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Gestión forestal

  • Beneficios de no cortar los árboles después de un incendio

    Paisaje quemado tras un incendio en Navarra, 2022. JMGarcestock / Shutterstock

     

    Este verano Europa ha sufrido un número importante de grandes incendios. Los ingredientes principales que han convertido igniciones, tanto antrópicas como por rayos, en grandes incendios han sido la gran densidad y continuidad de la vegetación (producto del abandono rural y de las grandes plantaciones mal gestionadas) y las largas e intensas olas de calor (producto de nuestra inacción climática).

    Después de un incendio en un bosque, una pregunta recurrente es: ¿qué es mejor, cortar los árboles muertos o dejarlos en pie?

    Una perturbación después de otra perturbación

    Evidentemente, la gestión posterior al incendio dependerá del objetivo. No se gestionarán de la misma manera plantaciones o bosques productivos donde se quiere aprovechar económicamente la madera (aunque la madera quemada suele tener poco valor económico), que bosques donde se quiere maximizar la conservación de la biodiversidad y la regeneración del ecosistema (los árboles quemados sí tienen valor ecológico).

    Desde el punto de vista ecológico, cortar los árboles y extraer la madera quemada constituye una perturbación después de otra perturbación (es decir, una perturbación compuesta) y puede tener consecuencias negativas para la biodiversidad y la regeneración del ecosistema.

    Beneficios de no cortar los árboles

    Aquí se listan algunos de los posibles beneficios para el ecosistema y la biodiversidad de dejar en pie los árboles muertos en un bosque que ha sufrido un incendio reciente.

    Evidentemente, cada bosque quemado es diferente, y el papel relativo de cada uno de estos beneficios puede variar de un lugar a otro dependiendo de muchos factores (severidad del fuego, tipo de vegetación, edad, densidad, posición topográfica, historia previa, etc.). Pero, en cualquier caso, se deberían considerar estos beneficios potenciales antes de decidir cortar los árboles:

    1. Fuente de alimento

     

    Marcas dejadas por los picapinos en un tronco quemado. Juli G. Pausas, Author provided.

     

    Los árboles muertos son alimento y hábitat de una gran diversidad de hongos e insectos (xilófagos y saprófitos), que a su vez son alimento de otros animales como las aves. Por lo tanto, mantienen una red trófica que ayuda a la regeneración del ecosistema. Cabe recordar que los escolítidos, unos pequeños escarabajos que pueden generan plagas en coníferas, no se alimentan de árboles muertos.

    2. Fuente de materia orgánica

    Los árboles muertos son una fuente de materia orgánica y nutrientes necesaria para el reciclado de los ecosistemas (los ciclos biogeoquímicos). Su extracción supone una pérdida de fertilidad para el ecosistema.

    3. Lugar de anidamiento

    Los árboles muertos son imprescindibles para la reproducción en algunas especies que construyen sus nidos en cavidades de los troncos. Ejemplos emblemáticos de aprovechamiento de árboles muertos por incendios son las diferentes especies de picapinos.

    4. Refugio y dispersión de semillas

    Muchos animales forestales utilizan los bosques quemados, incluidos pequeños vertebrados que encuentran cierta protección frente a la depredación por rapaces.

    Algunos vertebrados ayudan directamente a la regeneración de la vegetación. Por ejemplo, muchas aves frugívoras defecan semillas mientras se posan en árboles quemados (efecto percha), contribuyendo así a la dispersión de semillas y la regeneración de la zona incendiada.

    Otro ejemplo lo constituyen los arrendajos, que utilizan bosques quemados (y no los matorrales o bosques cortados) para esconder bellotas. Por eso son clave para el incremento de las quercíneas (carrascas, robles y alcornoques). Al ser estas especies rebrotadoras, aumentan la resiliencia de los ecosistemas.

    5. Protección frente a la erosión

    Las copas de los árboles quemados disminuyen el impacto de las gotas de lluvia en el suelo y, por lo tanto, disminuyen el potencial de erosión posincendio.

