone la ciencia del clima?

    Decrecer para reducir emisiones

    En lugar de aceptar la evidencia científica y programar una desescalada económica que permita realmente reducir las emisiones de gases con efecto invernadero, nos proponemos una y otra vez hacer malabarismos socioeconómicos para conciliar desarrollo y sostenibilidad. Nos planteamos una agenda de objetivos de desarrollo sostenible que no estamos cumpliendo entre otros motivos porque está llena de contradicciones. Empezando por el propio concepto de desarrollo sostenible. Por este motivo están creciendo las voces de los que abogan por un decrecimiento, un término que asusta y escandaliza a propios y extraños, pero que resume con claridad lo que debemos hacer mientras no se nos ocurran malabarismos ambientales más eficaces.

    Si recapacitamos bien, estamos transfiriendo al concepto de decrecimiento nuestro pánico, ancestral y justificado, a las recesiones económicas. Es una transferencia desafortunada porque son cosas bien distintas. Hacer resonar ambas cosas como algo parecido dificulta la adopción de medidas de mitigación climática. Una recesión sobreviene, un decrecimiento se programa. Por tanto, una recesión siempre tendrá más y peores efectos colaterales que un decrecimiento planeado.

    El informe del IPCC asegura que sigue siendo matemáticamente posible no rebasar los 1,5 °C de calentamiento respecto a la era preindustrial. Pero para no rebasarlos no son suficientes las matemáticas, la física, la química y la biología. Hace falta la concurrencia rápida y eficaz de la economía, la política y la ciudadanía.

    Estamos hablando de medidas difíciles de encajar por los políticos debido a su elevado coste electoral, por los ciudadanos por su notable esfuerzo de aplicación y por la economía porque supone, simple y llanamente, ponerlo todo patas arriba. Hay tecnología suficiente, pero el cuello de botella es su implementación real. No basta con tener soluciones tecnológicas, marcos jurídicos y estrategias políticas. Es imprescindible tener voluntad y capacidad de aplicar todo esto.

    Cuando hablamos de reducir emisiones en serio, no podemos creernos que aumentando la eficiencia en el uso de la energía lo vamos a lograr. No olvidemos el efecto rebote o la paradoja de Jevons, según la cual el incremento de eficiencia da lugar a un aumento del consumo.

    Podemos electrificar todos los coches y los edificios, podemos reorganizar el transporte público y favorecer el teletrabajo. Pero aun así no estaremos reduciendo emisiones lo suficiente. Pensemos en las imponentes emisiones asociadas a la agricultura convencional, a la aviación, a la generación y gestión de los residuos o a industrias como la del acero o del cemento. No hay más opción que reducir el consumo. Y lo mejor que podemos hacer es programarlo y acompañar las medidas con reconversiones profundas y con información, mucha información y diálogo social.

    Si pensamos que mitigar el cambio climático es difícil y caro, recordemos, por ejemplo, el coste astronómico de los incendios de California en 2020, o que transitar por la senda óptima de emisiones le ahorrará a Homo sapiens 74 millones de fallecimientos para finales de este siglo y mejoraría significativamente la salud y el bienestar físico y mental de centenares de millones de personas en todo el mundo. ¿Hay algo más valioso que eso? ¿Realmente necesitamos más razones para poner en práctica los informes científicos sobre el cambio climático?

     

    Publicado en The Conversatio el 12 de agosto de 2021. Enlace al original: https://bit.ly/3fZYifZ

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  • Las nociones científicas sobre el cambio climático que todos deberíamos conocer, en seis gráficos

    6 - 8 minutos

    Los instrumentos científicos espaciales pueden monitorizar la fuerza de los huracanes, el aumento del nivel del mar, la pérdida de la capa de hielo y mucho más. Christina Koch / NASACC BY

    En un momento en que la cumbre del clima de Naciones Unidas en Escocia (COP26) está poniendo el foco en las políticas sobre el cambio climático y el impacto del calentamiento global, resulta especialmente útil entender lo que la ciencia ha demostrado hasta ahora.

    Soy científica atmosférica, y durante la mayor parte de mi carrera he investigado y realizado evaluaciones en el campo de la ciencia climática global. He aquí seis cosas que debería saber sobre este asunto, con sus correspondientes gráficos.

    ¿Qué está provocando el cambio climático?

    El tema clave de las negociaciones es el dióxido de carbono. Este gas de efecto invernadero se libera con la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), pero también como consecuencia de los incendios forestales, de los cambios de uso del suelo o bien generado por fuentes de origen natural.

