RSS Feed

 

 

 




 

 

 

 

 

 

 

 Próximos eventos:

- Aula Morán (23.05.24): "El fenómeno del Niño. Impactos en el clima".

 

 

 Últimos eventos:

 

 

Login

Dióxido de carbono

  • 50 años de la predicción sobre el calentamiento global

    El 1 de septiembre se cumple el 50 aniversario de un notable trabajo de investigación sobre el calentamiento global. Escrito por el meteorólogo John Sawyer, el artículo, titulado "El dióxido de carbono creado por el hombre y el efecto invernadero", fue publicado por la revista Nature en 1972.

    En el artículo se discutían algunos de los conceptos clave involucrados en el calentamiento global causado por el hombre y se hace una de las primeras predicciones del calentamiento global futuro: que las temperaturas aumentarán 0,6 ºC para finales del siglo XX. Los cálculos de Sawyer resultaron ser solo una ligera sobreestimación de cuánto se calentaría el mundo en las décadas posteriores a la publicación de su artículo.

    Asimismo, se señalaba que "a pesar de la enorme masa de la atmósfera y las energías muy grandes involucradas en los sistemas meteorológicos que producen nuestro clima", el impacto de la actividad humana "se acerca a una escala en la que no puede ser completamente ignorado como posible contribuyente al clima y al cambio climático”.

    Pionero

    John S Sawyer FRS (1916-2000) fue meteorólogo en la Oficina Meteorológica del Reino Unido (Met Office), comenzó como oficial técnico trabajando con la Royal Air Force durante la Segunda Guerra Mundial y luego se convirtió en director de investigación.

    Fue presidente de la Comisión de Ciencias Atmosféricas de la Organización Meteorológica Mundial y miembro de la Royal Society en 1962. También fue miembro de la Royal Meteorological Society y su presidente de 1963 a 1965.

    El artículo de Sawyer se basó en el trabajo de varios pioneros de la ciencia del clima. Discutió los principios del ciclo global del carbono, el papel del desarrollo industrial como impulsor del aumento de los niveles de CO2 en la atmósfera y los factores que afectan a la respuesta de la temperatura global a este aumento de CO2.

    Por ejemplo, señaló que “el desarrollo industrial ha estado avanzando recientemente a un ritmo creciente, por lo que la producción de dióxido de carbono producido por el hombre ha aumentado más o menos exponencialmente”.

    El artículo de Sawyer mostró una versión anterior de la ahora icónica "Curva de Keeling" del CO2 atmosférico en Mauna Loa en Hawái. Señaló que el CO2 que se estaba acumulando en la atmósfera era aproximadamente la mitad de su tasa de emisión debido a la absorción de la otra mitad por la vegetación global y los océanos:

    "Mientras la producción de dióxido de carbono continúe aumentando exponencialmente, es razonable suponer que aproximadamente la misma proporción que en la actualidad (aproximadamente la mitad) permanecerá en la atmósfera y aproximadamente la misma cantidad irá a los otros depósitos".

    También citó al meteorólogo sueco Bert Bolin, quien luego se convirtió en el primer presidente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), que estimaba un aumento del 25% en el CO2 atmosférico para fines del siglo XX.

     

    Curva inferior: concentraciones atmosféricas de CO2 observadas en Mauna Loa. Líneas horizontales superiores: aumentos potenciales del CO2atmosférico debido a la quema de combustibles fósiles, sin absorción por la vegetación y los océanos. Fuente: Sawyer (1972).

     

    Predicción temprana

    El artículo de Sawyer continuaba explicando algunos de los procesos clave a través de los cuales el aumento de CO2 calienta el clima, incluido el principio del efecto invernadero y el papel del aumento del vapor de agua en la retroalimentación del calentamiento.

    "Como el dióxido de carbono es uno de los principales gases que participan en el intercambio de radiación en la atmósfera y en la radiación del contenido de calor de la Tierra, es probable que un cambio en el contenido de dióxido de carbono en la atmósfera influya en el proceso".

    Describió que el CO2 adicional "tiende a actuar como una manta que mantiene la Tierra más caliente".

    Sawyer también citó el trabajo de Syukuro Manabe, un pionero de la modelización climática que recibió el premio Nobel de Física en 2021.