    6. Retención de humedad

    Los bosques quemados pueden retener nieblas y, por lo tanto, mantener mayor humedad en el ecosistema, contribuyendo así a una mejor regeneración.

    7. Rebrote

    En el caso de las especies de árboles con capacidad de rebrotar, mantenerlos en pie permite la posibilidad de rebrotes de copa o tronco (rebrotes epicórmicos) en algunos individuos y algunas especies. Esto permite una regeneración del bosque mucho más rápida.

    8. Reducción de la intervención humana

    Mantener un bosque quemado evita la entrada de maquinaria pesada y el arrastre de troncos. Estas acciones pueden tener un efecto negativo en el suelo y en la regeneración incipiente, incluso pueden generar inicios de cárcavas. Mantener un bosque quemado también reduce el gasto económico.

    En general, dejar en pie los árboles en un bosque quemado permite mantener un ambiente semiforestal beneficioso para la regeneración y el funcionamiento del ecosistema forestal. Por el contrario, la corta de los árboles muertos beneficia a especies de matorrales y ecosistemas abiertos.

    Alternativas intermedias

    Una solución que a menudo se ha propuesto es la de cortar los árboles y extraer la madera, pero dejando un porcentaje de árboles en pie. Esta solución permite mantener algo de madera muerta que puede beneficiar a algunos insectos y al reciclado de cierta cantidad de materia orgánica y nutrientes (típicamente un porcentaje bajo). Pero como se suele dejar una densidad baja de árboles en pie, tendrán más riesgo de ser derribados por el primer vendaval o nevada.

    Otra solución es cortar pero no extraer la madera (o al menos dejar el ramaje), de manera que se mantienen intactos algunos beneficios (materia orgánica y nutrientes, y la reducción de la erosión).

    En ambas alternativas normalmente se pierde el ambiente semiforestal de un bosque quemado y, por lo tanto, también se pierden muchos otros de los beneficios arriba mencionados.

    ¿Pueden facilitar nuevos incendios?

    A veces, la razón por la que se cortan y extraen los árboles muertos es la de disminuir la biomasa seca que podría ejercer de combustible en un segundo incendio. Pero este incremento de la probabilidad de un segundo incendio es a menudo incierto, especialmente porque justo después del incendio no hay suficiente biomasa fina para otro fuego. Y al cabo de unos pocos años, a menudo el matorral o bosque joven ya es muy inflamable pudiendo ser la contribución relativa de los árboles muertos poco importante.

    Una solución es cortar y extraer un porcentaje de los árboles muertos después de al menos un año o más del incendio. Se enfocaría en zonas donde la regeneración ya está asegurada. Esto puede reducir el impacto negativo de la corta.

    Árboles quemados para retener el suelo

    En un incendio a menudo se pueden observar zonas concretas donde la probabilidad de pérdida de suelo será elevada (por ejemplo, debido a las altas pendientes, suelo arenoso, vegetación preincendio muy pobre, etc.). Como la pérdida de suelo es lo peor que puede ocurrir después de un incendio (el suelo tarda muchísimo en regenerarse), en estas áreas se requieren actuaciones urgentes para evitarlo.

    En estos casos, parece justificado cortar árboles quemados y utilizarlos para retener el suelo. Se pueden utilizar las ramas, los troncos en fajinas o hacer pequeños diques de contención. Pero se debe evitar generalizar estas actuaciones a toda la zona quemada si no es realmente necesario. Por ejemplo, no tiene sentido realizarlas en zonas con poca pendiente, en suelos muy pedregosos, en zonas con bancales bien conservados, o en zonas con abundantes plantas rebrotadoras.

    Valorar las consecuencias antes de actuar

    Vivimos en un entorno con vegetación inflamable y un paisaje y un clima cada vez más propensos a incendios debido a la acción humana.

