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Alimentación

  • Día Mundial de las Abejas… y del resto de polinizadores

    4 - 6 minutos

     Publicado en theconversation.com el 19 mayo 2021

    ¿Disfruta del sabor de un tomate o una manzana? ¿Se deleita paseando entre las flores? Si es así, ¡feliz Día Mundial de las Abejas (y otros polinizadores)!

    Un polinizador es un animal que ayuda a las plantas a producir frutos y semillas, al llevar el polen de flor en flor. Muchas plantas y buena parte de nuestros alimentos dependen del servicio que prestan abejas, mariposas, moscas, pájaros y murciélagos.

    El declive o desaparición de los polinizadores puede comprometer la seguridad alimentaria y la conservación de muchos ecosistemas. El Día Mundial de las Abejas y otros polinizadores es un homenaje a esos trabajadores silenciosos y una llamada a su conservación.

    ¿Podríamos vivir sin polinizadores?

    Si las abejas se extinguiesen, la humanidad no desaparecería en cuatro años. Esta afirmación se atribuye por error a Einstein, pero su autor se desconoce. Además, Einstein era físico y no sabía nada de abejas. Por último, pinta un cuadro demasiado tremendista.

    El trigo, el arroz y el maíz, tres alimentos básicos, transportan su polen mediante el viento. Pero la producción de hortalizas y frutas depende de insectos. Sin ellos, nuestra dieta vegetal se vería muy empobrecida. De hecho, casi el 90 % de las plantas con flores necesita animales que transporten polen de una flor a otra. Sin polinizadores, quizá no desapareceríamos, pero sí el mundo tal y como lo conocemos.

    Las abejas de la miel se llevan la fama, pero son muchos los insectos que cardan la lana. Solamente en España existen 1 200 especies de abejas y abejorros. Esas especies son silvestres y no todas hacen panales. Además, mariposas, polillas, moscas, escarabajos, avispas y otros insectos visitan las flores en busca de polen o néctar y al hacerlo fecundan las flores.

    En el trópico, pájaros como los colibríes, lagartos, murciélagos y otros mamíferos también llevan polen de flor en flor. Algunos de esos modos exóticos de movimiento de polen entre flores también se dan en España. En Canarias y Baleares se han descubierto plantas visitadas por pájaros o por lagartos.

    Cada vez menos insectos

    Por desgracia, los insectos que transportan polen van a la baja. Se ha hablado mucho sobre el declive de la abeja de la miel, pero al ser una especie doméstica cuenta con más ayuda humana. Además, en algunas partes del mundo va al alza o se mantiene.

    Es más grave que cada vez haya menos abejas silvestres, mariposas y moscas, al menos en Europa y América del Norte. Su declive no tiene una sola causa. En sistemas naturales, la pérdida o degradación de los hábitats deja menos lugares adecuados para estos animales. En los campos agrícolas, se han eliminado setos y zonas de barbecho que daban alimento y cobijo a insectos polinizadores. Sin pedacitos de hábitat natural entre cultivo y cultivo, pocas especies de insectos pueden sobrevivir.

    Una solución a corto plazo es cargar toda la labor en manos de la abeja de la miel. Después de todo, sus colmenas pueden llevarse y traerse para fecundar los cultivos. En los invernaderos también se usan colonias comerciales de abejorros. Sin embargo, no es buena idea que todo dependa de una o unas pocas especies de polinizadores. Las ventajas de contar con un grupo variado de polinizadores son cada vez más evidentes. Si una especie falla, otras pueden sustituirla. Además, las abejas de la miel no son muy eficaces para fecundar algunos cultivos, como el tomate. Por si fuera poco, el uso de plaguicidas también daña a los polinizadores, incluida la abeja de la miel.

    Las abejas, solución y problema

    Las propias abejas de la miel pueden, en ocasiones, ser parte del problema. Son capaces de recoger mucho néctar y polen y dejar sin alimento a otras abejas silvestres.

    En algunas partes del mundo, como Sudamérica, las abejas de la miel se introdujeron de modo involuntario. Su gran capacidad para acaparar recursos ha influido en el declive de abejas nativas. Por tanto, el uso de polinizadores domesticados ha de hacerse con mucho cuidado.

    En lo posible, deben favorecerse los polinizadores silvestres presentes de modo natural. Lo mismo ocurre en las ciudades, donde muchas abejas silvestres han encontrado refugio. Sin darse cuenta, los entusiastas de las colmenas urbanas pueden dar la puntilla a esas especies silvestres.