    La Segunda Revolución Industrial, iniciada finales del siglo XIX, provocó un enorme aumento de la quema de combustibles fósiles. Esto permitió dotar de energía a hogares e industrias, e inauguró la era de los transportes globales.

    En ese mismo siglo, los científicos ya detectaron la capacidad del dióxido de carbono para incrementar las temperaturas globales, lo que en su momento se pensó podría incluso tener consecuencias positivas para el planeta.

    A mediados del siglo XX empezaron a realizarse mediciones sistemáticas. Desde entonces estas han reflejado un aumento constante de los niveles de dióxido de carbono, algo que en su mayor parte se puede achacar directamente a la quema de combustibles fósiles.

     

    Cuánto aumentó la concentración de CO2 cada año

    Una vez que alcanza la atmósfera, el dióxido de carbono tiende a permanecer allí durante mucho tiempo. Una parte del CO₂ producido por la actividad humana es capturado por las plantas, y otra parte es directamente absorbida por los océanos. Sin embargo, cerca de la mitad de este gas queda atrapado en la atmósfera, donde es probable que permanezca durante cientos de años, y desde donde ejerce su influencia en el clima global.

    En 2020, durante el primer año de la pandemia del coronavirus, cuando bajó el uso del coche privado y algunas industrias detuvieron brevemente su actividad, las emisiones de dióxido de carbono procedentes de la quema de combustibles se redujeron en torno al 6 %. Pero esto no implicó una reducción de la concentración de dióxido de carbono, pues la cantidad liberada a la atmósfera por la actividad humana seguía excediendo con creces lo que la atmósfera podía absorber de forma natural.

    Si la civilización dejara hoy de emitir dióxido de carbono, aún se necesitarían varios cientos de años para que el volumen de dicho gas en la atmósfera se redujera de forma natural y el ciclo del carbono del planeta volviera a alcanzar el equilibrio debido a la persistencia del CO₂ en la atmósfera.

    ¿Cuánto tiempo permanece el CO2 en la atmósfera? 

     

    ¿Cómo sabemos que los gases de efecto invernadero pueden cambiar el clima?

    Numerosas evidencias científicas apuntan a que el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas durante el último siglo y medio han supuesto el factor fundamental del cambio climático a largo plazo en todo el mundo. Por ejemplo:

    La evidencia científica demuestra que, cuando los niveles de dióxido de carbono han sido altos, también lo han sido las temperaturas. Elaborado a partir de Salawitch et al., 2017, y actualizado con datos de finales de 2020CC BY

    • Los registros a largo plazo que suponen los testigos de hielo, los anillos de los árboles y los corales muestran que cuando los niveles de dióxido de carbono han sido altos, también lo han sido las temperaturas.

    • Nuestros planetas vecinos también nos ofrecen evidencias científicas. La atmósfera de Venus posee una gran cantidad de dióxido de carbono y en consecuencia es el planeta que presenta mayores temperaturas de nuestro sistema solar. Y eso a pesar de que Mercurio se encuentra más próximo al Sol.

    Las temperaturas están subiendo en todos los continentes

    El aumento de las temperaturas resulta evidente en los registros de todos los continentes, y también en los océanos.

    Sin embargo, las temperaturas no están subiendo con la misma intensidad en todos los sitios. Hay numerosos factores que condicionan las temperaturas de cada región, como por ejemplo los usos del suelo, que influyen en la cantidad de radiación solar absorbida o reflejada, las fuentes de calor concretas como las islas de calor urbanas, o los niveles de contaminación.

    En el Ártico, por ejemplo, el ritmo de aumento de las temperaturas es tres veces superior a la media de la Tierra. En parte, es porque, a medida que se calienta el planeta, la nieve y el hielo se van derritiendo y hacen que la superficie terrestre tenga una mayor tendencia a absorber (en lugar de reflejar) la radiación solar. Como consecuencia de ello, tanto la capa de nieve como los mares congelados se están reduciendo a mayor velocidad.

     

    ¿Qué le está haciendo el cambio climático al planeta?

    El sistema del clima de la Tierra es complejo y está interconectado, por lo que incluso pequeñas variaciones de temperatura pueden tener un gran impacto (por ejemplo, en la capa de nieve o en el nivel del mar).