    Manabe había calculado que una duplicación del CO2 atmosférico provocaría un aumento de la temperatura global de 2,4°C, por lo que teniendo en cuenta el aumento del 25% de CO2 sugerido por Bolin llevó a Sawyer a predecir un aumento de 0,6°C en la temperatura global para fines del siglo XX. Señaló que se trataría de “una cantidad algo superior a las variaciones climáticas de los últimos siglos”.

    Esta predicción de calentamiento fue particularmente notable ya que se publicó después de un período de ligero descenso en las temperaturas globales durante las dos décadas anteriores. Aunque la Tierra se había calentado en la primera mitad del siglo XX, y el ingeniero y científico aficionado Guy Callendar lo había atribuido al aumento del CO2, en la década de 1960, los científicos del clima advirtieron que la tendencia al calentamiento en realidad se había invertido.

    Una predicción de un regreso al calentamiento en esos momentos parecía una predicción audaz, pero por supuesto fue completamente correcta: la temperatura global comenzó a aumentar nuevamente en la década de 1970.

    Sawyer no especificó cómo se definió realmente el aumento de 0,6°C; ni asignó un período durante el cual se promediarían las temperaturas para eliminar los efectos de la variabilidad natural de un año a otro.

    En el siguiente cuadro se compara la predicción de Sawyer (línea roja) con las temperaturas observadas, suponiendo que su predicción se aplica a las dos décadas alrededor del año 2000 (línea amarilla) comparada con los 20 años alrededor de la fecha en que se publicó su artículo (línea azul).

    Según esta definición, el calentamiento previsto por Sawyer de 0,6°C fue una sobreestimación, aunque está dentro del 25% del calentamiento observado de 0,48°C.

     

    Comparación de las anomalías de temperaturas globales observadas del conjunto de datos del Met Office Hadley Centre HadCRUT5 (línea negra), en relación a línea base de 1851-1900, con la predicción de Sawyer (línea roja). Otras líneas de colores muestran el promedio de los 20 años alrededor de la publicación del artículo de Sawyer (azul) y los 20 años alrededor del año 2000 (amarillo). Gráfico de Tom Prater usando Highcharts.

     

    Incertidumbres

    Hubo una serie de incertidumbres y deficiencias en el método de Sawyer y su aplicación, algunas de las cuales señaló en el artículo y otras que solo se aclararon más tarde. Por ejemplo, Sawyer señaló que el modelo de Manabe en ese momento no había incluido los efectos de las nubes o la pérdida de la cubierta de nieve y hielo, los cuales afectan al calentamiento que se produce en respuesta al aumento de CO2.

    La estimación de calentamiento de Manabe de 2,4 ºC representó lo que ahora se denomina sensibilidad climática de equilibrio (ECS), que es el calentamiento que se produce como respuesta a una duplicación del CO2 una vez que se alcanza el equilibrio, ya que la Tierra tarda un tiempo en ajustar los cambios en la atmósfera (la estimación de Manabe es inferior a la estimación más reciente del IPCC de 3ºC).

    Sawyer también señaló que los cálculos no tuvieron en cuenta el retraso en el calentamiento causado por la absorción a largo plazo de calor en los océanos, también conocida como "inercia térmica". Para una predicción del calentamiento durante unas pocas décadas, lo que realmente necesitaba no era la ECS sino la respuesta climática transitoria (TCR); esto es, el calentamiento en el momento de alcanzar el doble de CO2,en lugar de la respuesta a largo plazo representada por la ECS. La consideración de la inercia térmica de los océanos habría llevado a una predicción menor del calentamiento.

    El aumento del 25% de CO2 de Bolin resultó ser también una sobreestimación, ya que el CO2 solo alcanzó las 367 partes por millón (ppm) en el año 2000. En su artículo, Sawyer citó 319 ppm en 1969 como la estimación más reciente de las concentraciones de CO2 medidas en Mauna Loa, pero los actuales registros recalibrados dan un valor de 323 ppm para ese año. El aumento real de CO2 entre la publicación del artículo y finales del siglo XX fue, por lo tanto, solo del 14%, lo que habría llevado a Sawyer a predecir un aumento menor de la temperatura.

    Además, Sawyer no incluyó los efectos de otros gases de efecto invernadero (GEI), como el metano, el óxido nitroso, el ozono y los clorofluorocarbonos (CFC). De incluirlos habría aumentado su predicción de calentamiento. Por otro lado, también omitió los efectos de las partículas de aerosol de la contaminación del aire, que, en general, tienen un efecto de enfriamiento al reflejar parte de la radiación solar hacia el espacio, de incluirlas habría reducido el calentamiento previsto. Por tanto, el efecto global de omitir tanto los GEI distintos del CO2como los aerosoles fue probablemente mínimo.

