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Ciencia

  • Conferencia Aula Francisco Morán:"Meteorología en la Antártida: datos, predicción y ciencia"

     Enlace a la conferencia en el canal de YouTube de la AME

     
     

    Fuente:

  • Conferencia Aula Francisco Morán:"Meteorología en la Antártida: datos, predicción y ciencia" (2)

    Enlace a la conferencia en el canal de YouTube de la AME

    Fuente:

  • Homenaje a una mujer de ciencia española: Martina Casiano Mayor

    En 1869, el rector de la Universidad Central de Madrid, Fernando de Castro, es el primero en impulsar una serie de iniciativas específicas destinadas a paliar el abandono en el que por entonces se hallaba la educación de las mujeres, en particular en el caso de las enseñanzas relacionadas con fines profesionales. Castro promueve la creación del Ateneo Artístico y Literario para Señoras (1869) y organiza las Conferencias Dominicales para la Educación de la Mujer, cuyo primer ciclo se celebra en el paraninfo de la Universidad Central entre febrero y mayo de 1869. Buscando asentar la labor iniciada con las conferencias, Castro funda ese mismo año la Escuela de Institutrices, germen de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer (AEM) constituida en 1870. Esta crecerá en los años siguientes e irá incorporando un plan de estudios cada vez más amplio y orientado a la práctica profesional, con la creación de las Escuelas de Comercio, de Correos y Telégrafos y las de Primera Enseñanza y Preparatoria, además de ofrecer clases de Idiomas, Música, Artes Aplicadas, Corte y Confección y, ya en el siglo XX, incorporar una Escuela de Mecanógrafas y otra de Delineantes. Numerosos profesores y catedráticos relacionados con la Institución Libre de Enseñanza (ILE), empezando por el propio Francisco Giner, ejercieron como profesores de la Asociación, en la mayoría de los casos impartiendo sus clases gratuitamente.

  • La importancia mayúscula de la i minúscula de la I+D+i

    6 - 8 minutos 

    Con la pandemia han ganado importancia cosas que, aun sobradamente conocidas, habíamos venido descuidando secularmente. Entre otras, hemos echado de menos la innovación, esa i minúscula de la I+D+i. Sobre todo, en las áreas tecnológica y biomédica.

    Pero con las expectativas de recuperación, la innovación gana relevancia en todas las áreas. Y sabemos que en España esa i minúscula es demasiado minúscula, al menos por comparación con los países con los que deberíamos compararnos.

    Competitividad basada en la ciencia

    Desde Schumpeter sabemos que la innovación es crucial en todas las sociedades. Que el incremento de la productividad pivota sobre la innovación, y que no hay otra forma mejor de impulsar el crecimiento y generar bienestar.

    Llanamente, eso significa que hay que cambiar el modelo productivo en España, hoy sostenido –si este término fuese apropiado en estos momentos– por numerosas empresas de pequeña y muy pequeña dimensión, poco innovadoras en relación a la media de la UE y con un escaso desarrollo de los sectores de mayor contenido tecnológico.

    La palanca para ese cambio sólo puede venir de un impulso a la industria innovadora en el contexto de una economía basada en el conocimiento. En otras palabras, de un decidido fomento de la competitividad basada en la ciencia.

    Utilizar los fondos que podrían llegar de la UE para provocar esa transformación necesaria es un debate con dimensiones en el espacio y en el tiempo.

    En el espacio, hay que decidir en qué invertir y en quién invertir (¿en qué sectores? ¿en qué empresas?). En el tiempo, esas inversiones no pueden demorarse ya que tienen que contribuir a minimizar los efectos de la crisis y procurar una recuperación rápida y sostenida.

    Si el objetivo es la innovación, el agente fundamental es la pequeña empresa innovadora

    El Gobierno de España quiere agilizar los procedimientos administrativos para acelerar los trámites de acceso a los fondos europeos. Puede y debe hacerlo, aunque el Real Decreto para la modernización de la Administración y la ejecución del Plan de Recuperación quizás no sea suficiente. Los controles para garantizar el uso correcto de los recursos públicos deben existir –incluso reforzarse– pero hay procedimientos que no garantizan nada salvo la ineficiencia.