    Debe tenerse en cuenta que no es solo una cuestión de alimento humano. Sin animales que lleven polen de una flor a otra, muchas plantas silvestres desaparecerían. Y con ellas, se irían también las funciones que realizan. ¿Podemos vivir en un mundo en el que solo haya dos polinizadores y margaritas? Es como ir quitando remaches a un avión en vuelo y esperar que no se rompa.

    El Día Mundial de las Abejas y otros polinizadores es una oportunidad para descubrir el gran servicio que muchos insectos prestan a los humanos. No solo producen alimento; también mantienen ese manto verde y florido que cubre el mundo. Pocas veces es más apropiado el dicho de que conocer es amar. Esos insectos se merecen nuestro respeto y cuidado.

     

    Fuente:  Profesor de ecología y evolución, Universidad Rey Juan Carlos 19 mayo 2021 22:00 CEST

  • Estimación de los impactos ambientales de 57.000 productos alimenticios

    Artículo publicado el 8 de agosto de 2022 en ENVIRONMENTAL SCIENCES  

    119 (33) e2120584119

    Autores (6): Michael ClarkMarco SpringmannMike RaynerPeter ScarboroughJason Hill David TilmanJennie I. MacdiarmidJessica FanzoLauren Bandy, y Richard A. Harrington  Info & Affiliations

    Editado por B. Turner, Arizona State University, Tempe, AZ; received November 22, 2021; accepted June 21, 2022

    https://doi.org/10.1073/pnas.2120584119

     

    Idea central del trabajo


    Una barrera para permitir las transiciones hacia sistemas alimentarios ambientalmente más sostenibles es la falta de información detallada sobre el impacto ambiental. Brindamos un enfoque inicial para superar esta barrera utilizando información disponible públicamente para derivar las primeras estimaciones del impacto ambiental de más de 57 000 productos alimenticios a través de cuatro indicadores: emisiones de gases de efecto invernadero, uso de la tierra, estrés hídrico y potencial de eutrofización.

    Emparejarlo con una medida de nutrición muestra una tendencia a que los alimentos más nutritivos sean más sostenibles ambientalmente, y que los sustitutos similares pueden tener impactos ambientales y nutricionales muy variables. Al estimar los impactos ambientales de los productos alimenticios de manera estandarizada, nuestro enfoque proporciona un paso para permitir la toma de decisiones informadas por parte de los usuarios finales, como consumidores y legisladores.


    Resumen del artículo


    Comprender y comunicar los impactos ambientales de los productos alimenticios es clave para permitir la transición hacia sistemas alimentarios ambientalmente sostenibles [El Bilali y Allahyari, Inf. Proceso. agricola 5, 456–464 (2018)]. Si bien los análisis anteriores compararon los impactos de productos alimenticios como frutas, trigo y carne de res [Poore and Nemecek, Science 360, 987–992 (2018)], la mayoría de los productos alimenticios contienen numerosos ingredientes. 
    Sin embargo, debido a que la cantidad de cada ingrediente en un producto a menudo solo la conoce el fabricante, ha sido difícil evaluar sus impactos ambientales.

    Aquí, desarrollamos un enfoque para superar esta limitación. Utiliza el conocimiento previo de las listas de ingredientes para inferir la composición de cada ingrediente y luego lo combina con bases de datos ambientales [Poore and Nemecek Science 360, 987–992 (2018); Gephart et al., Nature 597, 360–365 (2021)] para derivar estimaciones del impacto ambiental de un producto alimenticio a través de cuatro indicadores: emisiones de gases de efecto invernadero, uso de la tierra, estrés hídrico y potencial de eutrofización.

    El uso del enfoque en 57 000 productos en el Reino Unido e Irlanda muestra que los tipos de alimentos tienen impactos ambientales bajos (p. ej., bebidas azucaradas, frutas, panes), intermedios (p. ej., muchos postres, pasteles) y altos (p. ej., carne, pescado, queso).

    La incorporación de NutriScore revela que los productos más nutritivos suelen ser más sostenibles desde el punto de vista ambiental, pero hay excepciones a esta tendencia, y los alimentos que los consumidores pueden considerar sustituibles pueden tener impactos marcadamente diferentes.

    Los análisis de sensibilidad indican que el enfoque es sólido ante la incertidumbre en la composición de los ingredientes y, en la mayoría de los casos, en el abastecimiento. Este enfoque proporciona un paso para permitir que los consumidores, minoristas y legisladores tomen decisiones informadas sobre los impactos ambientales de los productos alimenticios.