    Sawyer era plenamente consciente de que su predicción tenía grandes incertidumbres y señaló en su artículo:

    A pesar de las enormes complicaciones de tratar de calcular la circulación total de los vientos atmosféricos y las distribuciones de nubes y lluvia resultantes, es probable que solo de esta manera se pueda hacer una estimación sólida de los posibles cambios climáticos provocados por el hombre”.

     Si bien su predicción resultó ser una sobreestimación del calentamiento observado a fines del siglo XX, una estimación más precisa del aumento de CO2 y la consideración de la inercia térmica de los océanos habría arrojado un calentamiento pronosticado menor, e incluso podría haber resultado en una subestimación en su método simplista.

    Modelos complejos

    En su artículo, Sawyer pedía que se llevaran a cabo cálculos más complejos utilizando "modelos sofisticados" que representaran la circulación total de la atmósfera y los procesos de nubes, lluvia y otras retroalimentaciones.

    También previó los desafíos de lidiar con procesos que operan a escalas muy pequeñas, como las nubes. Por ejemplo, escribió:

    Lo más difícil es idear un método para calcular la cantidad de nubes que se espera en un régimen de circulación particular porque las nubes individuales son demasiado pequeñas para ser tratadas; se tendrá que calcular el comportamiento estadístico de conjuntos de nubes que cubren una región, y aún no está claro cómo se puede lograr esto”.

    Desde entonces, se han desarrollado dichos modelos y ahora son de una gran escala y complejidad, pero aun así apenas están comenzando a capturar algunos de los procesos clave a pequeña escala.

    También en su artículo, Sawyer expresó la opinión de que el calentamiento previsto de 0,6 °C "no era motivo de alarma", pero sí señaló la posible importancia económica:

    Sin embargo, no debe pasarse por alto que variaciones en el clima de sólo una fracción de grado centígrado tienen una importancia económica considerable, como ya ha demostrado la experiencia de las fluctuaciones naturales. La incidencia más frecuente de inviernos severos o de heladas puede afectar fácilmente las economías de cultivos sensibles”.

    Ahora bien, dado que las emisiones continuas de GEI han causado un mayor calentamiento desde entonces, y que hay pocas señales de que esto disminuya, pocos científicos del clima serían tan moderados en estos días. El IPCC ahora es extremadamente claro en que se necesitan medidas urgentes tanto en la reducción de emisiones como en la adaptación para mantener “un futuro habitable y sostenible para todos.

    Sawyer murió en septiembre de 2000, por lo que vivió para ver su predicción hacerse realidad en términos generales. Su artículo sigue siendo un clásico: un ejemplo de la temprana comprensión del impacto humano en el clima a través de la quema de combustibles fósiles.

      

    Autor: Prof. Richard Betts MBE, jefe de investigación de impactos climáticos en el Met Office Hadley Center y la Universidad de Exeter.

    Publicado en CarbonBrief el 1 de septiembre de 2022.

     

     

     

     

     

  • El papel de los bosques como sumideros de carbono

    8 - 10 minutos

    Los sistemas forestales tienen la capacidad de captar el CO₂ de la atmósfera gracias a la energía del sol. Las plantas transforman las moléculas inorgánicas en moléculas orgánicas que usan en la construcción de sus estructuras vitales: flores, frutos, ramas, troncos, raíces, hojas, etc.

    Estos productos elaborados serán consumidos por los animales herbívoros, que los integran así en eslabones de las cadenas tróficas de los ecosistemas terrestres. En ese mismo proceso, las plantas generan un subproducto vital: el oxígeno.

    Los bosques, almacenes de CO₂

    Al respirar, los seres vivos emitimos CO₂ como subproducto metabólico de nuestro funcionamiento vital. Y al morirnos, nuestros cuerpos se descomponen en el suelo gracias a bacterias aeróbicas que transforman las moléculas orgánicas en CO₂ (que es emitido a la atmósfera) y en otras moléculas que contienen carbono y que se incorporan a uno de los reservorios más importantes del ciclo del carbono, el suelo.