    Y los cambios ya están ocurriendo. Hay estudios que muestran cómo el aumento de las temperaturas ya está teniendo un impacto en las precipitaciones, en los glaciares, en los patrones del tiempo atmosférico así como en la incidencia de los ciclones tropicales y de las grandes tormentas. Numerosos trabajos muestran, por ejemplo, que el aumento de la frecuencia, intensidad y duración de las olas de calor afectan a los ecosistemas, a la salud humana y a actividades como el comercio o la agricultura.

    Los registros históricos del nivel de los océanos han mostrado aumentos casi siempre crecientes a lo largo de los últimos 150 años. Esto se ha producido de forma simultánea al retroceso de los glaciares y al incremento general de las temperaturas, que han hecho aumentar la cantidad de agua en los océanos con algunas desviaciones locales, pues algunos terrenos han quedado sumergidos y otros han surgido sobre el nivel del mar.

    Aunque es cierto que los fenómenos climáticos extremos tienen su origen en conjuntos complejos de causas, algunas de estas se ven exacerbadas por el cambio climático. De la misma forma en que las inundaciones costeras pueden ir a peor por el aumento del nivel de los océanos, las olas de calor pueden ser más complejas de gestionar si aumentan las temperaturas medias.

    Los científicos climáticos trabajan duro para evaluar los cambios que se producirán como consecuencia tanto del incremento de las emisiones de dióxido de carbono y debido a otras alteraciones esperables, como por ejemplo el aumento de la población global. Está claro que las temperaturas subirán, y que también variarán los patrones de las precipitaciones, pero la magnitud exacta de estos cambios dependerá de numerosos factores interrelacionados. 

    Basado en el SSP3-7.0, un escenario de altas emisiones. Claudia Tebaldi, et al., 2021

    Algunas razones para la esperanza

    Afortunadamente, los métodos de investigación científica están mejorando nuestro conocimiento sobre el clima y sobre el complejo ecosistema general de nuestro planeta, con lo que se están identificando las zonas más vulnerables y se están pudiendo coordinar esfuerzos para reducir los catalizadores del cambio climático.

    Los esfuerzos que se están realizando en energías renovables, en fuentes de energía alternativas y en mecanismos para capturar el carbono que las industrias expulsan a la atmósfera ofrecen nuevas opciones a unas sociedades ahora mejor preparadas para este reto.

    Al mismo tiempo, las personas están aprendiendo a reducir su impacto climático individual, pues cada vez existe un conocimiento mayor sobre el hecho de que es necesario un esfuerzo global coordinado para lograr impactos significativos. La utilización de vehículos eléctricos y de energías solar y eólica está aumentando hasta alcanzar niveles antes impensables. Y cada vez hay más personas dispuestas a cambiar los modos tradicionales de hacer las cosas para lograr una mayor eficiencia energética, un consumo más sostenible y para consolidar la alternativa de las energías renovables.

    Los científicos defienden con pruebas cada vez más sólidas que abandonar el uso de combustibles fósiles tiene ventajas adicionales como una mejor calidad del aire, lo que tiene consecuencias positivas tanto para la salud humana como para la de los ecosistemas. 

    Este artículo forma parte de la cobertura de The Conversation sobre la COP26, la conferencia sobre el clima de Glasgow. Siga la cobertura completa en inglésfrancésfrancés canadiensebahasa indonesio y españolaquí. 

     

    Fuente:    Senior Scientist, University of Colorado Boulder

  • Los 60 ⁰C de la India, ¿un fenómeno aislado?

    4 - 5  minutos

     Saikat Paul / Shutterstock

    El mes de marzo ha sido muy caliente en el subcontinente indio. Abril ha experimentado temperaturas que en esas zonas corresponden a bien entrado el mes de mayo. La ola de calor se extiende y se mantendrá hasta la llegada de los monzones en junio. Estas olas de calor, que se repetían hace 70 años con un tiempo de retorno de unos 50 años, se están repitiendo ahora cada 4 años aproximadamente.

    El cambio climático se analiza hoy, en general, hablando del aumento de la temperatura media global del planeta, que implica las temperaturas de los trópicos y de las regiones polares, de los meses de invierno y de verano, de días y de noches.

    Como todas las medidas promedio, la del cambio climático es también engañosa. Que la nota media en Física de una clase de 100 alumnos sea un 5 puede significar que 100 alumnos sacan un 5 o que 50 alumnos sacan un 10 y el resto un 0.

    En una situación de aumento de la temperatura media global, hay zonas cuya temperatura sube mucho, como el Ártico, y otras donde se mantiene más o menos invariable.