    Por otro lado, las prisas por dar salida a los fondos europeos pueden tener un efecto perverso, ya que las fórmulas aparentemente más sencillas –y, por tanto, más tentadoras– pueden no ser las más deseables.

    Utilizar a las grandes corporaciones para vehicular los nuevos recursos financieros simplifica el trabajo administrativo y acelera la gestión. Las grandes corporaciones acceden con mayor facilidad a las administraciones públicas, son capaces de preparar rápidamente los proyectos (si es que no los tienen ya preparados) y pueden garantizar la cofinanciación.

    Pero la innovación nace sobre todo en las pequeñas empresas tecnológicas que, en los esquemas garantistas de una aparente igualdad de oportunidades de los concursos públicos, parten con una gran desventaja. Sus capacidades administrativas son sensiblemente inferiores. Raramente pueden cofinanciar y, con frecuencia, ni siquiera acceden a los avales requeridos. Y, en esta ocasión, cuando la innovación debería primar, este es un mal punto de partida.

    Se puede exigir, como se hace con frecuencia en los concursos, la presencia de PYMES en el entorno de las empresas tractoras. Pero más que su influencia innovadora parece que sólo cuenta la justificación de su mera presencia.

    Que la Administración se dirija directamente a las grandes empresas en estas situaciones no es criticable (incluso es deseable). Pero si lo es el no prestar atención a las pequeñas que, en definitiva, son el germen de un tejido empresarial altamente innovador.

    Si el objetivo es la innovación y el agente fundamental es la pequeña empresa (obviamente, la pequeña empresa que aspira a no ser siempre pequeña), el objetivo debe condicionar el procedimiento y no al revés. No debería subordinarse a lo que resulta más sencillo para la Administración.

    Ampliar los canales entre el Estado y los innovadores

    No es fácil cambiar el modus operandi. Falta agilidad para establecer una arquitectura institucional que responda a las necesidades del momento. Los cuellos de botella de los periodos intercrisis se convierten en trampas mortales cuando la situación es crítica.

    En España, los canales de las administraciones con el mundo “exterior” son muy estrechos y por ellos apenas fluye la información. Lo nuevo tiene enormes dificultades para transitar por esos canales. La estrechez de estos canales se justifica formalmente por las garantías en los procedimientos. Esas garantías son necesarias para reducir la arbitrariedad y permitir una competencia justa entre las empresas.

    Pero más allá de la justificación formal, subyace la desconfianza de las administraciones públicas hacia lo novedoso, su renuencia al riesgo (la innovación siempre lo tiene) y una obsesión por el control (formal), que lleva implícito el mantenimiento del monopolio del interés general.

    Otros países demuestran más reflejos para dar respuestas estructurales a nuevos retos. No es sorprendente que sean los más innovadores y en los que la generación y traslación del conocimiento es una estrategia prioritaria.

    Sin ir más lejos, en Reino Unido se ha creado la Office for Life Sciences, una estructura intermedia entre el mundo empresarial e inversor y las instituciones sanitarias para promover la inversión efectiva en este ámbito, crear empleo, beneficiar al sector salud e incrementar las exportaciones tecnológicas.

    Siguiendo en muchos aspectos la estela de la Advanced Research Projects Agency (DARPA) norteamericana, Reino Unido también ha creado la Advanced Research and Invention Agency (ARIA), con el objetivo de financiar iniciativas de alto riesgo y potencial alta recompensa.

    Pero su objetivo no es exclusivamente suministrar recursos financieros. Cooperan con el sector público para agilizar procesos administrativos y eliminar barreras (lo que atrae inversores nacionales e internacionales), compartir información y conectar con fluidez con el sector privado. No es sorprendente (aunque haya críticas), que esta Agencia haya sido “perdonada” de cumplir buena parte de las normas de contratación pública de Reino Unido.

    Una cuestión de conectividad

    Circunstancias extraordinarias requieren respuestas extraordinarias. Pero en lo organizativo estamos tratando de responder con lo puesto. Y, como en el cuento de Hans Christian Andersen, no es mucho.

