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  • ¿Por qué mueren las aves en los tendidos eléctricos?

    5 - 6 minutos

    Los tendidos eléctricos, sus cables y sus postes se han convertido en un elemento habitual en el entorno en el que vivimos. Las líneas eléctricas atraviesan montañas y llanuras y las torretas eléctricas aparecen en cualquier rincón o pueblo, alterando el paisaje.

    El consumo y la generación de electricidad en España no ha dejado de crecer en las últimas décadas. Y dejará de hacerlo, especialmente por la llegada de la movilidad eléctrica y la expansión de las nuevas instalaciones de energías renovables como eólicas y fotovoltaicas.

    Lo que puede ser una buena noticia para el mix energético con el aumento de las energías verdes, tiene un fuerte impacto en la biodiversidad, especialmente en las aves. Estudios recientes han estimado que entre 11.000 y 33.000 aves rapaces mueren al año por los tendidos eléctricos. Es la principal causa de muerte para varias especies, entre ellas la amenazada águila imperial ibérica, el águila perdicera y la avutarda.

    Además, es probable que estos números estén subestimados debido a la actividad de carroñeros que se han habituado a recorrer los tendidos en busca de animales muertos o malheridos.

    Colisiones y descargas eléctricas

    Las aves sufren los tendidos eléctricos por partida doble. Por un lado, especies con gran envergadura como grullas, cigüeñas o avutardas pueden chocar contra los cables por los que discurre la electricidad, lo que comúnmente se conoce como colisión.

    Por otro lado, los postes o apoyos eléctricos suponen otra amenaza para aquellas especies de aves como las rapaces, los córvidos o las carroñeras que utilizan estos lugares como oteaderos o lugares de descanso. Debido a la cercanía de cables a su zona de posada, se produce una descarga eléctrica, una electrocución.

    La descarga se puede producir de dos formas principalmente: al tocar dos cables o al tocar un cable y la torreta eléctrica que se encuentra conectada a tierra. En ambos casos se provoca una diferencia de potencial y, por ende, la electricidad atraviesa el cuerpo del ave.

    Paradójicamente, cuando palomas, estorninos u otras aves se encuentran descansando en el cable y no están tocando nada que genere una diferencia de potencial, no se produce descarga. En este caso la electricidad “prefiere” discurrir por el superconductor (el cable eléctrico) sin atravesar el cuerpo del ave.

    Como hemos dicho anteriormente, solo cuando se unen dos elementos con voltajes distintos, las fuerzas tienden a igualarse discurriendo a través de cualquier elemento que sea mínimamente conductor. Obviamente, son las aves de medio y gran tamaño las más vulnerables a los postes, dado que pueden alcanzar diversas partes del apoyo al abrir sus alas para alzar el vuelo o al aterrizar.

    Todo ello supone que los tendidos eléctricos son probablemente la causa de mortalidad más elevada para muchas especies de aves y un sumidero que todos los años se lleva por delante la esperanza de recuperación de muchas especies amenazadas.

    Cadáver de águila perdicera. Foto tomada durante el desarrollo del proyecto AQUILA a-LIFE de recuperación de esta ave. GREFA, Author provided

    ¿Quién es responsable de estas muertes?

    Según la Ley de Responsabilidad Medioambiental (Ley 26/2007), el generador de una actividad económica está obligado a evitar que esta provoque un daño al medio ambiente mediante medidas correctoras. Si esto no se cumple, se aplicarán sanciones mediante el principio conocido como “quien contamina, paga”.

    Esta ley se empezó a aplicar gracias a la presión de los departamentos legales de determinadas comunidades autónomas que veían cómo año tras año las poblaciones de muchas aves iban decayendo debido a los tendidos eléctricos.

    También fueron impulsores de esta ley la Fiscalía de Medio Ambiente y la Plataforma SOS Tendidos Eléctricos. Esta última consistente en un grupo de presión sobre esta temática formado por nueve entidades conservacionistas.

    ¿Cómo podemos evitarlas?

    La solución más sencilla sería eliminar los tendidos eléctricos y que estos fueran bajo tierra, como ocurre en las ciudades. Pero su viabilidad es escasa.

    Por ello, para evitar la electrocución, se exige eliminar todos aquellos elementos en tensión por encima de la zona de posada y “enfundar” con material aislante las zonas cercanas a los apoyos eléctricos.

    En el caso de la colisión, lo que se busca es hacer visibles los cables para evitar que las aves choquen. Esto se lleva a cabo con balizas, que han evolucionado mucho en los últimos años.