     

    Figura 3 del trabajo original: Puntuaciones de impacto ambiental por 100 g de productos en "PasillosTesco". Los puntos indican el impacto medio de todos los productos categorizados en el Pasillo y las barras de error indican ±1 SEM. Los pasillos están coloreados por tipo de alimento. Los tipos de alimentos se muestran desde el impacto ambiental mediano más bajo a la izquierda hasta el impacto ambiental mediano más alto a la derecha. Los pasillos dentro de los tipos de alimentos están ordenados de menor a mayor puntaje medio de impacto ambiental. Al trazar, los pasillos que contenían productos similares se condensaron para mayor visibilidad y claridad (consulte el Apéndice SI , Texto de Información Complementaria). Por ejemplo, los pasillos "Verduras frescas" y "Verduras congeladas" se condensaron en "Verduras".

    Nota de la redacción: La sigla SEM significa Search Engine Marketing. En teoría, encierra todas las acciones encaminadas a posicionar tu marca en buscadores, incluyendo el SEO (la optimización de páginas para obtener un mejor posicionamiento en los resultados orgánicos de los buscadores). 

    Enlace al artículo completo original (en inglés).

     

  • Fertilizantes, energía y su impacto en la producción de alimentos

     

    Mucha gente se ha sorprendido al ver que el precio de los fertilizantes se ha triplicado en unos pocos meses y que incluso se escucha en las noticias que habrá una falta de producto.

    El término fertilizante es amplio y engloba a los productos que proporcionan nutrientes a las plantas para su crecimiento. Se refiere tanto a los fertilizantes minerales (que provienen de síntesis industrial o de extracción minera) como a los fertilizantes orgánicos (que son derivados de excrementos y subproductos de animales, industrias agroalimentarias e incluso residuos urbanos).

    En concreto, el aumento de precios al que nos referimos afecta a los fertilizantes minerales y está muy relacionado con el alto consumo energético que requiere su fabricación.

    Dependientes de los fertilizantes

    El nitrógeno es el nutriente más empleado por los cultivos y los fertilizantes nitrogenados minerales, los más utilizados por los agricultores. Esto es principalmente cierto para los cereales, que reciben más de la mitad de los fertilizantes minerales nitrogenados y de los que depende buena parte de la nutrición de las personas y de los piensos para animales.

    Así, se ha estimado que hoy en día entre un tercio y la mitad de la producción de alimentos para la humanidad depende directamente de la aplicación de los fertilizantes nitrogenados. Por lo tanto, la falta de estos fertilizantes podría desembocar en un alza del precio de los alimentos, con consecuencias impredecibles.

    Estas grandes cifras tienen asociado cierto nivel de incertidumbre, pero son suficientemente sólidas para que nos hagamos varias preguntas: ¿por qué aumenta de esta forma el precio de los fertilizantes nitrogenados? ¿Pueden ser sustituidos por otros fertilizantes minerales? ¿Existen alternativas a corto y a medio plazo que puedan paliar nuestra dependencia de estos fertilizantes?

    Un proceso con alta demanda energética

    En primer lugar, el precio de los fertilizantes nitrogenados está intrínsicamente ligado al precio de la energía. Más concretamente, al de los combustibles fósiles que se utilizan para su síntesis.

    La fabricación de los fertilizantes nitrogenados se basa en el proceso Haber-Bosch, inventado a principios del siglo XX. Este proceso consiste en la reacción de nitrógeno e hidrógeno gaseoso para producir amoníaco. Este compuesto es después utilizado para producir una gran variedad de fertilizantes nitrogenados o de fertilizantes complejos que contienen otros nutrientes además de nitrógeno.

    La fuente inagotable de materia prima que sirve para la síntesis de amoníaco es el N₂, un gas inerte mayoritario en la atmósfera terrestre (78 %), formado por dos átomos de nitrógeno unidos por un fuerte enlace triple. Para que se produzca la ruptura de este enlace y acelerar la reacción con el hidrógeno, es necesaria una gran cantidad de energía que permita elevar la presión (150-200 atmósferas) y la temperatura (200-300 ℃).

    La energía necesaria para llevar a cabo el proceso de Haber-Bosch se obtiene principalmente a partir de la quema de gas natural. Por eso los precios de los fertilizantes nitrogenados están íntimamente ligados a los de los combustibles fósiles. El proceso de Haber-Bosch y sus modificaciones (por ejemplo, Bosch-Meier para la síntesis de urea) producen más de 100 millones de toneladas de fertilizantes nitrogenados al año. Representan aproximadamente un 8,3 % de la energía consumida en el mundo.