    Ya en situaciones ordinarias, especialmente en I+D, se ha dispuesto de pocos recursos, pero sobre todo de mucha demora y escasa ejecución. Nos falta agilidad y nos sobran prevenciones para crear esas estructuras ad hoc para tareas complejas, más allá de la capacidad de poner en marcha grupos de trabajo (task forces) independientes y profesionales que aborden situaciones sobrevenidas.

    En ese contexto, el borrador de anteproyecto de Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación parece más preocupado por las estructuras funcionariales de investigación (I+D) dependientes del Estado central (que sin duda requieren esta preocupación), que por incentivar con entusiasmo la i minúscula.

    No es tan sólo un problema de gestión y fiscalización. Es cuestión de agilidad, de conectividad, de inclusividad y coordinación múltiple con el sector empresarial, las universidades, los emprendedores e inversores privados. También de cooperación y coordinación en el seno de la propia Administración, cuyos distintos departamentos, aislados unos de otros, apenas se relacionan.

    The Economist prevé un “boom” tecnológico global en ciencias de la vida, un ámbito en el que la I+D española tiene un nivel respetable. Pero estamos poco preparados para aprovechar los cambios que se nos echan encima.

    Tampoco lo estamos para las grandes crisis, y aquí, y a la vista de los antecedentes, el escepticismo es inevitable. Pero el escepticismo no debe traducirse en indolencia. No se trata tanto de rebajar los controles como de crear una arquitectura institucional renovada, más ágil, más abierta y participativa.

    Son tiempos que, queramos o no, para bien o para mal, decidirán nuestra posición en el mundo post-pandemia. Tiempos para el esfuerzo y la innovación. También la innovación organizativa. También en la Administración, incluyendo sus estructuras científicas, sus universidades y el propio Sistema Nacional de Salud.

     Fuente:  Autores: Salvador Peiró y Enrique Castellón

  • Las primeras mujeres en el Servicio Meteorológico español

    DESDE LA FUNDACION HASTA 1936

    El Servicio Meteorológico oficial de España, la actual Agencia Estatal de Meteorología, se creó por un Real Decreto de 1887 con el nombre de Instituto Central Meteorológico, pero no empezó a funcionar de forma efectiva hasta 1893. Durante los años siguientes dispuso de un personal muy reducido y concentrado en la sede del Parque del Retiro en Madrid, porque todos los observatorios de provincias estaban gestionados por universidades, institutos de enseñanza media y otras instituciones. Hasta casi la década de 1920 no hubo más de diez personas trabajando en el Servicio y ninguna de ellas era del género femenino.

  • Pedro Duque: "La ciencia española nunca ha visto tanto dinero; tenemos la responsabilidad de usarlo bien".

    Pedro Duque, ministro de Ciencia e Innovación del Gobierno de España. Ministerio de Ciencia e Innovación - Gobierno de España

     

    Tras un año de pandemia, el ministro de Ciencia e Innovación del Gobierno de España, Pedro Duque, presentó hace unas semanas su Pacto por la Ciencia y la Innovación. El último presupuesto de Ciencia ha batido récords con un incremento del 60 % gracias, en parte, a los fondos europeos de recuperación de la covid-19. Sin embargo, mientras algunos investigadores temen que esto no arregle su situación de precariedad, otros se preguntan qué pasará cuando se acabe la financiación extra que ha traído el coronavirus.

    Al inicio de la pandemia comentó que había faltado un plan para hacerle frente. Un año después, ¿existe ya ese plan para crisis futuras?

    Ya estamos armados para lo que pueda ocurrir en el futuro. Lo más importante ya está en marcha: un plan de capacidades, reservas y materiales estratégicos. Hay otras cosas todavía más importantes, como tener unos sistemas de ciencia y fabricación engrasados e independientes, incluso a nivel europeo, que se están implementando a gran velocidad. La mentalidad de la gente también ha cambiado. Los países que tuvimos más problemas fuimos los occidentales, donde hay menos mentalidad de adaptarse rápidamente a las normas dadas, pero hemos entendido que en algunas circunstancias es imprescindible ir todos a una.

    Ahora que estamos más alejados del ojo del huracán, ¿qué se hizo mal?