    Actualmente, todas estas soluciones al problema se encuentran homologadas y regladas por normativa expresa para ello, evitando así montajes defectuosos o con material de baja calidad. Pero igualmente, debido a un posible deterioro, deben ser revisadas trianualmente para ver si se encuentran en perfecto estado.

    Los propietarios de los tendidos (compañías y particulares) actualmente saben que son los responsables de la mortalidad que se produce en sus líneas. Esto debería impulsarles a tomar iniciativas firmes para acabar con un problema de primera magnitud en cuanto a la conservación de la biodiversidad se refiere.

    Este artículo ha sido escrito en colaboración con Juan José Iglesias Lebrija, responsable de Seguimiento de Especies Amenazadas del Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat.

    Fuente:  Alfredo García Fernández.Profesor de Biología y Conservación, Universidad Rey Juan Carlos

     

     

  • Cómo podemos ayudar a las aves a resistir el cambio climático

    5 - 6 minutos

    Las aves que observamos más a menudo hoy en día podrían ser diferentes de las que veamos dentro de unas pocas décadas.

    El clima está cambiando, y se prevé que continúe haciéndolo en el futuro. Algunas especies tendrán que desplazarse si quieren seguir disfrutando del mismo clima que en la actualidad. Pero las zonas que tendrán unas condiciones idóneas podrían no disponer de su hábitat preferido, empujándolas a una difícil decisión.

    Además, algunas se enfrentan a otras amenazas como la intensificación agraria, la contaminación por pesticidas, el abandono de los usos tradicionales del suelo o el desarrollo de campos eólicos. Estas amenazas podrían sumarse a la del clima, poniéndolas en aprietos. Afortunadamente, existen herramientas como los espacios protegidos que pueden ayudar a amortiguar estos impactos.

    Así, el cambio climático, la disponibilidad de hábitat y la protección frente a otras amenazas podrían determinar cuáles serán las aves más comunes en el futuro. También dónde las encontraremos.

    Acabamos de publicar un libro en el que analizamos estas tendencias y predecimos el devenir de 68 especies comunes en la España peninsular para mediados de siglo XXI.

    Ganadoras y perdedoras

    Las aves en España están respondiendo al cambio climático de forma variada. En los últimos veinte años, algunas especies se han visto favorecidas y otras perjudicadas por el calentamiento global.

    El cistícola buitrón, la curruca cabecinegra y el verderón común comparten la preferencia por los ambientes cálidos. Es probable que esto sea la causa del aumento en su abundancia registrado en las últimas décadas. Además, las predicciones postulan que continuarán expandiéndose en el futuro, siendo algunas de las beneficiadas por el cambio climático.

    Por el contrario, la alondra común prefiere el fresco de la montaña. En la época reproductora nidifica en pastizales, prados de siega o páramos por encima de los 1 500 m de altitud. Pero el calentamiento global empeorará el clima de las parameras donde hoy en día es más abundante. Por tanto, tendrá que conformarse con condiciones climáticas subóptimas que harán que sus poblaciones sean menos numerosas.

    La abundancia de la alondra disminuye a medida que aumentan la temperatura y la precipitación. Esto nos indica que esta especie prefiere ambientes frescos y secos.

    Algunas están de suerte

    El carbonero garrapinos también prefiere los ambientes frescos de los bosques de montaña. Como para la alondra, los modelos predicen que el clima reducirá sus poblaciones. Sin embargo, los registros de SEO/BirdLife desde 1998 indican lo contrario: sus poblaciones han ido aumentando poco a poco desde entonces.

    Paradójicamente, su salvación puede estar muy relacionada con el ser humano. Como sugiere su nombre, el garrapinos habita principalmente en bosques de coníferas. Por ello, el aumento de la superficie forestal registrada en España a causa del abandono rural podría estar compensando las limitaciones impuestas por el clima.

    De hecho, el carbonero garrapinos no es la única especie afortunada. Otras aves forestales como el pico picapinos, el arrendajo euroasiático, el mosquitero papialbo, la curruca capirotada, el reyezuelo listado, el trepador azul, el zorzal común y el zorzal charlo podrían correr la misma suerte. Mientras que el calentamiento global hará más difícil su supervivencia, el aumento de sus hábitats preferidos jugará a su favor.

    Carbonero garrapinos (Periparus ater). John GB Garrett / Wikimedia CommonsCC BY-SA

    Impacto del cambio climático en las aves

    Para predecir el impacto del cambio climático sobre las aves necesitamos conocer qué condiciones de temperatura y precipitación son sus preferidas. Para estudiar y modelizar las preferencias de las especies, observamos dónde son más abundantes actualmente.

    En este caso contamos con los datos de campo recogidos por cientos de observadores voluntarios que colaboran en el programa SACRE de SEO/BirdLife. Sus registros han permitido estudiar la tendencia de las aves comunes reproductoras en España, año tras año, desde 1998.