    Así, los bosques retiran dióxido de carbono de la atmósfera e incorporan carbono a su biomasa. Al menos temporalmente, mientras los árboles (y arbustos, etc.) están vivos.

    Según el Quinto Informe de Evaluación del IPCC, se estima que a nivel global la cantidad de carbono presente en la biomasa viva de la vegetación es de entre 450 y 650 gigatoneladas. Aparte del carbono retenido en la vegetación, los suelos de los bosques son capaces de almacenar entre 1 500 y 2 400 Gt.

    Cuando un árbol se corta, y su madera es utilizada en la fabricación de muebles, elementos constructivos u otros, el carbono permanece retenido fuera de la atmósfera durante la vida útil del producto. Por el contrario, cuando un árbol se quema en el bosque, el carbono almacenado es devuelto a la atmósfera de manera casi inmediata.

    Los sistemas forestales fijan carbono tanto en la biomasa viva como en el suelo. Dehesa de encina en San Sebastián de los Reyes, Madrid. Author provided

    Mitigadores del cambio climático

    Sin embargo, no siempre hay un balance positivo entre entradas y salidas de carbono en los ecosistemas terrestres. El uso de la tierra, incluida la agricultura y los bosques, representa aproximadamente el 10 % de las emisiones globales de CO₂, y casi el 25 % de todos los gases de efecto invernadero como el CH₄ y el N₂O. Se estima que la deforestación es la principal fuente de gases de efecto invernadero en muchos países tropicales.

    Al mismo tiempo, aproximadamente un tercio de las emisiones de origen humano de CO₂ son absorbidas por los ecosistemas terrestres, principalmente por los bosques. Los sumideros forestales son importantes para la mitigación del cambio climático y en latitudes templadas o boreales los sistemas forestales se comportan como sumideros netos.

    Figura 1. Componentes combinados del presupuesto global de carbono en función del tiempo. Friedlingstein, P., Jones, M., O'sullivan, M., Andrew, R., Hauck, J., Peters, G.,... & DBakker, O. (2019). Global carbon budget 2019. Earth System Science Data, 11(4), 1783-1838.CC BY

    La importancia de la gestión forestal

    El papel que desempeña el uso de la tierra, sus cambios y la selvicultura (UTCUTS o bien LULUCF, por sus siglas en inglés) como fuente o sumidero de gases de efecto invernadero convierte al sector forestal en un actor clave con un gran potencial de mitigación. En consecuencia, se hace indispensable conocer cuánto carbono se almacena en la vegetación, así como los flujos de este elemento que se crean desde y hacia ella.

    La contabilización de las emisiones y absorciones de CO₂ de los diferentes sectores se fue estableciendo en las sucesivas conferencias de las Partes tras la aprobación del Protocolo de Kioto. Incluir el uso de la tierra en el proceso de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático ha sido largo y complejo.

    Para los bosques, las incertidumbres asociadas a las estimaciones de los gases de efecto invernadero que absorbían o emitían y las –en muchas ocasiones espúreas– cuestiones metodológicas han supuesto dificultades para alcanzar compromisos y lo que es peor, han implicado una inacción de coste insospechado.

    Uno de los aspectos más polémicos ha sido el papel que la gestión forestal desempeña en el aumento de la capacidad del bosque para fijar carbono, asumiendo que la única manera de incrementar el papel mitigador de los bosques es aumentando su superficie. Esta situación viene propiciada principalmente por dos motivos:

    • Por la preocupación climática de que la gestión forestal haga que los bosques que ahora son sumideros pasen a ser emisores de gases de efecto invernadero.
    • La gestión forestal garantiza la persistencia del bosque y su capacidad como sumidero. Pinar de Valsaín, Segovia. Author provided
    • Por la preocupación de las organizaciones ambientales que ven en estas prácticas también un riesgo para la biodiversidad.

    Ambas preocupaciones son perfectamente entendibles, pero también solventables mediante la planificación, aplicación y certificación de sistemas de gestión forestal sostenible, que garanticen la compatibilidad entre la persistencia del bosque, el aumento de su capacidad de fijación de carbono, y el resto de usos.

    ¿Cuántas emisiones absorben los bosques?