    El transporte y la distribución de los fertilizantes también tienen asociado un consumo de energía, aunque es muy bajo comparado con el de la síntesis.

    Otros nutrientes

    La extracción minera de roca fosfórica y potásica es imprescindible para la obtención de los dos macronutrientes (fósforo y potasio) necesarios para los cultivos, pero, nuevamente, su consumo energético es mucho menor que el de la síntesis de los nitrogenados.

    Cada uno de los nutrientes tiene funciones específicas en la planta. Por eso, respondiendo a la segunda pregunta, no pueden ser reemplazados entre sí. Es decir, la falta de nitrógeno en un cultivo no puede suplirse con una mayor aplicación de potasio, sino que el suministro de nutrientes debe ser equilibrado.

    En su conjunto, la UE es muy poco autosuficiente en fertilizantes minerales. Importa el 85 % de los fertilizantes potásicos, el 68 % de los fosfóricos y el 30 % de los nitrogenados. Una parte muy importante de estas importaciones (46 %) provienen de Rusia o Bielorrusia, al igual que el gas utilizado para sintetizar los fertilizantes nitrogenados.

    Soluciones a corto plazo

    Analicemos por lo tanto las alternativas a corto y medio plazo para paliar la dependencia europea de los fertilizantes.

    Los más agoreros predicen una elevada caída de rendimiento de los principales cultivos debido a la escasez de fertilizantes para este año. Sin embargo, es muy probable que esa caída no sea tan elevada.

    Los suelos agrícolas actúan como reservorio de nutrientes y, debido a las generosas aplicaciones de fertilizantes tan comunes en muchos casos, pueden contener un legado importante que se libere durante la presente campaña. Por lo tanto, es muy improbable que observemos pérdidas de rendimiento debidas a falta de nutrientes en los grandes cultivos durante este año.

    Podría haber mermas en algunos casos en la calidad de los productos, como puede ser la disminución de proteína en trigo asociada con la absorción de nitrógeno o la menor acumulación de grasas en oleaginosas asociadas al potasio. De hecho, es un año en el que será importante que los agricultores empleen el dinero en análisis de suelo y planta para que los pocos fertilizantes disponibles se destinen solo a los campos y cultivos que más lo necesitan.

    A su vez, muchos agricultores tienen una gran capacidad de adaptación y buenos conocimientos. Si se les dan las facilidades para que los apliquen, podrán adaptarse utilizando cultivos con alta capacidad de extracción de nutrientes.

    Un ejemplo es el girasol, que con su potente sistema radicular es capaz de obtener elevados rendimientos aprovechando los nutrientes residuales del suelo. Ahora que la UE ha permitido el cultivo de las tierras que obliga a dejar en barbecho (5-6 % del total cultivado) y si las condiciones primaverales acompañan, veremos mucho girasol en los campos, lo que ayudará también a paliar las deficiencias del mercado creadas por el conflicto bélico en Ucrania.

    Shutterstock / irin-k

    Alternativas a largo plazo

    Esta crisis en los productos agrarios nos debería empujar a pensar en soluciones más duraderas. El legado de los suelos podría suministrar nutrientes durante varios años en algunos casos (como el fósforo), pero en otros casos, como el nitrógeno, este legado se verá agotado en una o dos campañas.

    Entre las estrategias a seguir están, en primer lugar, aquellas destinadas a mejorar la eficiencia de uso de los nutrientes por el cultivo. Es decir, la cantidad de nutriente que es realmente utilizada por la planta. Para ello es fundamental potenciar tecnologías digitales (sensores, teledetección, abonadoras de dosis variable) y tradicionales (análisis suelo y planta), que permitan aplicar la dosis de fertilizante ajustada a las necesidades del cultivo y en el momento adecuado.

    Además, debemos potenciar la obtención de genotipos de cultivo con mayor capacidad de extracción de nutrientes y las interacciones planta-microorganismo que mejoren el acceso a nutrientes poco disponibles. Debemos potenciar rotaciones de cultivo en las que se introduzcan leguminosas, como una vía segura y bien adaptada a las condiciones mediterráneas para disminuir la dependencia de fertilizantes nitrogenados.

    En este rediseño de los sistemas agrarios, es importante reforzar la conexión entre los sistemas de cultivo con los de producción ganadera, de forma que los residuos orgánicos de las granjas de animales se conviertan en una fuente de nutrientes mediante sistemas de economía circular.