    Ejemplar de pico picapinos (Dendrocopos major). Sławomir Staszczuk / Wikimedia CommonsCC BY-SA

    Curruca rabilarga (Sylvia undata). Jürgen DietrichCC BY-SA

    Gracias a este tipo de datos, sabemos que el abejaruco europeo y la golondrina común son más abundantes en zonas cálidas y secas. Y que el pico picapinos prefiere las regiones más frescas y húmedas.

    Además, sabemos que la curruca rabilarga selecciona las zonas arbustivas. Y que las mayores abundancias del cistícola buitrón se dan en carrizales, juncales y campos de cereal.

    Para predecir cómo se enfrentarán las especies al cambio climático, utilizamos modelos matemáticos. Con ellos relacionamos la abundancia de cada especie con la temperatura y la precipitación registrada en cada lugar. Después, utilizamos esos modelos para predecir cuál será la abundancia de la especie en el clima futuro. Así podemos saber si se espera un aumento o reducción de sus poblaciones y dónde ocurrirán estos cambios.

    Mitigar los efectos del cambio climático

    Existen algunas estrategias que pueden ayudar a conservar las especies de aves que se verán más afectadas por el cambio climático.

    Por un lado, se puede favorecer el desarrollo o mantenimiento de ciertos tipos de hábitat en lugares que beneficien a varias especies. Por ejemplo, los pastizales de altitud favorecerán la supervivencia de la alondra en sus refugios climáticos de los sistemas Central y Bético. La disponibilidad de estos espacios podría así compensar el efecto negativo del cambio climático.

    Áreas prioritarias para la alondra común para mediados de siglo, considerando el clima, el hábitat y su protección. Villén-Pérez S, Carrascal LM, Palomino D (2022) 'Cambio climático, hábitats y Red Natura 2000: el futuro de las aves comunes en España'. 167 pp. Uno Editorial. Madrid

    Otra estrategia es diseñar espacios protegidos dirigidos a preservar las aves del mañana. Algunas de las regiones que serán especialmente importantes para conservar las aves en el futuro se encuentran poco protegidas. Un ejemplo es Galicia, que se convertirá en el refugio climático de algunas especies en declive como la corneja negra, que cuenta con hábitat adecuado pero poco protegido.

    En el libro mostramos la responsabilidad que tendrá cada comunidad autónoma en la conservación de las aves comunes del futuro. Los resultados sugieren que algunas deberían programar un esfuerzo extra de gestión del territorio y de diseño de espacios protegidos.

    Lo que parece claro es que el cambio climático no afectará a todas las aves por igual. Dentro de treinta años algunas especies serán más raras y otras más comunes. Pero también parece evidente que no solo importará el clima, lo que abre una ventana de esperanza para las más desafortunadas. Ellas tendrán que adaptarse a las nuevas condiciones y nosotros podremos contribuir a que lo consigan.

     Fuente: Investigadora postdoctoral en Ecología (Programa Talento de la Comunidad de Madrid), Universidad de Alcalá, Ayudante de Investigación  Universidad de Alcalá y Profesor de Investigación - CSIC, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC).

  • La #CrisisClimática eleva las tasas de "divorcio" de los albatros

    Uno equipo de investigadores afirma que las aguas más cálidas conducen a que las aves tengan que viajar más lejos en busca de comida y se estresen más, lo que provoca rupturas en las relaciones.

     

    Researchers say climate change and warming waters are causing more black-browed albatross couples to break up.

    Los investigadores dicen que el cambio climático y el calentamiento de las aguas están provocando la ruptura de más parejas de albatros de ceja negra. Fotografía: Andy Rouse / PA

     

    Los albatros, unas de las criaturas monógamas más fieles del mundo, se "divorcian" con más frecuencia, y los investigadores dicen que el calentamiento global puede ser el responsable.

    En un nuevo estudio de la Royal Society, los investigadores dicen que el cambio climático y el calentamiento de las aguas están aumentando las tasas de ruptura del albatros de ceja negra. Por lo general, después de elegir una pareja, solo el 1-3% se separaría en busca de nuevas oportunidades románticas.

    Pero en los años con temperaturas del agua inusualmente cálidas, ese promedio aumentó constantemente, con hasta un 8% de las parejas separándose. El estudio analizó una población salvaje de 15.500 parejas reproductoras en las Islas Malvinas durante 15 años.

    Para las aves marinas, las aguas más cálidas significan menos peces, menos comida y un medio ambiente más duro. Sobreviven menos polluelos. Las hormonas del estrés de las aves aumentan. Se ven obligados a cazar más lejos.