    Las actividades relacionadas con LULUCF (recordemos: el papel del uso de la tierra, sus cambios y la selvicultura), donde se enmarcan los bosques, no se abordaron definitivamente hasta la Conferencia de las Partes de 2001 (COP7) en la que se aprobaron los acuerdos de Marrakech. En ellos se fijaron las definiciones, modalidades, normas y directrices relativas a las actividades LULUCF recogidas en el artículo 3 del Protocolo de Kioto.

    España informa de sus emisiones de gases de efecto invernadero a la Secretaría de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Además, aporta información adicional para cumplir los compromisos asumidos conforme al Protocolo de Kioto, cuyo segundo periodo de aplicación finalizó en 2020.

    La diferencia fundamental entre ambos tipos de informes es que el primero tiene un criterio basado en la tierra (asigna categorías de uso de la tierra a toda la superficie dentro del país) y el segundo tiene un criterio basado en las actividades humanas.

    El último inventario nacional de gases de efecto invernadero recoge las cifras para el año 2018. El valor neto es muy aproximado (ver tabla 1), ya que España considera toda la superficie forestal bajo gestión regulada, cuando en realidad solo el 18,5 % de la superficie forestal española dispone de proyectos de ordenación forestal que regulan y controlan su aprovechamiento de manera sostenible.

    Tabla 1. Absorciones netas del sector LULUCF en España bajo el criterio de la CMNUCC y el Protocolo de Kioto. Inventario nacional de emisiones de gases de efecto invernadero 1990 – 2018 (edición 2020)

    Estudios detallados del Centro de Investigación Forestal del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (CIFOR-INIA) estiman una fijación neta anual en terreno forestal en España de 116 Mt CO₂eq (megatoneladas de CO₂ equivalente), de los cuales 94 Mt CO₂eq se atribuyen a la superficie forestal arbolada y 22 Mt CO₂eq a formaciones de arbustos y matorrales de talla media-alta.

    La madera mantiene el carbono fijado a lo largo del ciclo de vida de sus productos. Author provided

    Las masas forestales en el cómputo estatal de CO₂

    En la UE, la primera vinculación entre las políticas climáticas y los stocks de carbono forestal se produjo tras el Acuerdo de París. Para cumplir los compromisos, el Parlamento y el Consejo europeos adoptaron el Reglamento 2018/841 sobre la inclusión de las emisiones y absorciones del sector LULUCF para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para el período de 2021 a 2030, modificando el reglamento anterior de 2013. Se espera una nueva revisión de este reglamento para 2021 conforme al plan de objetivos climáticos para 2030 que propone actualmente la Comisión.

    Hay que destacar que el sector LULUCF en España es el único con efecto sumidero neto. Sus absorciones ayudan a compensar el 11,4 % de las emisiones de otros sectores, tanto los sujetos al comercio de derechos de emisión (industria y generación eléctrica), como los sectores difusos (como el transporte, residencial, agrícola y ganadero, y gestión de residuos).

    Tabla 2. Distribución de emisiones del 2018 (ktCO₂-eq). Inventario nacional de emisiones de gases de efecto invernadero 1990 – 2018 (edición 2020), Author provided

    Bajo el reglamento actual, se consideran dentro de la contabilidad del sector LULUCF las absorciones y emisiones debidas a tierras forestadas, las tierras deforestadas, los cultivos gestionados, los pastos gestionados y la tierra forestal gestionada.

    En las categorías de la tierra forestal gestionada, para poder diferenciar las absorciones derivadas de la gestión forestal de las debidas al crecimiento natural de los bosques, el reglamento establece un nivel forestal de referencia que debe proponer cada país dentro de su Plan de Contabilidad Forestal Nacional. Solo podrán contabilizarse las absorciones que sobrepasen este nivel.

    Estas absorciones se utilizarán para cumplir con el compromiso de que las emisiones del conjunto del sector LULUCF no superen sus absorciones (norma de deuda cero). Cumplido este requisito, las absorciones sobrantes debidas al sector podrían utilizarse para compensar las emisiones del resto de sectores difusos, hasta un máximo de 29,1 Mt CO₂ eq para todo el período 2021-2030.

    Analizando el sistema de contabilidad actual, observamos que se favorece la utilización de las absorciones asociadas a las repoblaciones, mientras que se relegan a un segundo plano las absorciones originadas por las masas forestales existentes y consideradas bajo gestión. En este punto, es necesario volver a resaltar la importancia de la gestión forestal y la necesidad de contar con instrumentos adecuados que garanticen su aplicación y seguimiento.