    Cambios necesarios para avanzar hacia una fertilización más sostenible. Miguel Quemada y Jose L. Gabriel, Author provided

    Finalmente, a nivel de cadena alimentaria, la mejora de la eficiencia de nutrientes pasa por una disminución de las pérdidas de alimentos y una transformación a dietas con mayor proporción de alimentos vegetales frente a los animales. En este sentido, los consumidores podemos colaborar para mejorar la eficiencia de nutrientes valorizando nuestros alimentos y retomando la dieta mediterránea.

    Volviendo a la síntesis de fertilizantes nitrogenados, el proceso de Haber-Bosch se ha ido perfeccionando con el tiempo y se siguen buscando alternativas que quizás mejoren la eficiencia energética. A su vez, se están produciendo avances muy significativos en la fuente de energía que lo alimenta. Hoy en día ya existen plantas piloto en las que la energía es suministrada en su mayor parte mediante renovables.

    En concreto, en España, el empleo de paneles solares para alimentar una planta industrial de síntesis de amoníaco estará en funcionamiento en los próximos años. Se han denominado fertilizantes nitrogenados verdes y, aunque todavía llevará un tiempo hasta que supongan una parte importante de la producción de fertilizantes, es una tecnología ya puesta apunto y con un gran potencial a largo plazo.

    Finalmente, los fertilizantes son el combustible de nuestro sistema de producción de alimentos, pero su uso responsable es fundamental. En las últimas décadas hemos aprendido mucho sobre el impacto nocivo que su abuso puede tener sobre el medio ambiente y la salud humana. La mejora de la eficiencia del uso de nutrientes en el conjunto del sistema de producción va asociada a la mejora de la eficiencia energética, y ambas son el camino para aumentar la soberanía alimentaria en la UE.

    Fuente:  Miguel Quemada, Catedrático de Producción Agraria. ETSIAAB y CEIGRAM. Miembro del Grupo Europeo de Expertos en Nitrógeno (EUNEP), Universidad Politécnica de Madrid (UPM), Científico titular del INIA-CSIC especializado en sistemas agrarios sostenibles, Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA)

     

     

  • Tengamos siempre presentes criterios de sostenibilidad, ahorro de agua y reducción de emisiones de gases de efecto invernadero: "Cinco reglas para elegir alimentos que mejoren su salud y la del planeta"

    Besugos certificados con etiquetas pescadeRias (flota artesanal) y Pescaenverde (bajo huella de carbono) en una subasta en la lonja de Ribeira (A Coruña). Gumersindo FeijooAuthor provided

    Desde el punto de vista nutricional, una dieta equilibrada, como la atlántica o la mediterránea, presenta múltiples beneficios para nuestra salud, ya que ayuda a mitigar y reducir el impacto negativo de diversas enfermedades.

    El beneficio personal también puede extenderse al bien colectivo y contribuir al cuidado del planeta cuando consumimos productos respetuosos con el medio ambiente, ya que se debe tener en cuenta que la producción y consumo de alimentos conlleva un gran impacto ambiental. Para dilucidar la cuantificación de dicho impacto, son dos los indicadores que podemos utilizar: huella de carbono y huella hídrica.

    Huella de carbono y huella hídrica

    La huella de carbono es una medida de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y se define como la cantidad de dióxido de carbono equivalente que un producto genera en un período de tiempo a lo largo de su ciclo de vida (extracción, producción, envasado, transporte, consumo y gestión de residuos).

    Junto con los sectores energético y del transporte, el sector de la alimentación es una de las actividades antropogénicas con mayor generación de GEI. Actualmente, el Acuerdo de París trata de poner límite a todas estas emisiones, de forma que cada país se compromete a una reducción efectiva de las mismas (Figura 1).

     

     

    Figura 1. Emisiones de CO₂ per cápita en el mundo. Los tres sectores principales de emisión: energía, transporte y alimentación. Gumersindo Feijoo. Gráfico del márgen inferior izquierdo, de CO2.EarthAuthor provided

     

    Por otra parte, la huella hídrica cuantifica el volumen total de agua dulce usada a lo largo de toda la cadena de valor para producir los bienes que habitualmente consumimos. La FAO ha establecido que un 70 % de la huella hídrica mundial está relacionada con la producción de alimentos.

    Los valores de ambas huellas son bastante variables en función del sistema de producción (Figura 2) y del tipo de alimento:

    • Las frutas tienen valores medios de 350 g CO₂(eq)/kg y 900 L/kg para la huella de carbono e hídrica, respectivamente.