    Cambios en la circulación de aire atmosférica

    La realidad visible del cambio climático es el cambio en la circulación del aire debido a pequeñas diferencias de temperatura. En España lo estamos viendo con gran claridad en los últimos años, cuando las alternancias rápidas entre situaciones de frío y heladas y tiempo estable y caluroso son constantes.

    Normalmente en India –y Pakistán, que está en la misma región geográfica– el calor aumenta desde marzo a junio cuando, en condiciones normales, llegan los monzones. Este año, y en algunos otros años a partir del año 2000, las temperaturas han sido unos 3 grados superiores a lo que era habitual en el siglo XX.

    Imagen del chorro tropical. Se ve como este chorro de aire, a 11 000 metros de altura, arrastra aire muy caliente desde el Sáhara, Arabia y el desierto de Irán sobre Pakistán y los estados del norte de la India. Grid Analysis and Display System (GrADS/COLA)

    El cambio climático potencia la circulación de aire desde el Sáhara y los desiertos arábigo y persa hacia los valles del Indo y el Ganges, incluyendo las zonas desérticas indias como Rajastán. Esta circulación era menos frecuente antes del calentamiento del planeta, y el aire caliente se dirigía al norte del Himalaya. Hoy las condiciones atmosféricas dirigen el aire caliente hacia el sur de esa cordillera.

    La situación de la India y Pakistán implica un bloqueo del aire frío del norte debido a las grandes elevaciones del Himalaya, que, por otro lado, potencia los monzones y recoge el agua de los vientos húmedos del sur para regar una de las mayores extensiones de tierra del mundo.

    Curva de crecimiento de la concentración de CO₂ en la atmósfera en la cima del Mauna Loa, en Hawaii, medida constantemente por la Institución Scripps de Oceanografía de la Universidad de California en San Diego. No se ve el menor signo de freno de emisión de CO₂, ni siquiera durante la pandemia. NOAA

    Medidas de adaptación

    El cambio climático no va a frenar. No parece existir el menor deseo en los países de dejar de utilizar combustibles fósiles. Tenemos ejemplos actuales: Marruecos va a iniciar la explotación masiva de un yacimiento subacuático frente a sus costas. Alemania, la gran esperanza verde, se ha revelado, desde marzo, como un país adicto a esos combustibles. China inaugura constantemente centrales de carbón, que es la principal fuente de energía en India, sin expectativas de sustitución.

    Si no se da un cambio de tendencia, la única acción racionalmente posible es la adaptación. Por poner un ejemplo, en España es esperable un episodio de heladas fuertes en el valle del Ebro y en las costas levantinas al menos una vez al año: la adaptación pasa por instalar invernaderos de techos móviles y control automático. Igualmente, las inundaciones aumentarán de manera intensa a lo largo del siglo XXI y exigen sistemas de canalización capilares.

    Otra consecuencia del cambio climático, y esta sí se debe directamente al aumento de la temperatura, es la disminución de la cubierta de nieve de las montañas. En California, hacia junio, las reservas de agua de los embalses están agotadas y su agricultura depende de la nieve de sierra Nevada. Pero la cantidad de nieve disminuye de año en año. Adicionalmente, el aumento de temperatura (y unas urbanizaciones diseñadas sin tener esto en cuenta) producen incendios monstruosos cada año.

    Sabemos que el cambio climático, con su consecuencia, el cambio de circulación de las masas de aire en la atmósfera, va a continuar. De la misma manera que tendríamos que haber adoptado alternativas rápidas al gas ruso, tenemos que poner ya en marcha las alternativas de adaptación. Por ejemplo, en España, diques en las zonas costeras habitadas, como Huelva, Cadiz, Sevilla, Málaga, Valencia, Barcelona y el resto de las ciudades atlánticas y mediterráneas con zonas a nivel del mar. Además de sistemas de canalización capilar ante lluvias torrenciales, invernaderos inteligentes ante heladas bruscas, adaptación del cultivos a etapas de calor extremo.

    En definitiva, es necesario aceptar la realidad y tener preparadas alternativas –que necesitan mucho tiempo para ponerse en marcha– para afrontar los efectos de un cambio climático que ya hemos causado y que vamos a intensificar a lo largo de este siglo XXI.