    No creo que se pueda decir que se ha hecho algo mal. Las cosas se hicieron según la información parcial que se tenía en ese momento. Pensemos en el modo de contagio: ahora todos sabemos que debemos ventilar, pero esa información ha necesitado toda una serie de experimentos que nos han dado esa certeza. No se pueden tomar medidas sobre cosas que no se sabe que existen. Yo creo que en ese sentido todo el mundo ha actuado de buena fe, pues se ha ido reaccionando a los nuevos conocimientos.

    Desgraciadamente se han perdido muchas vidas, pero no viene de que alguien haya actuado mal sino de que no se tenía información suficiente. Lo que sí se puede decir es que la férrea disciplina poblacional de los países del este de Asia era más útil que nuestro sistema de libertades, eso lo tenemos que reconocer.

    ¿Y qué cree que se hizo bien?

    En nuestro Ministerio, tres días después del confinamiento ya había en marcha proyectos por valor de 30 millones de euros. Han servido para desbrozar muchos de los tratamientos que se proponían y algunos se han descartado y otros se han afianzado, y el tratamiento de los enfermos está siendo mejor. También se ha investigado en prevención, vacunas y asistencia.

    Al mismo tiempo, se pusieron otros 25 millones para preparar de forma rápida las capacidades empresariales e industriales de fabricación de vacunas. También se han promocionado proyectos para mejorar los materiales de las mascarillas y han salido industrias que, en cuestión de meses, se pusieron a fabricar mascarillas, guantes y EPI. Ahora tenemos capacidad de fabricación y queremos hacerla sostenible. Que lo sea dependerá de qué hacemos cada año y está unido a una gestión día a día.

     

    Pedro Duque en su despacho durante la entrevista. Ministerio de Ciencia e Innovación

     

    Los fondos europeos de la covid-19 jugarán un papel importante en la financiación de la ciencia española, pero no durarán para siempre. ¿Cómo lograr un sistema sostenible y resiliente para el futuro?

    La financiación de la ciencia española es aproximadamente la mitad de lo que sería deseable para tener un sistema sostenible, no ya científico sino productivo. Este se alimenta de todas esas innovaciones, que aumentan la productividad y generan nuevos puestos de trabajo. Ese incremento futuro y sostenible tiene que producirse. El primer paso que hemos dado en 2021 con un 60 % de incremento es muy importante, pero debemos conseguir que cristalice en las fuerzas políticas la idea que hay en la población de que esto no puede seguir como estaba antes. El Pacto por la Ciencia y la Innovación es la gran esperanza que debe servir de primer empujón para demostrar que el país se beneficia.

    El sistema de ciencia español nunca ha visto tanto dinero junto en un año y tenemos la gran responsabilidad de hacerlo funcionar, aplicarlo bien y que produzca resultados para que la aportación de fondos sea sostenible. Demostrar que era necesario y que es útil. La sociedad no quiere que estemos a la cola europea en inversión en ciencia. Ya se han producido cambios muy importantes, pero no hemos pasado a ese grupo de países medios al que queremos unirnos y después adelantar. El talento y las universidades españolas son compatibles con estar en cabeza, pero para eso necesitamos los recursos normales en un país europeo. Todo sigue en modo emergencia por la pandemia, pero cuando termine y se acaben los fondos esto tiene que continuar. Tienen que ser una rampa que nos lleve a donde ya deberíamos haber estado si no se hubieran tomado decisiones miopes en crisis anteriores.

    Pero, ¿cómo lograr ese cambio de mentalidad?

    El discurso tiene que cambiar para intentar pequeños incrementos todos los años. Poner metas a largo plazo como las del Pacto, acordadas con la Unión Europea. El objetivo es que en 2030 el 3 % del PIB esté dedicado a ciencia y, de eso, el 1,25 % sean fondos públicos. Si alcanzamos este camino el sistema será resiliente, al menos, respecto al presupuesto aportado.

    Por otra parte, debemos trasladar a la sociedad el mensaje de que tenemos unas estructuras capaces de tomar las mejores decisiones sobre cómo usar esa nueva financiación. Mantengamos esas agencias, su profesionalidad y coordinación sin que haya influencia sectaria. Nadie había visto nunca la coordinación que ahora mismo existe entre la Agencia de Innovación, el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial, y las de investigación. Están todo el rato buscando cómo aumentar el impacto de la ciencia sobre sobre la economía.