    Para mejorar nuestra convivencia con el fuego, es importante mejorar al máximo la gestión posincendio. El gestor debe balancear los criterios socioeconómicos y ecológicos antes de realizar cualquier acción. Y sea cual sea la decisión, sería deseable evaluar el posible impacto del tipo de intervención seleccionado y, si es necesario, rectificar en la medida de lo posible.

     

    Autor:Juli G. Pausas.Investigador, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

    Cláusula de Divulgación.Juli G. Pausas recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España, así como de la Generalitat Valenciana, y de la Comisión Europea.

    Publicadoen The Conversation el 5 de septiembre de 2022.

     

     

     

     

     

  • El papel de los bosques como sumideros de carbono

    8 - 10 minutos

    Los sistemas forestales tienen la capacidad de captar el CO₂ de la atmósfera gracias a la energía del sol. Las plantas transforman las moléculas inorgánicas en moléculas orgánicas que usan en la construcción de sus estructuras vitales: flores, frutos, ramas, troncos, raíces, hojas, etc.

    Estos productos elaborados serán consumidos por los animales herbívoros, que los integran así en eslabones de las cadenas tróficas de los ecosistemas terrestres. En ese mismo proceso, las plantas generan un subproducto vital: el oxígeno.

    Los bosques, almacenes de CO₂

    Al respirar, los seres vivos emitimos CO₂ como subproducto metabólico de nuestro funcionamiento vital. Y al morirnos, nuestros cuerpos se descomponen en el suelo gracias a bacterias aeróbicas que transforman las moléculas orgánicas en CO₂ (que es emitido a la atmósfera) y en otras moléculas que contienen carbono y que se incorporan a uno de los reservorios más importantes del ciclo del carbono, el suelo.

    Así, los bosques retiran dióxido de carbono de la atmósfera e incorporan carbono a su biomasa. Al menos temporalmente, mientras los árboles (y arbustos, etc.) están vivos.

    Según el Quinto Informe de Evaluación del IPCC, se estima que a nivel global la cantidad de carbono presente en la biomasa viva de la vegetación es de entre 450 y 650 gigatoneladas. Aparte del carbono retenido en la vegetación, los suelos de los bosques son capaces de almacenar entre 1 500 y 2 400 Gt.

    Cuando un árbol se corta, y su madera es utilizada en la fabricación de muebles, elementos constructivos u otros, el carbono permanece retenido fuera de la atmósfera durante la vida útil del producto. Por el contrario, cuando un árbol se quema en el bosque, el carbono almacenado es devuelto a la atmósfera de manera casi inmediata.

    Los sistemas forestales fijan carbono tanto en la biomasa viva como en el suelo. Dehesa de encina en San Sebastián de los Reyes, Madrid. Author provided

    Mitigadores del cambio climático

    Sin embargo, no siempre hay un balance positivo entre entradas y salidas de carbono en los ecosistemas terrestres. El uso de la tierra, incluida la agricultura y los bosques, representa aproximadamente el 10 % de las emisiones globales de CO₂, y casi el 25 % de todos los gases de efecto invernadero como el CH₄ y el N₂O. Se estima que la deforestación es la principal fuente de gases de efecto invernadero en muchos países tropicales.

    Al mismo tiempo, aproximadamente un tercio de las emisiones de origen humano de CO₂ son absorbidas por los ecosistemas terrestres, principalmente por los bosques. Los sumideros forestales son importantes para la mitigación del cambio climático y en latitudes templadas o boreales los sistemas forestales se comportan como sumideros netos.

    Figura 1. Componentes combinados del presupuesto global de carbono en función del tiempo. Friedlingstein, P., Jones, M., O'sullivan, M., Andrew, R., Hauck, J., Peters, G.,... & DBakker, O. (2019). Global carbon budget 2019. Earth System Science Data, 11(4), 1783-1838.CC BY

    La importancia de la gestión forestal

    El papel que desempeña el uso de la tierra, sus cambios y la selvicultura (UTCUTS o bien LULUCF, por sus siglas en inglés) como fuente o sumidero de gases de efecto invernadero convierte al sector forestal en un actor clave con un gran potencial de mitigación. En consecuencia, se hace indispensable conocer cuánto carbono se almacena en la vegetación, así como los flujos de este elemento que se crean desde y hacia ella.