    Fuente:   Por: Antonio Ruiz de Elvira Serra,Catedrático de Física Aplicada, Universidad de Alcalá

  • Según un estudio, la crisis climática ha afectado al eje de rotación de la Tierra

    La fusión masiva de los glaciares ha inclinado el eje de rotación del planeta, evidenciando el impacto de las actividades humanas

     

    Calentamiento global. 2AJCMYD Fotografía del calentamiento global: Tom Ridout / Alamy

     

    La fusión masiva de los glaciares como resultado del calentamiento global ha provocado cambios apreciables en el eje de rotación de la Tierra desde la década de 1990, según ha demostrado una investigación. Evidencia el profundo impacto que los humanos están teniendo en el planeta, según afirman los científicos.

    Los polos geográficos norte y sur del planeta son el punto donde su eje de rotación se cruza con la superficie, pero no son fijos. Los cambios en la distribución de la masa de la Tierra alrededor del planeta hacen que el eje y, por lo tanto, los polos se muevan.

    En el pasado, solo factores naturales como las corrientes oceánicas y la convección de rocas calientes en las profundidades de la Tierra contribuían a la posición de deriva de los polos. Pero la nueva investigación muestra que desde la década de 1990, la pérdida de cientos de miles de millones de toneladas de hielo al año en los océanos como resultado de la crisis climática ha provocado que los polos se muevan en nuevas direcciones.

    Los científicos encontraron que la dirección de la deriva polar cambió de sur a este en 1995 y que la velocidad promedio de la deriva de 1995 a 2020 fue 17 veces más rápida que la de 1981 a 1995.

    Desde 1980, la posición de los polos se ha movido unos 4 metros de distancia.

    "La disminución acelerada del agua almacenada en tierra resultante del derretimiento del hielo glacial es el principal impulsor de la rápida deriva polar desde la década de 1990", concluyó el equipo, dirigido por Shanshan Deng, del Instituto de Ciencias Geográficas e Investigación de Recursos Naturales de la Academia de Ciencias de China.

    Los datos de gravedad del satélite Grace, lanzado en 2002, se habían utilizado para vincular la fusión de los glaciares con los desplazamientos del polo en 2005 y 2012, ambos tras el aumento de las pérdidas de hielo. Pero la investigación de Deng abre nuevos caminos al extender el enlace antes del lanzamiento del satélite, mostrando que las actividades humanas han estado cambiando los polos desde la década de 1990, hace casi tres décadas.

    La investigación, publicada en la revista Geophysical Research Letters, mostró que las pérdidas de los glaciares representaron la mayor parte del cambio, pero es probable que el bombeo de agua subterránea también haya contribuido a los desplazamientos.

    El agua subterránea se almacena debajo de la tierra pero, una vez que se bombea para beber o para la agricultura, la mayoría finalmente fluye al mar, redistribuyendo su peso en todo el mundo. En los últimos 50 años, la humanidad ha extraído 18 billones de toneladas de agua de depósitos subterráneos profundos sin que haya sido reemplazada.

    Vincent Humphrey, de la Universidad de Zurich, Suiza, y que no participó en la nueva investigación, dijo que mostraba cómo las actividades humanas han redistribuido enormes cantidades de agua en todo el planeta: “Te dice cuán fuerte es este cambio masivo, es tan grande que puede afectar al eje de rotación de la Tierra". Sin embargo, el movimiento del eje de la Tierra no es lo suficientemente grande como para afectar la vida diaria, dijo: podría cambiar la duración de un día, pero solo en milisegundos.

    El profesor Jonathan Overpeck, de la Universidad de Arizona, EE. UU., comentó a The Guardian anteriormente que los cambios en el eje de la Tierra resaltaban "cuán real y profundamente grande es el impacto que los humanos están teniendo en el planeta".

    Algunos científicos argumentan que la escala de este impacto significa que es necesario declarar una nueva época geológica, el Antropoceno. Desde mediados del siglo XX, ha habido una marcada aceleración de las emisiones de dióxido de carbono y el aumento del nivel del mar, la destrucción de la vida silvestre y la transformación de la tierra por la agricultura, la deforestación y el desarrollo.

     

    Publicado en The Guardian el 23 de abril de 2021 por Damian Carrington. Enlace al artículo original: https://bit.ly/3aBDJUo

     

  • Un aumento de la temperatura global por encima de 1,5 °C podría desencadenar "múltiples" puntos críticos

    3-4 minutos

     

    Grieta que separa el glaciar Pine Island y el Iceberg B-46. Copyright NASA/ Brooke Medley

     

    Los puntos críticos (tipping points) climáticos son condiciones más allá de las cuales los cambios en una parte del sistema climático se perpetúan a sí mismos. Estos cambios pueden conducir a impactos abruptos, irreversibles y peligrosos con serias implicaciones para la humanidad.