    Si además mejoramos las condiciones de los científicos pasaremos a un sistema en el que la gente tenga una perspectiva de futuro y pueda hacer planes a largo plazo. Mejorar los contratos, reducir la burocracia… Con eso, que está en el Pacto, creo que el sistema ya se puede hacer resiliente.

    Menciona el papeleo, que es algo que siempre critican los investigadores. ¿Cómo piensan reducirlo?

    Aumentar la eficiencia en el uso del talento dentro del sistema científico, evitando tareas burocráticas, fue una de nuestras prioridades al llegar. Es difícil hacerlo en poco tiempo porque tenemos que reemplazar al personal administrativo que falta por la crisis anterior y poner en marcha el programa de estabilización de personal de 2019 para que salgan las plazas. La eficiencia del gasto en ciencia depende también de los apoyos que tenga el personal científico por parte del administrativo. Hemos hecho varios cambios normativos que reducen la cantidad de papeleo necesario, aumentado la cantidad de dinero para compras mediante contrato sencillo y clarificando qué áreas pueden contratar de esta forma.

    Tenemos que pasar por una época que todavía va a ser difícil, porque en años anteriores se utilizaron los fondos europeos para financiar proyectos de ciencia. Eso está ya arreglado para el nuevo período 21-27, pero trajo una incongruencia a la hora de justificar los fondos FEDER, que es de donde viene la mayor parte de los problemas. Eso está arreglado, pero a futuro.

     

    Pedro Duque en su despacho durante la entrevista.

     

    ¿Todas estas medidas nos harán recuperar parte de la competitividad perdida en los ultimos años?

    Espero que sí, pero yo no creo que a la ciencia española le falte competitividad. Los investigadores han mantenido el sistema de ciencia con ímprobos esfuerzos y actitudes heroicas y solo puede ir a mejor si reducimos sus cargas administrativas. En lo que estamos empeñados es en mejorar el impacto de la ciencia en la sociedad, la famosa transferencia. Crear empresas de base tecnológica con voluntad de crecer. Con la colaboración, cuanto más temprana mejor, de los centros de investigación con las empresas que podrían beneficiarse de las innovaciones producidas. Ese ha sido el foco principal de la utilización de fondos europeos: tirar de la ciencia para que su impacto en la sociedad sea lo más rápido posible.

    Los investigadores se muestran preocupados por la posibilidad de que el nuevo sistema no elimine su precariedad, o que incluso la aumente.

    El Plan no está limitado al ámbito restringido de la reforma legal, que se basa en mejorar y potenciar el acceso al sistema Ramón y Cajal, el cual tiene deficiencias porque se entra con una perspectiva de no más de cinco años. Lo vamos a mejorar y eso requiere una modificación de ley.

    Pero luego hay un plan para resolver otras dificultades que existen en el sistema de ciencia y, sobre todo, en la contratación de la gente. La reforma no va a resolver los problemas de todos, porque para eso no hace falta una ley sino políticas claras. Sin embargo, lo vamos a tener todo en cuenta para acercarnos al máximo a la solución. Si el incremento de fondos se mantiene tenemos un plan mucho más amplio para mejorar la situación de todos los investigadores.

    ¿Cómo ha cambiado la pandemia su forma de ver la ciencia?

    Los tiempos de la ciencia son siempre largos y así tiene que seguir siendo, pero el ecosistema de investigación y empresas ha entendido que hace falta un modo de emergencia. Hay cosas que tienen que ir por su carril normal, pero también tener una mentalidad de resolver problemas inmediatos. Es algo que creo que tendremos para el futuro: estaremos muy atentos y todo el mundo sabrá qué hacer.

     

    Pedro Duque. Ministerio de Ciencia e Innovación - Gobierno de España

     

    La investigación tiene sus plazos, pero ¿qué ha aportado la ciencia española durante la pandemia?