    La contabilización de las emisiones y absorciones de CO₂ de los diferentes sectores se fue estableciendo en las sucesivas conferencias de las Partes tras la aprobación del Protocolo de Kioto. Incluir el uso de la tierra en el proceso de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático ha sido largo y complejo.

    Para los bosques, las incertidumbres asociadas a las estimaciones de los gases de efecto invernadero que absorbían o emitían y las –en muchas ocasiones espúreas– cuestiones metodológicas han supuesto dificultades para alcanzar compromisos y lo que es peor, han implicado una inacción de coste insospechado.

    Uno de los aspectos más polémicos ha sido el papel que la gestión forestal desempeña en el aumento de la capacidad del bosque para fijar carbono, asumiendo que la única manera de incrementar el papel mitigador de los bosques es aumentando su superficie. Esta situación viene propiciada principalmente por dos motivos:

    • Por la preocupación climática de que la gestión forestal haga que los bosques que ahora son sumideros pasen a ser emisores de gases de efecto invernadero.
    • La gestión forestal garantiza la persistencia del bosque y su capacidad como sumidero. Pinar de Valsaín, Segovia. Author provided
    • Por la preocupación de las organizaciones ambientales que ven en estas prácticas también un riesgo para la biodiversidad.

    Ambas preocupaciones son perfectamente entendibles, pero también solventables mediante la planificación, aplicación y certificación de sistemas de gestión forestal sostenible, que garanticen la compatibilidad entre la persistencia del bosque, el aumento de su capacidad de fijación de carbono, y el resto de usos.

    ¿Cuántas emisiones absorben los bosques?

    Las actividades relacionadas con LULUCF (recordemos: el papel del uso de la tierra, sus cambios y la selvicultura), donde se enmarcan los bosques, no se abordaron definitivamente hasta la Conferencia de las Partes de 2001 (COP7) en la que se aprobaron los acuerdos de Marrakech. En ellos se fijaron las definiciones, modalidades, normas y directrices relativas a las actividades LULUCF recogidas en el artículo 3 del Protocolo de Kioto.

    España informa de sus emisiones de gases de efecto invernadero a la Secretaría de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Además, aporta información adicional para cumplir los compromisos asumidos conforme al Protocolo de Kioto, cuyo segundo periodo de aplicación finalizó en 2020.

    La diferencia fundamental entre ambos tipos de informes es que el primero tiene un criterio basado en la tierra (asigna categorías de uso de la tierra a toda la superficie dentro del país) y el segundo tiene un criterio basado en las actividades humanas.

    El último inventario nacional de gases de efecto invernadero recoge las cifras para el año 2018. El valor neto es muy aproximado (ver tabla 1), ya que España considera toda la superficie forestal bajo gestión regulada, cuando en realidad solo el 18,5 % de la superficie forestal española dispone de proyectos de ordenación forestal que regulan y controlan su aprovechamiento de manera sostenible.

    Tabla 1. Absorciones netas del sector LULUCF en España bajo el criterio de la CMNUCC y el Protocolo de Kioto. Inventario nacional de emisiones de gases de efecto invernadero 1990 – 2018 (edición 2020)

    Estudios detallados del Centro de Investigación Forestal del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (CIFOR-INIA) estiman una fijación neta anual en terreno forestal en España de 116 Mt CO₂eq (megatoneladas de CO₂ equivalente), de los cuales 94 Mt CO₂eq se atribuyen a la superficie forestal arbolada y 22 Mt CO₂eq a formaciones de arbustos y matorrales de talla media-alta.