    Considerados como las parejas más fieles del reino animal, la vida amorosa de los albatros ha sido durante mucho tiempo un tema de estudio científico. "Hay comportamientos que pensamos que son sorprendentemente humanos", dice el Dr. Graeme Elliot, principal asesor científico del departamento de conservación de Nueva Zelanda, que ha estado estudiando los albatros en las aguas del país durante tres décadas.

    Las aves se prestan al antropomorfismo: viven entre 50 y 60 años, tienen una fase adolescente larga e incómoda mientras aprenden a seducir a una pareja a través de la danza y hacen viajes de años fuera de casa a medida que maduran. Por lo general, se aparean de por vida y celebran en voz alta cuando saludan a un compañero después de una larga ausencia.

    Pero ahora, comparten cada vez más otro rito de iniciación que puede sonar familiar para los humanos jóvenes: bajo el estrés de la crisis climática, trabajando más horas para comer y frente a las dificultades logísticas de un compañero de viaje, algunos tienen problemas para mantener sus relaciones.

     

    Black-browed albatrosses in New Zealand.

    Albatros de ceja negra en Nueva Zelanda. Fotografía: Francesco Ventura

     

    Francesco Ventura, investigador de la Universidad de Lisboa y coautor del estudio de la Royal Society, dijo que los investigadores se sorprendieron al saber que las aguas más cálidas se asociaron con tasas inusualmente altas de separación de parejas de albatros, incluso cuando se tuvo en cuenta la falta de peces.

    El divorcio de los Albatros generalmente se esperaba como consecuencia de una falla reproductiva, afirma Ventura. Si una pareja no lograba producir una cría, tenían una mayor probabilidad de separarse. Menos comida para las aves podría provocar más rupturas. Pero los investigadores se sorprendieron al descubrir que incluso cuando tuvieron en cuenta eso, las temperaturas más altas del agua estaban teniendo un efecto adicional, aumentando las tasas de divorcio incluso cuando la reproducción era exitosa.

    Ventura planteó dos posibles razones: una que el calentamiento de las aguas obligaba a las aves a cazar por más tiempo y volar más lejos. Si las aves luego no regresan para una temporada de reproducción, sus parejas pueden seguir adelante con alguien nuevo. Sumado a eso, cuando las aguas son más cálidas y en ambientes más duros, las hormonas del estrés de los albatros aumentan. Ventura dijo que los pájaros pueden sentir eso y culpar a su pareja.

    “Proponemos esta hipótesis de culpabilización de la pareja, con la que una mujer estresada podría sentir este estrés fisiológico y atribuir estos niveles más altos de estrés a un mal desempeño del hombre”, señala.

    La investigación surge cuando muchas poblaciones internacionales de albatros están teniendo problemas. "Su número está cayendo en picado", según Elliot. Las poblaciones de albatros errantes que él estudia ahora estaban disminuyendo a tasas del 5-10% cada año, y habían estado disminuyendo desde aproximadamente el 2005. Esa disminución en el número se debe a la menor cantidad de presas, el calentamiento de los mares y el aumento de los encuentros con las flotas de pesca del atún, que accidentalmente capturan y matan a los pájaros.

    La disminución de la población estaba cambiando los patrones de apareamiento de las aves de otras formas, comenta Elliot, con la aparición de más parejas homosexuales. "Tenemos parejas macho-macho entre las aves de la isla de las Antípodas, que no habíamos tenido antes", dijo. "Un pequeño porcentaje de los machos jóvenes se está emparejando con otros machos porque no pueden encontrar una pareja femenina".

    El estudio de la Royal Society había analizado una población de albatros de ceja negra en las Islas Malvinas, donde las poblaciones aún eran numerosas y donde el divorcio no era catastrófico, según afirma Ventura: las aves pueden encontrar otras parejas. Pero señala que la misma dinámica podría aplicarse a otras poblaciones de albatros y tener un efecto más dañino donde el número de aves es más frágil. "Si estamos hablando de una población con un número mucho menor de parejas reproductoras, esa interrupción de un vínculo definitivamente podría inducir alguna perturbación en los procesos de reproducción regulares", dijo.

    Ahora, Elliot espera que algunas de las simpatías que la gente tiene por los albatros puedan motivar cambios en el comportamiento de la humanidad, para abordar las amenazas ambientales que enfrentan las aves, particularmente el cambio climático y la pesca del atún. “Necesitamos una campaña internacional para salvar a estas aves”, dice Elliot. "Si no invertimos la tendencia, se extinguirán".

     

    Publicado en The Guardian el 24 de noviembre de 2021 por Tess McClure. Enlace al original: https://bit.ly/3xoWMvl