    Mucho. El CSIC realizó un informe sobre cómo ventilar las escuelas y, mientras que en casi todos los países se han cerrado, nosotros hemos conseguido tenerlas abiertas un 99 % del tiempo incluso cuando la incidencia era alta. Todo gracias a la valentía que provenía de unos datos obtenidos de la ciencia: tenemos los datos, vamos a tomar la decisión política basada en ellos. ¡Qué ejemplo! Yo espero que tengamos pronto nuevos estándares de ventilación para locales cerrados, porque hasta ahora no estaban pensados para evitar contagios, y quizá evitemos hasta catarros. Estamos haciendo ya informes sobre ello y creo que muchas otras cosas cambiarán por causa de la pandemia.

    Es positivo mostrar que hay cosas muy neutrales, basadas en datos y lejos de ideologías.

    No se debe premiar a la gente que desde el poder político polemiza contra la ciencia. Es algo que la gente está entendiendo: no podemos elegir líderes para los cuales todo sea discutible y se trate desde el sectarismo. Espero que, a partir de ahora, se asiente en la sociedad la idea de que toda decisión política debe basarse siempre en el conocimiento existente, que suele venir de la ciencia. A partir de ahí, por supuesto, se aplican las opiniones de cada uno.

    Como ministro de ciencia, ¿le frustra la gran cantidad de bulos que circulan, por ejemplo, sobre vacunas?

    Hay que extraer más datos sobre qué efecto tienen sobre la gente. Sí, hay desinformación, ruido, Twitter, gente que sale en la tele diciendo cosas muy histriónicas. Pero, a la hora de la verdad, cuando te llega el SMS para vacunarte, vas. Al menos, en España. En otros países hay unas estadísticas tremendas incluso de negación de la existencia del virus. Aquí hay confianza en el sistema de ciencia y sanitario y eso nos va a salvar, porque en sitios donde la gente no se vacune porque la han engañado la pandemia podría alargarse. Nosotros hacemos campañas de concienciación para que la gente abra la mente y vea que algunos buscan sacarle los cuartos, y que escuchen más a otro tipo de fuentes.

    Siempre ha sido optimista con la posibilidad de que haya una vacuna española. ¿Lo sigue siendo?

    Dos de los proyectos de vacuna van a hacer ensayos clínicos en pocos meses. La idea es adelantarse a las necesidades futuras con otra tecnología, otro tipo de fábricas y que estén incluidas las variantes conocidas hasta hoy. Intentamos tener un portafolio más amplio de vacunas haciendo cosas distintas a las comercializadas ahora mismo. Si consiguiéramos sacar una vacuna nos pondríamos en otra situación geopolítica, podríamos fabricarlas y ayudar a otros países.

    ¿Qué se le ha quedado en el tintero por la pandemia?

    [Piensa] Creo que no hay nada. Hemos tratado de mantener la investigación al máximo posible pese a la pandemia y el confinamiento, y esta se ha resentido poco. Ha habido dinero extra porque España es de los países que ha recibido más fondos europeos para ciencia. Lógicamente es posible que yo hubiese presentado el proyecto de Pacto al Congreso un año antes, pero bien está lo que bien acaba. Hemos conseguido el mayor presupuesto que nunca ha habido y nos hemos defendido bastante bien pese a la pandemia.

    ¿Saldremos mejores de esta crisis?

    La pregunta es muy filosófica y nunca ha sido mi especialidad. Yo pienso que todos hemos aprendido que a veces hay que ir todos a una, que ya es algo. En España no ha funcionado muy bien, sobre todo desde el punto de vista del ruido de la confrontación partidista sectaria. Eso seguramente pasará factura a los que hicieron más ruido.

    También hemos aprendido a ver de otra manera las advertencias que nos hace la ciencia. Nuestra responsabilidad es continuar generando conocimiento, divulgando, haciendo que la sociedad lo entienda y lo considere fiable. Eso mejorará la respuesta de las sociedades ante los problemas futuros. Creo que la concienciación que ha sacado la gente de todo esto va a servir para que estemos mucho más preparados para los problemas que todavía están por resolver por parte de la ciencia, como el cambio climático.

     

    Publicado el 31 de mayo de 2021 en The Conversation. Enlace al artículo original: https://bit.ly/3yZ8U6s