    La madera mantiene el carbono fijado a lo largo del ciclo de vida de sus productos. Author provided

    Las masas forestales en el cómputo estatal de CO₂

    En la UE, la primera vinculación entre las políticas climáticas y los stocks de carbono forestal se produjo tras el Acuerdo de París. Para cumplir los compromisos, el Parlamento y el Consejo europeos adoptaron el Reglamento 2018/841 sobre la inclusión de las emisiones y absorciones del sector LULUCF para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para el período de 2021 a 2030, modificando el reglamento anterior de 2013. Se espera una nueva revisión de este reglamento para 2021 conforme al plan de objetivos climáticos para 2030 que propone actualmente la Comisión.

    Hay que destacar que el sector LULUCF en España es el único con efecto sumidero neto. Sus absorciones ayudan a compensar el 11,4 % de las emisiones de otros sectores, tanto los sujetos al comercio de derechos de emisión (industria y generación eléctrica), como los sectores difusos (como el transporte, residencial, agrícola y ganadero, y gestión de residuos).

    Tabla 2. Distribución de emisiones del 2018 (ktCO₂-eq). Inventario nacional de emisiones de gases de efecto invernadero 1990 – 2018 (edición 2020), Author provided

    Bajo el reglamento actual, se consideran dentro de la contabilidad del sector LULUCF las absorciones y emisiones debidas a tierras forestadas, las tierras deforestadas, los cultivos gestionados, los pastos gestionados y la tierra forestal gestionada.

    En las categorías de la tierra forestal gestionada, para poder diferenciar las absorciones derivadas de la gestión forestal de las debidas al crecimiento natural de los bosques, el reglamento establece un nivel forestal de referencia que debe proponer cada país dentro de su Plan de Contabilidad Forestal Nacional. Solo podrán contabilizarse las absorciones que sobrepasen este nivel.

    Estas absorciones se utilizarán para cumplir con el compromiso de que las emisiones del conjunto del sector LULUCF no superen sus absorciones (norma de deuda cero). Cumplido este requisito, las absorciones sobrantes debidas al sector podrían utilizarse para compensar las emisiones del resto de sectores difusos, hasta un máximo de 29,1 Mt CO₂ eq para todo el período 2021-2030.

    Analizando el sistema de contabilidad actual, observamos que se favorece la utilización de las absorciones asociadas a las repoblaciones, mientras que se relegan a un segundo plano las absorciones originadas por las masas forestales existentes y consideradas bajo gestión. En este punto, es necesario volver a resaltar la importancia de la gestión forestal y la necesidad de contar con instrumentos adecuados que garanticen su aplicación y seguimiento.

    Lo cierto es que no cuadran las cifras. Según estudios del Joint Research Centre de la Comisión Europea, hay una discrepancia a nivel global de unos 4 Gt de CO₂ anuales en las emisiones antropogénicas netas del uso de la tierra entre los modelos globales del V Informe de Evaluación del IPCC y los datos agregados de los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero. La mayor parte de esta diferencia es atribuible a las superficies forestales consideradas bajo gestión.

    A pesar de todo, el planteamiento general tiene sentido y es coherente con las líneas adoptadas desde Europa para seguir fomentando la reducción de emisiones en todos los sectores.

    Ahora bien, no se puede caer en un triunfalismo simplista que asuma que las emisiones antropogénicas pueden ser compensadas por los sumideros forestales, desincentivando así cualquier esfuerzo por atacar la raíz del problema: el uso masivo de combustibles fósiles como fuentes de energía y el incesante cambio de uso del suelo.

    Todo ello reconociendo la necesidad de implementar políticas que apoyen una gestión forestal sostenible a futuro. Y por futuro hay que reconocer horizontes más allá del año 2050 que permitan articular los amplios plazos de gestión de los sistemas forestales.

    Este artículo ha sido escrito en colaboración con Sergio de la Cruz, director técnico del Foro de Bosques y Cambio Climático.

    Fuente: Autores: Agustín Rubio Sánchez y Rafael Calama Sainz