    Una investigación realizada por Armstrong McKay et al., y publicada en Science, presenta una evaluación actualizada de los elementos críticos climáticos más importantes y sus posibles puntos críticos, incluidos sus umbrales de temperatura, escalas de tiempo e impactos. Su análisis indica que incluso el calentamiento global de 1°C, un umbral que ya hemos superado, nos pone en riesgo al desencadenar algunos puntos críticos. Este hallazgo proporciona una razón convincente para limitar el calentamiento adicional tanto como sea posible.

    Puntos críticos

    A medida que el planeta se calienta, muchas partes del sistema terrestre ya están experimentando cambios a gran escala. Los científicos advierten que muchos de estos sistemas se están acercando a un "punto crítico", un umbral que, una vez cruzado, podría hacer que un sistema, o "elemento", cambie abruptamente a un nuevo estado.

    Las observaciones han revelado que partes de la capa de hielo de la Antártida Occidental ya pueden haber pasado un punto crítico y se han detectado posibles señales de alerta temprana de la capa de hielo de Groenlandia, la circulación de retorno del Atlántico meridional y la desestabilización de la selva amazónica.

    En el estudio se identifican nueve elementos críticos "básicos" globales que contribuyen sustancialmente al funcionamiento del sistema de la Tierra y siete elementos críticos de "impacto" regionales que contribuyen de manera sustancial al bienestar humano o tienen un gran valor como características únicas del sistema de la Tierra. El siguiente mapa muestra los principales hallazgos del documento.

     

    Ubicación de los elementos críticos climáticos: en la criosfera (azul), la biosfera (verde) y el océano/atmósfera (naranja), y los niveles de calentamiento global en los que es probable que se activen sus puntos críticos. Los pines están coloreados de acuerdo con la estimación del umbral de calentamiento global central por debajo de los 2 °C, es decir, dentro del rango del Acuerdo de París (naranja claro, círculos); entre 2 y 4°C, es decir, accesible con las políticas vigentes (naranja, rombos); y 4°C y más (rojo, triángulos). McKay et al (2022).

     

    Cambios que se perpetúan a sí mismos

    Cómo se definen los puntos críticos es todavía un proceso en curso. Algunos científicos definen los puntos críticos como sistemas que cambian rápidamente una vez que se cruza un umbral. Sin embargo, McKay señala que esta definición excluiría procesos como la capa de hielo de Groenlandia, que “podría tardar 1.000 años o más” en derretirse, pero que no puede detenerse si se cruza el umbral.

    En cambio, el nuevo estudio enfatiza el “cambio que se perpetúa a sí mismo”, por lo que una vez que se cruza el umbral, un ciclo de retroalimentación seguirá llevándolo hacia su nuevo estado incluso sin más calentamiento. El nuevo estudio también dice que, si bien los puntos críticos suelen ser irreversibles, esta regla se puede romper en "casos especiales".

    Umbrales cruzados

    Los autores evaluaron cuántos puntos críticos podrían desencadenarse en diferentes niveles de calentamiento global. La mitad superior de la siguiente gráfica muestra la probabilidad de activar cada elemento crítico a diferentes niveles de temperatura por encima de los niveles pre-industriales. El amarillo indica una baja probabilidad y el rojo indica una alta probabilidad, mientras que la línea punteada indica una estimación central.

    La línea gris debajo muestra el calentamiento actual, la verde muestra un calentamiento de 1,5 °C y la negra muestra el calentamiento esperado si se mantienen las políticas de cero-neto en todo el mundo. El sombreado gris indica el calentamiento esperado dadas las políticas climáticas actuales.

     

    Gráfico que muestra la probabilidad de cruzar 15 puntos críticos en diferentes niveles de calentamiento (izquierda). Calentamiento esperado (arriba a la derecha) y número de puntos críticos cruzados (abajo a la derecha) en diferentes trayectorias de calentamiento. Fuente: McKay et al (2022).

     

    Los autores encuentran que seis elementos críticos podrían volverse "probables" y otros cuatro "posibles" dentro del rango de calentamiento del Acuerdo de París de 1,5 a <2 °C, incluido el colapso de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida Occidental, la extinción de los arrecifes de coral de baja latitud y el permafrost abrupto generalizado deshielo. Y 13 elementos críticos serán "probables" o "posibles" si el planeta se calienta 2,6 °C, como se espera según las políticas climáticas actuales.