    Lo cierto es que no cuadran las cifras. Según estudios del Joint Research Centre de la Comisión Europea, hay una discrepancia a nivel global de unos 4 Gt de CO₂ anuales en las emisiones antropogénicas netas del uso de la tierra entre los modelos globales del V Informe de Evaluación del IPCC y los datos agregados de los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero. La mayor parte de esta diferencia es atribuible a las superficies forestales consideradas bajo gestión.

    A pesar de todo, el planteamiento general tiene sentido y es coherente con las líneas adoptadas desde Europa para seguir fomentando la reducción de emisiones en todos los sectores.

    Ahora bien, no se puede caer en un triunfalismo simplista que asuma que las emisiones antropogénicas pueden ser compensadas por los sumideros forestales, desincentivando así cualquier esfuerzo por atacar la raíz del problema: el uso masivo de combustibles fósiles como fuentes de energía y el incesante cambio de uso del suelo.

    Todo ello reconociendo la necesidad de implementar políticas que apoyen una gestión forestal sostenible a futuro. Y por futuro hay que reconocer horizontes más allá del año 2050 que permitan articular los amplios plazos de gestión de los sistemas forestales.

    Este artículo ha sido escrito en colaboración con Sergio de la Cruz, director técnico del Foro de Bosques y Cambio Climático.

    Fuente: Autores: Agustín Rubio Sánchez y Rafael Calama Sainz

  • La posible vuelta al carbón en sustitución del gas para producir energía eléctrica en España

    4 - 6 minutos

    La vuelta al carbón en España en el corto plazo no es viable, ya que muchas de las antiguas centrales térmicas han sido desmanteladas. En el largo plazo, el futuro de la producción eléctrica pasa por las tecnologías renovables, no solo por sus implicaciones medioambientales, sino por la independencia energética con respecto a terceros países. En el corto plazo, resulta imprescindible seguir utilizando tecnologías convencionales.

    English version

    Voladura controlada de la chimenea de la central térmica de La Robla (León), de 200 metros de altura y 4.500 toneladas de cemento, el 28/07/2022. EFE/J.Casares

    Debido a las consecuencias internacionales que está teniendo el actual conflicto en Ucrania, el encarecimiento del gas natural en los mercados internacionales o incluso la potencial indisponibilidad de gas procedente de Rusia en el muy corto plazo, algunos estados europeos se están planteando incrementar la producción de energía eléctrica a partir de carbón. Países como Alemania, cuya dependencia del gas ruso es crítica, aprobó el pasado 13 de julio la reactivación de centrales de carbón, lo que deja en stand-by su compromiso de eliminar este combustible de su mixde producción eléctrico en 2030. 

    En España, la reducción de la generación de electricidad a partir de carbón se ha venido produciendo paulatinamente desde el año 2010, habiendo pasado de disponer de 21 centrales de carbón en aquella fecha a tan solo cinco en la actualidad: la de mayor tamaño en As Pontes, en La Coruña, con 1.468 MW de potencia (40 % de la potencia instalada disponible para la producción de electricidad con carbón en nuestro país a día de hoy); Aboño(que también utiliza gases procedentes de la industria siderúrgica como combustible) y Soto de Ribera, en Asturias; Los Barrios, en Cádiz; y la central térmica de Es Murterar, en la isla de Mallorca. Ello ha supuesto una reducción de la potencia instalada en un 70 %, pasando de una producción anual de 70 TWh/año hace diez años a tan solo 5 TWh/año en la actualidad.  

    Los motivos que llevaron a eliminar el carbón del mixde producción eléctrica y a sustituirlo por el gas natural fueron, principalmente, dos: el medioambiental y el económico

    Según el último informe anual de Red Eléctrica de España, la potencia instalada en centrales de carbón supone un 3 % de la capacidad total instalada en el sistema eléctrico nacional, lo que en 2021 significó algo menos del 2 % de la producción de energía eléctrica a partir de este combustible.  

    Los motivos que llevaron a eliminar el carbón del mixde producción eléctrica y a sustituirlo por el gas natural fueron, principalmente, dos: el medioambiental y el económico. Desde el punto de vista medioambiental, producir electricidad con carbón conlleva unas emisiones de 0,95 toneladas por kWh frente a las 0,37 toneladas por kWh del gas. Esto implica que, por cada kWh eléctrico producido con carbón, las emisiones son 2,5 veces más altas que si se utilizara gas para producir esa misma cantidad de energía eléctrica. Por lo tanto, parece evidente que, desde esta perspectiva, el gas natural como combustible le ganaría la partida al carbón.  