    • Las legumbres y hortalizas presentan valores promedio de 450 g CO₂(eq)/kg y 250 L/kg.

    • En la leche y derivados lácteos, se observan valores en un orden de magnitud superior, situándose en promedios de 1 500 g CO₂(eq)/kg y 1 000 L/kg.

    • Los pescados y las carnes presentan variaciones notables en función de la especie. A modo de ejemplo, la sardina se sitúa en 360 g CO₂(eq)/kg, el bacalao en 1 500 g CO₂(eq)/kg, el pollo en 3 000 g CO₂(eq)/kg y la ternera en 9 000 g CO₂(eq)/kg.

    Figura 2. Huella de carbono y huella hídrica de algunos de los alimentos que forma parte del carro típico de compra español. Gumersindo Feijoo, Author provided

     

    Cómo elegir los alimentos más sostenibles

    Una vez definida la dieta adecuada a nuestro estilo de vida, edad y estado de salud, disponemos de una gran variedad de alimentos con funcionalidades y propiedades nutricionales similares. Llega entonces el momento de introducir 5 reglas básicas y fáciles de incorporar en nuestro consumo diario que, en términos generales, permitan garantizar una minimización del impacto ambiental de los alimentos a consumir.

    1. Verificar el origen de los alimentos. Como hace ya más de 15 años publicitaba una gran cadena de distribución alimentaria francesa: “Moins de transport, moins de CO₂” (Menos transporte, menos CO₂). Bajo esta premisa ha surgido el apelativo de concienciación de Km 0, que consiste en identificar los alimentos producidos en un radio de 100 km al punto de consumo, siendo así una llamada a potenciar el producto local.

    2. Analizar el envase. A menudo, el continente tiene un mayor impacto que el contenido. Los envases pueden poseer una alta intensificación de material (sobreenvasados) y energética (consumo de combustibles fósiles en su fabricación). Orientar la compra a productos con envase mínimo y biodegradable es siempre una buena opción ambiental.

    3. Respetar la temporalidad de los productos. Está asociada a cada estación del año y región del planeta, acorde a los ciclos naturales de producción. La coordinación entre las condiciones climáticas y los sistemas de producción suponen una reducción notable de la huella de carbono e hídrica.

    4. Buscar la presencia de ecoetiquetas. Pueden certificar y garantizar que se alcanzan diversos criterios ecológicos, lo que a su vez permite potenciar y fomentar la incorporación de dichas estrategias en el marketing (Figura 3). Si bien es cierto que la aplicación de estas cuatro reglas va a depender de la oferta, se trata en definitiva de influir en la misma con nuestra demanda.

    5. Reducir el desperdicio de alimentos. Esta quinta y última regla depende exclusivamente del consumidor. Basta pensar en la cantidad de materia y energía necesaria para que los alimentos lleguen a nuestras neveras y alacenas, para que lamentablemente no sean consumidos y, por tanto, se conviertan directamente en residuos. Una mayor concienciación en este aspecto ayudaría a reducir el actual desperdicio medio en nuestros hogares.

    Una reducción del 50 % en la pérdida de alimentos en los hogares puede llegar a suponer en España la emisión anual de medio millón de toneladas de CO₂(eq) (que, teniendo en cuenta que el valor medio durante el 2020 en el mercado de CO₂ fue 24,75 €/tonelada, supondría unos bonos por valor 12 millones de euros) y 510 Hm³ de agua (prácticamente el consumo de agua anual de Berlín y Madrid).

     

    Figura 3. Ecoetiquetas. Arriba: fotografía en una subasta en la lonja de Ribeira con Besugos certificados con pescadeRias (flota artesanal) y Pescaenverde (bajo huella de carbono). Abajo: venta a granel de banana con la certificación de Rainforest Alliance que verifica criterios ambientales y sociales. Gumersindo FeijooAuthor provided

     

    En el este enlace está disponible una hoja de cálculo sencilla para estimar el impacto ambiental y económico que produce el desperdicio de los 64 alimentos más comunes en el carro de la compra del consumidor.

    Es el momento de convertirnos en parte activa con el compromiso medioambiental del planeta, cada uno de nosotros podemos aportar nuestro grano de arena.

     

    Publicado el 6 de abril de 2021 en The Conversation por Gumersindo Feijoo Costas. Enlace al artículo original: https://bit.ly/2ONDJZQ

     

    Cláusula de Divulgación

    Gumersindo Feijoo Costa no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.