    Sin embargo, McKay advierte que esta evaluación no incluye el impacto de las "cascadas críticas", un efecto dominó en el que un punto crítico desencadena otro. Los umbrales críticos para sistemas individuales podrían reducirse si se tienen en cuenta estas interacciones, lo que es un área importante para el trabajo futuro.

    Resumen del trabajo

    La evaluación proporciona evidencia científica sólida para la acción urgente para mitigar el cambio climático. Se muestra que incluso el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento a muy por debajo de 2 °C y preferiblemente a 1,5 °C no es seguro, ya que con un calentamiento de 1,5 °C o superior se corre el riesgo de cruzar múltiples puntos críticos, al generarse retroalimentaciones positivas que aumentan la probabilidad de cruzar otros puntos críticos. Actualmente, el mundo se dirige hacia ~2 a 3 °C de calentamiento global; en el mejor de los casos, si se implementan todas las promesas de cero emisiones netas y las contribuciones determinadas a nivel nacional, se podría llegar justo por debajo de los 2 °C. Esto reduciría un poco los riesgos, pero aún sería peligroso, ya que se podrían desencadenar múltiples puntos críticos climáticos.

     

    Autor: Ayesha Tandon

    Publicado en CarbonBrief el 8 de septiembre de 2022

    Información:McKay et al (2022), Exceeding 1.5C global warming could trigger multiple climate tipping points, Science, doi:10.1126/science.abn7950 

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

     

  • Una nueva vida para el CO₂: así podemos convertirlo en combustible, plástico y materiales de construcción

    Central de carbón en Rotterdam (Países Bajos). Catstyecam / Shutterstock

     

    El dióxido de carbono (CO₂) no es un gas perverso. Es incoloro e inodoro y se encuentra de forma natural en nuestra atmósfera. No es tóxico ni nocivo en las concentraciones actuales.

    El problema es que su acumulación está provocando el calentamiento global de nuestro planeta. Por eso este gas protagoniza muchos debates sobre cambio climático y sostenibilidad.

    Estamos inmersos en una transición energética en la que las renovables tendrán cada vez más protagonismo, pero las energías fósiles seguirán siendo necesarias durante décadas para producir multitud de bienes de uso cotidiano en sectores como la construcción, el sanitario y el agrícola, entre otros. ¿Qué haremos entonces con el indeseable CO₂ derivado de su combustión?

    El efecto invernadero

    La causa del calentamiento ocasionado por el dióxido de carbono no es otra que el efecto invernadero, un fenómeno natural sin el cual no existiría vida en la Tierra.

    El efecto invernadero es la capacidad de algunos gases de nuestra atmósfera, como el dióxido de carbono, el vapor de agua, el metano y los óxidos de nitrógeno, entre otros, de atrapar y mantener el calor del Sol. Sin estos gases, la radiación térmica se reflejaría en la superficie terrestre y escaparía, haciendo que la temperatura de la Tierra descendiera hasta unos -18 ℃ .

    El problema surge cuando la proporción de estos gases no es la adecuada. Su acumulación provoca que la atmósfera retenga más calor, lo que aumenta progresivamente la temperatura terrestre y produce cambios en el clima. No se trata por tanto de hacer desaparecer el CO₂, sino más bien de controlar su emisión, ajustando la proporción de este gas en la atmósfera a los niveles preindustriales.

    Una nueva vida para el CO₂

    La captura y el almacenamiento de dióxido de carbono son quizá las alternativas que primero aparecen en la lista para dejar de emitir a la atmósfera ese CO₂ que, por ahora, resulta inevitable. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático advierte que será necesario acoplar estas tecnologías a las industrias intensivas en carbono porque, de lo contrario, desaparecerán prematuramente, lo que aumentaría el coste de la transición y reduciría su aceptación pública.

    En todo el mundo se utilizan unos 230 millones de toneladas (Mt) de CO₂ al año. El mayor consumidor es la industria de los fertilizantes, donde se emplean 130 Mt de CO₂ en la fabricación de urea. La industria del petróleo y gas consume unas 70-80 Mt en técnicas de recuperación mejorada de petróleo.

    También se utiliza para estimular el crecimiento de las plantas en los invernaderos. Asimismo, se usa en la industria de las bebidas carbonatadas y en extintores para apagar algunos tipos de fuego. Otros usos menos conocidos, quizá, son la fabricación de hormigones y metales.