    Las emisiones de CO2 tienen también consecuencias desde el punto de vista económico más favorables para el gas, ya que la producción con carbón comporta un mayor coste de los derechos de emisiones en el mercado europeo, que en los últimos cuatro años ha visto multiplicado su precio por 9, pasando de los 10 € por tonelada a finales de 2017 a los casi 90 € por tonelada actuales.  

    El gas natural en el mercado internacional TTF, que es el de referencia para los consumidores europeos, ha multiplicado por 5 su precio en el último año

    Sin embargo, todo ha cambiado en los últimos meses ya que el gas natural en el mercado internacional TTF, que es el de referencia para los consumidores europeos, ha multiplicado por 5 su precio en el último año, lo que ha supuesto un grave inconveniente para quienes habían apostado por este combustible como una manera casi exclusiva de cubrir sus necesidades energéticas a un bajo coste.   

    La vuelta al carbón en España en el corto plazo no es viable, ya que muchas de las antiguas centrales térmicas han sido desmanteladas o destruidas. El último ejemplo se produjo el 13 de mayo de 2022, cuando fueron demolidas las tres torres de refrigeración de la antigua central térmica de Andorra, en Teruel. Pese a ello, si los precios del gas se mantienen en niveles como los actuales, habrá que plantearse prolongar la vida útil de las centrales en operación. Parece evidente que, en el largo plazo, el futuro de la producción eléctrica pasa por las tecnologías renovables, no solo por sus implicaciones medioambientales, sino por la independencia energética con respecto a terceros países.  

    La generación de electricidad con tecnologías renovables, como eólica y solar, sigue teniendo inconvenientes como su imprevisibilidad, variabilidad a corto plazo y escasa capacidad de adaptarse a la demanda

    Salvo que se decida utilizar tecnologías como el fracking, España no dispone de reservas naturales de gas o petróleo para cubrir sus necesidades energéticas, lo que supone tener que importar estos recursos de terceros países como Argelia, Nigeria o Qatar. En este sentido, incrementar la producción de electricidad a partir de fuentes de energía renovable supondría una reducción de nuestra dependencia exterior y daría lugar, por tanto, un sistema energético más fiable.  

    No obstante, la generación de electricidad con tecnologías renovables, como eólica y solar, sigue teniendo inconvenientes significativos como su imprevisibilidad, variabilidad a corto plazo y escasa capacidad de adaptarse a la demanda. Desgraciadamente, la tecnología actual no permite almacenar electricidad en grandes cantidades de forma barata, lo que conlleva la necesidad de producir en tiempo real la cantidad de energía eléctrica que demandan los consumidores. Por lo tanto, para ser fiable y robusto, un sistema eléctrico con generación totalmente renovable requeriría de un desarrollo paralelo de sistemas de almacenamiento de energía o regulación que, en la actualidad, no están maduros. Por esta razón, en el corto plazo, resulta imprescindible seguir utilizando tecnologías convencionales si queremos garantizar la cobertura de nuestras necesidades energéticas a unos precios asequibles.  

    Si el precio del gas continúa creciendo, habrá que asumir la necesidad en el corto y medio plazo de mantener en operación las centrales nucleares y las centrales térmicas que utilicen otros combustibles

    Es necesario seguir incrementando el número de infraestructuras para producir electricidad a partir de fuentes renovables, así como fomentar medidas de eficiencia energética y gestión para reducir el consumo energético que resulte prescindible (medidas estructurales como mejorar aislamientos térmicos en edificios para reducir pérdidas, o buenas prácticas como ajustar las temperaturas de los equipos de climatización a valores eficientes o cerrar puertas y ventanas de recintos climatizados). Pero si el precio del gas continúa creciendo como lo ha hecho en el último año, habrá que asumir la necesidad en el corto y medio plazo de mantener en operación, si no incrementar, la capacidad de producción con otras tecnologías, como son las centrales nucleares y las centrales térmicas que utilicen otros combustibles. 

    Fuente: Manuel Alcázar Ortegaes profesor titular en el departamento de Ingeniería Eléctrica e investigador en el Instituto de Ingeniería Energética de la Universitat Politècnica de València.