    Sin embargo, es necesario buscar nuevos usos para el CO₂. Usos en productos que se utilizan de forma masiva y que permiten crear un mercado circular y usos donde este gas quede fijado en productos que no emiten.

    Entre estos nuevos usos destacan por su escala sobre otras opciones la transformación del CO₂ en combustibles sintéticos, seguido de la producción de materiales para la construcción y sustancias químicas como el metanol y otros.

     

     
    Potencial teórico y beneficios climáticos de los productos y servicios derivados del dióxido de carbono. IEA

    Combustibles sintéticos

    Los combustibles sintéticos son moléculas de hidrocarburos indistinguibles de aquellas que provienen del petróleo, pero que se fabrican a partir de hidrógeno renovable y CO₂. Se utilizan de la misma manera que utilizamos hoy el gas natural, la gasolina, el gasóleo, el queroseno de aviación o el combustible para barcos, con la diferencia que su uso no incrementa la proporción de CO₂ en la atmósfera. En su combustión se emite la misma cantidad utilizada en su fabricación, con lo que el balance de emisiones es neutro.

    Si se comenzaran a producir de forma masiva supondrían una solución a toda la movilidad actual. Existen algunos proyectos para poner en marcha estas instalaciones, como la planta piloto de Sunfire en Alemania, un consorcio europeo liderado por EDL-Anlagenbau para instalar una planta de producción de combustible de aviación en el aeropuerto de Rotterdam-La Haya.

    Otro proyecto es el de la asociación de los aeropuertos de Copenhague, Maersk, DSV Panalpina, DFDS, SAS y Ørsted para desarrollar una instalación de producción a escala industrial de combustibles sintéticos para el transporte por carretera, marítimo y aéreo en el área de Copenhague.

    En España, Repsol construirá una planta en el puerto de Bilbao.

    Sin embargo, evaluar el mercado futuro de estos productos es difícil. Teóricamente, el uso de combustibles podría crecer a escalas de varios miles de millones de toneladas de uso de CO₂ al año, pero existen dificultades de implantación, más de carácter comercial y normativo que tecnológico.

    Productos químicos y materiales de construcción

    El carbono y el oxígeno del CO₂ también se pueden utilizar en productos químicos como, por ejemplo, plásticos y caucho sintético. La vía de conversión más habitual es a través del metanol, una molécula muy versátil a partir de la cual se fabrican productos para sectores como la salud e higiene, la cosmética, la agricultura y la alimentación, entre otros.

    Este dióxido de carbono queda fijado en los materiales, formando parte de su estructura, es decir, se almacena permanentemente en el producto. Por ejemplo, las empresas Asahi Kasei Chemicals y Chi Mei Corp. fabrican un policarbonato utilizando CO₂ como materia prima y pudiendo alcanzar hasta un 20 % del peso del producto.

    En cuando a los materiales de construcción, el CO₂ se utiliza para sustituir al agua en hormigones. Se trata de hacer reaccionar el CO₂ con el calcio y el magnesio para formar los carbonatos del hormigón.

    Mención aparte merecen las aplicaciones que usan como recursos de partida residuos de otras industrias y CO₂, una doble circularidad. Entre esos residuos se encuentran las escorias de acero y las cenizas que quedan tras la combustión del carbón. Para introducir el CO₂ se utiliza el proceso de la mineralización. Algunas empresas ya están apostando por esta solución, como la británica Carbon8, que utiliza unas 5 000 toneladas anuales de dióxido de carbono junto con 60 000 toneladas de residuos para fabricar agregados ligeros para construcción.

     

     
    Flujos y proceso de carbonatación. Carbon Dioxide Capture and Storage. IPCC Special Report, 2005.

    Estos son sólo algunos ejemplos del uso que podemos dar al CO₂, pero su potencial en la reducción de emisiones es enorme. Un informe del Foro Internacional de la Energía concluye que, para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, debemos impulsar las tecnologías de captura, uso y almacenamiento de dióxido de carbono hasta la friolera de 5,6 gigatoneladas de CO₂ en 2050, desde los apenas 40 millones de toneladas actuales.

    También será necesario desarrollar tecnologías de uso de CO₂ y una sólida metodología de análisis del ciclo de vida basado en directrices claras y conjuntos de datos transparentes, así como marcos regulatorios e incentivos para los productos con menos emisiones de carbono.

     

    Publicado el 10 agosto 2022 a las 19:31 CEST en The Conversation. 

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